Transplante de útero (reflexiones irónicas irreprimibles de una feminista)

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Por Mara Ricoy Olariaga

Llegan las noticias, inundan las pantallas de móviles y televisores.

Ha nacido un bebé de un útero transplantado, perdón, de una mujer a la que se le había transplantado un útero.

-¡Qué maravilla!

-Pero el bebé ha nacido prematuro…

-Eso no importa,

-¡Qué maravilla!

-Pero la madre fue sometida a una cesárea, -Seguramente hubiese ocurrido igualmente,

¡Qué maravilla!

-Pero el utero era de su hermana…

-¿Y? Ella ya había tenido hijos ¿para que lo quiere?

-Pero su hermana ha asumido infinidad de riesgos y ha sido inducida a una menopausia temprana…

-¿Y?

Cómo puede ser tan egoísta una mujer como para andar por ahí con un utero que ya ha producido cuando su hermana no tiene ningún otro sueño más que el de ser madre.

Y por fin nos llegan las primeras imágenes, la madre llorando rodeada de prensa y señores médicos . Les abraza, murmulla, tiembla de emoción, ellos en su infinita condescendencia, se muestran modestos mientras posan para la prensa e intercambian apretones de manos. Les falta un puro, pienso.

El bebé por supuesto se llama Jesús.

La escena de la natividad del s.XXI es una en la que la mujer llora agradecida por el milagro de la maternidad a cualquier precio.

Y no, no hablamos de el milagro cotidiano que supone la maternidad sino de que el milagro puede obrarse si realmente lo deseas.

Y qué va a querer una mujer más que ser madre y quienes son los médicos y el juramento hipocrático para negárselo?

No sé si fue Disney o Mr. Wonderful o puede que la serie Friends, en algún momento la sociedad empezó a creer desde cierta infantilización colectiva, que los sueños si los deseas muy fuerte, o tienes dinero y alguna mujer que se deje explotar, comprar u operar (libremente) pueden hacerse realidad.

Ya no hay límites biológicos, eso es muy de siglo pasado, y entre historias lacrimógenas de carencias impuestas por una naturaleza fascista, nos acercamos al precipicio del vacío de la pregunta que nadie quiere contestar ¿quién eres tú para negárselo?

Y ahí ya cabe todo, ser hombre o mujer sin serlo, parir diciéndose hombre, extraerse leche sin glándulas mamarias, parir con el utero de otras, implantado, prestado, alquilado…

Las mujeres solo tenemos que desear y abrirnos de piernas o cerrar la mente o la cuenta en redes o la boca.

Cómo me gustaría conocer a esa hermana que la prensa oculta, conocer las historias de esas mujeres altruistas que regalan bebés como auténticas santas, esas de las que nunca sabemos nada. Ni antes ni después.

Cómo me gustaría saber qué vidas nos esperaban más allá de la maternidad, con o sin ella, esas que creímos posibles allá por los años sesenta.

Pero ahí sigue perpetuo, el destino ineludible, de la maternidad para realizarnos y los señores que la realizan por nosotras.

¡Qué maravilla!

@Matriactivista

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