En defensa propia

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Por Mara Ricoy Olariaga

México es un país donde prácticamente la mitad de las mujeres han sufrido algún tipo de
violencia sexual. Donde, en lo que llevamos de año, han muerto 227 mujeres y regularmente
se cuentan por miles al año. Y por supuesto a manos de hombres, generalmente del
entorno de la víctima. Una de ellas podría haber sido Roxana Ruiz, nativa de Oaxaca a la
que un hombre violó hace dos años; pero Roxana, de tan solo 22 años de edad, se defendió
y al intentar asfixiarlo, el tipo se dio un golpe en la cabeza y murió.


El caso de Roxana Ruiz ha tomado la prensa recientemente porque ha sido puesta en
libertad sin cargos. Sí, sí: la víctima de esta historia, la chica de 22 años, madre “soltera” de
un niño de cuatro años pasó nueve meses en un penal y esperando sentencia. Se pedían
para ella 6 años de cárcel.


En el forcejeo con el violador, éste expresó su intención de matarla. Pero la cuestión es que
para la mayoría de las mujeres en cualquier interacción abusiva con un hombre, y especialmente en una violación, lo que se “negocia” es nuestra supervivencia.
Un hombre o varios sometiéndonos están, implícitamente, amenazando nuestra vida. Una
violación se vive generalmente como un trámite horroroso para poder sobrevivir.


La sociedad sigue juzgando a la víctima, la mujer violada se suele juzgar ella misma,
revisando cada cosa que pudo hacer y no hizo. Pero luego hay todo un sistema social que se activa para preguntarle a ella el por qué de su violación.


Y si como en el caso de Roxana Ruiz, se sale con vida y se mata o malogra al violador. Hay
primero un asesinato y después, quizá con suerte, una víctima de violación. Como si no fuera bastante la cárcel mental a la que se condena a una mujer que se viola, como si el impacto de semejante crimen no fuese a dejarle secuelas de por vida. Se la envía a una cárcel donde, sin que nos sorprenda por desgracia, Ruiz dice que la trataron junto a las demás presas como si fueran animales.


El crimen es el asesinato, lo de la violación sigue siendo terreno farragoso especialmente en
países donde la misoginia campa a sus anchas. La primera vida que importa en un caso de defensa propia en una violación, es la del hombre. La vida de un violador siempre importa más que la de una mujer violada. Y eso, se diga o no, lo sabemos todas.


El juicio real nunca tiene lugar en un tribunal.
En defensa propia vivimos todos los días.

@matriactivista

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