¿Un mundo sin Serena Williams? 

0

Por Sonia Mauriz Pereira

El debate de trans femeninos en deporte se suele centrar en la testosterona, y por alguna razón, los trans masculinos se olvidan. Y os puedo asegurar que no vais a ver uno en el Real Madrid o Barça: las cosas ‘de los hombres’ no se tocan. 

Obviamente se centra en la hormona masculina porque es la que ‘construye’ una anatomía diferente a la mujer, mejor capacidad cardiovascular, V02, mayor capacidad muscular… Pero ¿Y nuestras hormonas? ¿Y nuestros órganos y procesos fisiológicos exclusivos? 

Las mujeres sabemos como ciclo, embarazo, maternidad, lactancia, menopausia… influyen en nuestra salud, calidad de vida y condiciones laborales, y las deportistas no escapan de ello. 

Si la testosterona define una anatomía concreta, estrógeno y progesterona definen otra muy diferente, causante de grandes diferencias sociales y origen de una opresión por clase sexual.  Por tanto son una variable importante y central pero claro, el nivel de testosterona es modificable a corto plazo y se ha usado de forma muy trilera por cúpulas deportivas para colarnos cuerpos ya anatómicamente masculinos en categoría femenina. Ya no cuela. 

La nueva propuesta es que no se segregue por sexo si se ha bloqueado la pubertad, lo que ya no es un problema deportivo sino un problema ético de experimentación con menores. 

Las mujeres y niñas tenemos mayores hándicaps para acercarnos al deporte y más al de élite, muchos defensores del deporte mixto olvidan que esta actividad puede ser ocio pero también una salida laboral y educativa. 

En ámbitos vulnerables de pobreza, donde aún se elige entre educar a los niños o a las niñas, una beca deportiva o un patrocinador pueden marcar la diferencia. Así vemos batiendo récords de atletismo a mujeres keniatas o ruramis y tenemos olímpicas como Simone Biles que a fecha de hoy patrocina un espacio seguro sin abuso sexual para niñas gimnastas. 

En España, hasta el 2022, no hubo una Ley del Deporte que tuviera en cuenta la maternidad y derechos laborales de las deportistas como mujeres, cumpliendo así no solo el art. 14 de la Constitución, también la ley de Igualdad de 2007.

Así las deportistas ante un embarazo no tienen que considerarlo legalmente ‘lesión’ para que no les corra el año para la pérdida de consideración élite. Pueden tener baja de maternidad y facilidades para su reincorporación. 

Se declaran nulos de pleno derecho los contratos con cláusulas de rescisión ante un embarazo. 

Y, para asegurar este cumplimiento se exige paridad en los órganos políticos deportivos. 

Pero, como todas sabemos, el papel todo lo soporta y las leyes no son un abracadabra, y pasar de la flagrante desigualdad legal a la real no es cosa de un articulado. Si lo fuera, desde 1978 en España no sería necesario el feminismo. 

Y como el deporte, además de ser una práctica saludable y de ocio es un nicho de inversión empresarial, las empresas le van a buscar la mayor rentabilidad. El capitalismo no tiene alma y si todas hemos ido a entrevistas donde se nos pregunta por nuestros planes familiares, sabemos que los patrocinadores van a preferir cuerpos sin capacidad de gestación, sin ciclos y que baten récords con mayor facilidad.  De hecho ya vemos marcas de ropa deportiva que anuncian tops en torsos sin mamas, olvidando que sus productos deben ser técnicos y no estéticos. 

Y yo, como deportista, prefiero que Ana Peleteiro me diga qué tops sujetan de forma cómoda a que lo haga alguien que… no lo sabe. 

Si, como a mí, te gusta el deporte e investigas como nutrirte y entrenarte bien, te encontrarás habitualmente con que la medicina deportiva y su reflejo en entrenamientos y pautas no se dirige a mujeres, se toma el cuerpo masculino como standard. 

Documentándome escucho a los especialistas reconocer que simplemente es una investigación en la que se ha profundizado poco y, que de hecho, cuando se propone, se suele objetar que la fluctuación hormonal es ‘meterse en un jardín’. 

Pero por lo poco publicado se demuestra que las diferentes fases del ciclo (sí transactivismo, es un ciclo, no solo 4 días de sangrado) influyen en el entrenamiento, así por ejemplo en fase folicular es interesante aumentar intensidad (velocidad y carga) y en fase lútea la resistencia (más tiempo, más kilómetros). Doy fe de que se nota, aunque no olvidemos que cada mujer es un mundo. 

Otro elemento a tener en cuenta es la tríada de la deportista (baja energía, disfunción muscular y baja densidad ósea) que se deriva de la anemia ferropénica que la actividad de alta intensidad causa. Obviamente la menstruación provoca que en la deportista cause más problemas. 

Pocos entrenadores/as lo tienen en cuenta y entre las causas se halla el tabú ante nuestras peculiaridades fisiológicas, culpabilidad como si fueran debilidades, y desconocimiento del propio cuerpo. 

Como resultado de este tabú no exigimos que se tenga en cuenta la sobremedicación para entrenar, sufrimiento físico y emocional, legislación laboral deportiva injusta y perdida de rendimiento. 

Algo tan fácil de solucionar como la uniformidad incide en la concentración: se comprobó que una equipación blanca durante la menstruación desconcentraba. 

En el caso de embarazos era importante conseguir que se cumpliera la legislación laboral pero también es importante la normalización de la práctica deportiva durante la gestación. Deportistas de alto nivel como Jimena Martín participando de 8 meses en un 10k, Serena Williams ganando Open de Australia de 2 meses, Shanna Coxsey escaladora entrenando de 8 meses… demuestran que un embarazo no es una enfermedad y que no se debe infantilizar a la mujer si está asesorada médicamente. 

En resumen (podría extenderme mucho más en diferencias importantes pero esto es una columna) es mucho el desconocimiento de la anatomía femenina y sus procesos exclusivos en la vida diaria, y más en espacios y actividades hasta hace poco reservados a hombres y sus cuerpos. 

No somos ‘ no-hombres’, la marca blanca del standard masculino con bajo nivel de testosterona. En la dismorfia propia de la especie hay que aceptar dos formas anatómicas distintas con papeles distintos. Por ello el conseguir categorías segregadas, cumpliendo el principio de ‘ competencia razonable ‘ del deporte, fue un hito importante que consiguió que tuviéramos un papel, una visibilidad, un espacio propio en el deporte que sirviera de referente para todas y, especialmente, a las niñas. 

En palabras de Irene Aguiar «De no ser por las categorías por sexo no sabríamos quien es Serena Williams».

@SoniaRadFem

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.