Por Sonia Mauriz Pereira
En los últimos cuatro años nos hemos tristemente acostumbrado a asistir a nombramientos en partidos políticos como a la gala inicial de Gran Hermano, a ver qué nueva vuelta de tuerca, qué nuevo tipo de personaje entraba en la casa.
Así, lo que menos hemos visto durante esta legislatura es formación y profesionalidad, solo características físicas y teatralidad.
Cargos políticos sin ningún tipo de vocación de estado y servicio público y sí mucha de influencer y polemista de redes.
Mientras la calle quiere hablar de precariedad, de derechos laborales, de servicios públicos, de abusos de las eléctricas, de mejora de comunicaciones, precios en cestas de la compra y combustible, de exigir el cumplimiento del pacto de estado contra violencia «de género» (machista).
Y ante las necesidades sociales no vemos una reflexión en los partidos, ni siquiera ante las debacles electorales y la obvia desafección de la población. Sigue la mascarada.
Nace Sumar como una pretendida opción de izquierdas. Podría una pensar que la fundadora pretendía hacerse eco de esa demanda social de volver a lo básico, que no está cubierto, pero el feedback que vamos recibiendo no es esperanzador.
Vemos en sus listas misóginos, todo tipo de personajes más mediáticos y de perfil tirando más a tiktokero que a cargo de responsabilidad.
La meritocracia del sin mérito. Ya decía Samantha Hudson, ¿no? Que había que reivindicar la mediocridad.
Y sin ningún pudor, oiga.
De manera que hoy nos levantamos con la noticia atraganta cafés de que la portavocía de feminismo y LGTB en Sumar la llevará alguien sin CV en feminismo, ni socialización «de género femenino», ni con experiencia vivida de ello.
Es más, ya es insultante que al feminismo no se le considere una prioridad en un estado con 70 feminicidios anuales y deba ir en cajón de sastre con otros movimientos sociales, algunos incluso antagónicos.
En otro orden de cosas, ¿Quién es «la escritora Elisabeth Duval» en el feminismo? Nadie.
El feminismo es una teoría política que apuntala un movimiento social de emancipación de un sujeto político, la mujer. No es un hobby, una temática o un club.
Este sujeto escoge a sus referentes y teóricas, no siendo menos importantes las activistas, es totalmente horizontal y muchas mujeres llevan décadas batiendo el cobre aunque con maravillosa generosidad cedan el testigo a las nuevas generaciones.
Estas mujeres son las únicas capacitadas para ser voz del feminismo, desde la teórica más histórica a la activista recién llegada. Somos red.
Y en esta red no conocemos a «la escritora Elisabeth Duval «.
Entre nosotras hay formación y currículums suficientes para ser portavoces válidas y apoyadas por las compañeras.
Nosotras sí conocemos a Ana de Blas, Tasia Aránguez, Ana Trejo Pulido, Nuria Coronado…y muchas más. Disculpad si no os nombro.
Mujeres profesionales, activistas, feministas, de izquierdas y compañeras.
¿Cual es el CV de «la escritora Elisabeth Duval»?
No me meto en su experiencia LGBT, no interfiero en la acción de otros movimientos sociales, llámale respeto, pero ¿en feminismo? Ninguno.
Solo el interés de la política y el empresariado de crear una macedonia de movimientos sociales más amables, más vendibles, más acordes con los tiempos neoliberales, una lucha social «Netflixera «.
Que te haga sentir parte de la justicia social sin serlo para que no te pares a profundizar, dejes de consumir y te de por exigir derechos reales.
Pero el feminismo está despierto y se da cuenta de la gran burla, del gran mansplaining que es un nombramiento así.
Ahonda en la rabia que ya sentimos al despedir a mujeres cada día ser espectadoras de esta banalización, temas tan importantes como el pacto de estado ante el terrorismo machista no pueden quedar en manos de personajes sin más méritos que sus peculiaridades físicas.
Asistiremos pero no en silencio a otros cuatro años de desfile carnavalesco mientras enterramos a más compañeras.
The show must go on hasta aquí, el feminismo no vota a traidores, ni traidoras.
