Educación feminista y democracia

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M. Engracia Martín Valdunciel (Abolicionistas Aragón).

Educación y privilegio*.

Históricamente, como es ya sabido, la educación fue un privilegio de las élites (masculinas); no hay más que recordar, por ejemplo, la casta de los escribas, la paideia griega o la tradición escolástica. La instrucción, tal y como la conocemos hoy, fue incluyendo a diferentes capas sociales en los albores de la modernidad capitalista para responder a las necesidades políticas y productivas de los países. Más allá de transmisión de conocimiento y valores que sostienen las sociedades, la educación implica relaciones y posiciones diferenciadas entre sujetos y grupos sociales. Estamos, por tanto, ante un dispositivo de poder que nace asociado a las necesidades de legitimación de colectivos e instituciones, como la Iglesia, los Estados-nación o el capital. Los organismos educativos, como la sociología crítica han puesto de manifiesto, son complejos, tienen capacidad para reprimir y liberar al mismo tiempo. Pueden funcionar como correas de transmisión de las estructuras de poder (sexo, clase, raza) o, por el contrario, propiciar pensamiento y acción crítica, transformadora. Porque la escuela no es una burbuja ajena al mundo, forma parte de la sociedad; por tanto, supone un campo de fuerzas en el que los sujetos pueden articular, debatir, confrontar, etc., formas de entender, organizar y habitar el mundo.

Invitadas a espacios de saber-poder patriarcal

Pero, ¿qué ha ocurrido con la mitad de la humanidad? El sistema de dominio patriarcal conceptualizó y situó a las mujeres en el ámbito de la naturaleza y de la sinrazón, fueron definidas como no-sujeto y por tanto excluidas como colectivo —hasta época muy reciente y aún hoy en muchos países— del logos y de los espacios públicos. Así, la definición del mundo ha sido producto de una élite de varones, aunque esa circunstancia no ha impedido que el conocimiento sesgado y parcial generado en diferentes ámbitos de saber se haya calificado de “humano” o “universal”. La falta de formación, así como su alejamiento de los ámbitos de conformación y confrontación de ideas, ha jugado como factor clave de opresión de las mujeres: ha dejado a la mitad de la humanidad sin posibilidad de tomar conciencia de su estatus subordinado, huérfana de genealogía y referentes y, al mismo tiempo, sin sentido de su capacidad y fortaleza para hacer propuestas intelectuales y políticas más justas. Por consiguiente, la formación ha sido una reclamación constante en la historia feminista como medio de lograr autonomía intelectual y base para llevar adelante proyectos vitales. Así ocurrió, explícitamente, desde M. Wollstonecraft —poderosa polemista con el pensador radical y misógino fundador de la pedagogía moderna, JJ. Rousseau — o el movimiento sufragista.

A lo largo de los siglos XIX y XX la educación pasó por diferentes procesos y etapas. Pero siguió vigente una “doble verdad” que afecta a las formas de concebir la convivencia y la educación: lo que es adecuado para los niños no lo es para las chicas. Y viceversa. En consecuencia, la escuela segregada que inaugura la modernidad implicó espacios y conocimientos diferenciados para los dos sexos: instrucción y autonomía para ellos y moralidad y servidumbre para las niñas. Mientras los niños conocían temas relacionados con la producción o la organización de la esfera pública las niñas aprendían tareas domésticas. La escuela mixta actual, que acoge a ambos sexos, chicos y chicas, tomó cuerpo en el siglo XX y cuenta con un currículum común, el “universal”. De forma general la selección de los contenidos sigue haciendo caso omiso de la historia de las mujeres y de aquellos saberes asociados históricamente al sexo femenino, deslegitimando, de hecho, su sentido y utilidad y, por ende, el estatus de las mujeres como sujeto político.

Totalcapitalismo y reacción patriarcal

En el momento presente el totalcapitalismo triunfante supone la hegemonía de la racionalidad económica en todas las esferas de la vida ya que afecta a las relaciones sociales o la comprensión del propio yo. Los potentes procesos civilizatorios neoliberales tienden a exacerbar la individualidad, el narcisismo, el sujeto deseante sin límites, ajeno a proyectos de emancipación colectiva. Al mismo tiempo, conocemos bien cómo afecta la lógica económica a los Estados, la merma de servicios públicos o la privatización del derecho. Insisten en que nos encontramos en el mejor de los mundos posibles y no cabe sino adaptarse y ser flexibles, como han pregonado en el medio educativo desde hace décadas. Sin embargo, la actual gobernanza y aséptica gestión liberal, basada en mitos, como el de la libertad de elegir, no cuestiona la correlación de fuerzas, por tanto es funcional a los intereses del capital y del patriarcado. Por otro lado, la racionalidad crítica o el pensamiento reflexivo se perciben como amenazas mientras el capitalismo subraya e incentiva la subjetividad de las personas. No es casual: la emocionalidad es modulable y útil a la lógica y necesidades del capital y del patriarcado. Todo ello impele a los sujetos a comprenderse y comportarse no en función de sus condiciones materiales de existencia sino en relación con su subjetividad. Si acordamos con ciertas perspectivas y análisis sociológicos que el producto mejor elaborado por el capitalismo —y por el patriarcado— es el sujeto podremos comprender hasta qué punto son peligrosas para la convivencia democrática propuestas que pretenden sancionar jurídicamente intereses privados.En esta línea, la lógica que se nos propone para entender y habitar el mundo, por ejemplo, es que una niña o una mujer prostituida nada tiene de objetable si ha elegido o consentido su situación de explotación / esclavitud. Es el “sentido común” neoliberal según el cual sólo existen los individuos, como apostillaba la señora Thatcher, únicos responsables de sus éxitos o fracasos. Por supuesto, en el papanatas relativismo cultural y moral dominante no caben análisis de las estructuras de dominación patriarcal / capitalista; tampoco sirve, al parecer, apelar al incumplimiento de derechos humanos —como el derecho a la dignidad o la integridad física y moral de las personas, el derecho a no sufrir tratos inhumanos o degradantes— o recurrir a la ética pública o a la justicia sexual y social para cuestionar esa y situaciones similares.  En esta tesitura, patriarcado y capitalismo no encuentran obstáculos para expandirse. Ocurre, por ejemplo, cuando el histórico privilegio de los varones de violar mujeres y menores se blanquea, de facto, como derecho en el mantenimiento, o regulación, del sistema prostitucional ;  o cuando el deseo de ser padre o madre permite reglamentar el derecho a explotar mujeres y comprar- vender criaturas. También está pasando con el ideario transgenerista que, a partir de un sentimiento, el sexo sentido, reclama, no ya el respeto al libre desarrollo de la personalidad — protegido en sociedades abiertas — sino que el deseo se avale como derecho.

**La coeducación secuestrada

En pleno siglo XXI el saber poder patriarcal apenas se cuestiona —tanto en la academia como en la escuela— mientras la socialización sexista en las instituciones educativas acumula nuevos formatos derivados de la hegemonía del patriarcado capitalista. La escuela mista acogió en nuestro país experiencias coeducativas comprometidas con la igualdad entre chicos y chicas desde los años 80-90; proyectos que, aunque no se vieran impulsadas institucionalmente, fueron importantes para caminar hacia sociedades menos jerárquicas sexualmente. Sin embargo, su desarrollo y su proyección decayeron con la llegada de las políticas del management al medio educativo. Como la investigación y la praxis escolar vienen poniendo de manifiesto, la coeducación resulta imprescindible porque robustece el demos al ampliar las posibilidades de autonomía de la mitad de la población. Sin embargo, aunque jurídicamente se declare en buena parte del mundo la igualdad entre los sexos, no cesa la violencia sobre las mujeres. Por tanto, parece imprescindible recuperar y reactivar las políticas coeducativas. Sin embargo, en la escuela del presente, lejos de esa posibilidad, se ha producido desde la última década el aterrizaje de las ideas transgeneristas, materializadas en normas y protocolos, que están ocupando espacios destinados a abordar la igualdad entre los sexos y tergiversando el sentido y la finalidad de la coeducación. Estamos ante un fenómeno que acontece tanto en USA o España como en Israel o Irán, en Reino Unido como en Argentina. De este hecho trata La coeducación secuestrada, crítica feminista a la penetración de las ideologías transgeneristas en la educación, publicado por Octaedro en noviembre 2022.

Por qué el ideario transgenerista es contrario a la coeducación.

Tanto en la política como en el ámbito educativo o en el los medios de comunicación se viene asociando o identificando— erróneamente— feminismo y transgenerismo cuando la teoría y la agenda feminista, por un lado y los presupuestos y objetivos de los colectivos transactivistas, por otro, son divergentes. En La educación secuestrada… se explica ampliamente tal confrontación que, de forma sintética, apuntamos:

* Porque las ideas transgeneristas, confusas, e irracionales, trastocan conceptos y categorías, como género. El género no es una identidad —como interpreta el transgenerismo— sino un sistema de jerarquización sexual que subordina a las chicas y a las niñas, contrario, por tanto, a una educación no sexista e igualitaria.

*Porque, al negar la categoría sexo, el ideario y los protocolos transgeneristas obstruyen la toma de datos de forma desagregada e impiden medir la opresión ejercida sobre la mitad de la sociedad. Por ende, imposibilitan el desarrollo de políticas adecuadas para contrarrestar el dominio patriarcal.

* Porque refuerzan los roles sexuales que cosifican y deshumanizan a las mujeres; por ejemplo, al invisibilizarlas o no nombrarlas; a través de discursos y prácticas sexistas como la publicidad, la pornografía, la prostitución o la explotación reproductiva.

* Porque al tomar como referente la subjetividad velan la comprensión de la desigualdad estructural y objetiva entre mujeres y varones y por tanto las formas de abordar el sexismo. Si una niña o joven problematiza los mandatos de género que el patriarcado le impone, por ser una hembra de la especie humana (rentabilizar su “capital erótico”, por ejemplo, como sugiere la pornografía) … la solución no pasa por intervenir su cuerpo, o no sin analizar las causas del malestar —como aconseja el ideario transgenerista—. Desde una perspectiva feminista la raíz del problema habría que buscarla, en la mayoría de los casos, en los valores jerárquicos que fundamentan las sociedades y en políticas que sustraen derechos a las mujeres, por el hecho de serlo.

* Porque desde los presupuestos transgeneristas no se incide en el androcentrismo que lastra todo el conocimiento: de nuevo, invisibiliza y arrebata referentes a la mitad de la humanidad despojando de autonomía al sujeto político mujeres.

* Porque impide la práctica coeducativa al hacer depender medidas y proyectos igualitarios no de realidades contrastables, como el sexo, sino de sentimientos personales.

* Porque da curso libre y es funcional a la experimentación, explotación y mercantilización de las personas. En otras palabras, legitima el mercado de la vida que sustenta el transhumanismo.

Por una educación pública, laica y feminista.

La coeducación secuestrada … es un audaz alegato que llama la atención sobre cómo  leyes y directrices transgeneristas — que se vienen promulgando, en sospechoso consenso, tanto por la derecha como por partidos progresistas— son contrarios a una educación no sexista y conculcan derechos de las mujeres basados en la categoría sexo;  chocan de forma radical con la Constitución, con la Ley 3/2007 o con Convenios internacionales que garantizan la equiparación de derechos entre varones y mujeres —de obligado cumplimiento en nuestro país— como CEDAW, 1979 o el Convenio de Estambul, 2011. Pero, además, atacan abiertamente derechos de la Infancia. Regulaciones que se han publicado sin debate público, sin que la ciudadanía sea consciente de sus implicaciones y que atentan contra la libertad de expresión (art. 20 de la Constitución) al penalizar la crítica calificándola de “odio” o “fobia”.

Tras un análisis detallado del fenómeno, las autoras del libro vislumbran algunas luces:  en primer lugar, destacan todo el trabajo intelectual y político que viene desarrollando el feminismo para salvaguardar el espacio democrático, tanto a escala nacional como internacional. La labor de entidades como  Women’s Declaration Internacional (WDI), Confluencia Movimiento Feminista, o Alianza contra el borrado de las Mujeres lo corroboran. También señalan como esperanzador el hecho de que algunos países, como Suecia, Noruega, Finlandia o UK, hayan empezado a revertir políticas basadas en el ideario transgenerista de forma que su ejemplo quizá pueda verse secundado en nuestro país.  

Sin embargo, el camino no parece sencillo. Por una parte, a la histórica misoginia de la derecha se suma en el presente la ignorancia o el desconocimiento de la agenda feminista por parte de la autoproclamada “izquierda transformadora” a juzgar por la publicación de normas que amenazan derechos de más de la mitad de la población. Por otra, la gobernanza neoliberal, el imperio del management, el abono del individualismo narcisista, etc., son circunstancias que obstaculizan abrir espacios críticos o asumir compromisos políticos por la igualdad entre los sexos, la justicia social o la ética pública. Por todo ello, libros como La coeducación secuestrada… resultan necesarios porque para transformar la realidad el primer paso es conocerla.

*Parte de las reflexiones vertidas en el texto proceden de un trabajo colectivo publicado en dos artículos:

La escuela del capitalismo en la encrucijada, entre neoliberalismo y reacción patriarcal Con-Ciencia Social, 2023, 97-124.

Feminismo y educación, situando el problema históricamente. De la escuela segregada a la escuela mixta. Con-Ciencia Social, 2023, 71-96.

** La coeducación secuestrada, crítica feminista a la penetración de las ideas transgeneristas en la educación, se presentará en Zaragoza, Casa de La Mujer, el día 29 de junio a las 19 h., en un acto organizado por FemAragón y Abolicionistas Aragón.

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