Las hijas de Eva y el maldito dolor

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Por Mara Ricoy Olariaga

Leí el otro día un titular que decía que una joven de 18 años había fallecido tras confundir en su diagnóstico de urgencias un derrame cerebral con una otitis. Los hechos ocurrieron en Cádiz en Septiembre 2022, el relato de los hechos como madre se me hizo estremecedor, al leer cómo la madre de la fallecida insistía ante la evidencia contra quienes no la escuchaban: «había perdido el control de sus esfínteres, no soy médico pero ¿cómo de habitual es eso con una otitis en una persona de 18 años?».

No sabemos exactamente a qué se debió semejante negligencia, y el artículo que leí apuntaba a que no había nadie con experiencia suficiente al frente de las urgencias ese día y que, para cuando llegó ese alguien, fue ya demasiado tarde para salvar a esta chica. 

Me parece terrible y al mismo tiempo entiendo que los humanos somos falibles. Y que por doloroso que esto sea, puede ocurrir.  Pero este caso, aunque posiblemente no tenga nada que ver, trajo a mi cabeza otros y otro tema menos debatido que es el del sesgo a la hora de atender a las mujeres en emergencias hospitalarias. 

Hay un estudio muy interesante que siempre recomiendo que se llama “The girl who cried pain” (el título hace referencia al cuento del lobo y se traduciría algo así como “La chica que gritó dolor”) 

En ese estudio de 2001, Diane E. Hoffmann y Anita J. Tarzian señalaron que era más común que a las mujeres se las ignorara cuando se quejaban de dolor por considerarlo emocional o de origen psicológico y por tanto no real. Algo que, como dice la feminista Soraya Chemaly, va en paralelo con la invalidación que se hace de la rabia de las mujeres y que también se suele reducir a una debilidad mental en las de nuestro sexo. 

Las autoras del arriba citado estudio también hablaron de cómo los hombres y mujeres experimentamos el dolor de manera diferente, aunque no fueron capaces de concluir a qué se debía es decir, si era algo psicosocial o innato. Pero sí que descubrieron que las mujeres tendíamos a padecer más a menudo dolores crónicos y que estos no se trataban adecuadamente. 

Hay estudios que revelaron cómo una mujer y un hombre que llegan a urgencias con los mismos síntomas y describiendo un dolor abdominal de igual manera son tratados con analgesia con una diferencia de entre 20 y 40 minutos según su sexo, a la mujer siempre más tarde. 

Otro estudio nos relata como en el postoperatorio tras la colocación de un marcapasos a los hombres se les da analgesia y a las mujeres sedantes.

Los sedantes no quitan el dolor, calman la percepción de este y por lo tanto la forma de expresarlo.

Lo que me recuerda a las muchas referencias que me he encontrado en mi carrera profesional sobre la necesidad victoriana en Reino Unido de acallar esos sonidos sexuales que emitimos las mujeres en nuestros partos fisiológicos, y cómo el príncipe Alberto propuso que se le diera cloroformo a la Reina Victoria y luego  siempre se dijo que fue ella la que puso de moda la sedación en el parto. 

De ella dicen que estaba enamorada de su marido pero que odiaba parir. Las feministas sabemos que habría mucho que rascar en ese “titular”.

En el siglo siguiente se popularizó en Reino Unido la frase “Too posh to push” (demasiado pija para empujar) haciendo referencia a la Spice Girl pija Victoria Beckham y su cesárea electiva y juzgando en plan “chistoso” a cualquier mujer que tuviese una cesárea (y pese a que se popularizaron desde el sistema sanitario).

Las mujeres como siempre digo somos juzgadas en nuestros partos, no por lo que elegimos sino porque elegimos. 

Decía el otro día en un titular en La Voz de Galicia mi amiga, la abogada Francisca Fernández Guillen: “He llevado casos en los que a las mujeres se les ha hecho cesárea sin anestesia a pesar de sus gritos.”

Yo también conozco esos casos y los de epidural impuesta cuando no la querían. Se desoye a las mujeres, y no se nos cree. Ocurre en la violación, en el juicio, en el banco y en el hospital.

O en casa, observo como a veces digo algo y pese a que hablo el mismo idioma que mi marido, él lo repite. A este fenómeno lo llamo  traductor patriarcal o el sello de aprobación del patriarcado. 

Si no me lo tomara con humor quizá ya no estaba aquí.

Pero ocurre y es importante. El por qué no se nos escucha o no se nos cree… No sé, pero especulo sobre el origen de este sesgo, además de la inherente misoginia, quizá es porque no somos la voz importante. 

Por ejemplo, hay una estadística que nos dice que el 70% de las películas americanas están narradas por hombres. Y no se nos olvide que para la mayor parte de la población el narrador último, Dios, es un hombre. 

La voz de las mujeres de hecho está cambiando es cada vez más grave y hay estudios que demuestran que las voces más graves consiguen puestos de mayor poder. ¿Casualidad? ¿Machismo? ¿Naturaleza primate? 

A mí lo que me parece doblemente insultante es que se nos venda que somos débiles y luego no se escuchen nuestras quejas. 

Y hay infinidad de ejemplos, las mujeres con endometriosis llevan años diciendo que no se las escucha: 176 millones de mujeres en el mundo sufren de endometriosis.

Las mujeres que después de los cuarenta por fin encuentran un diagnóstico para su autismo, y es que para muchas enfermedades el perfil medio es masculino. Las niñas autistas no manifiestan los mismos rasgos que los niños tal y como explica Judith Gould en un estudio del 2017. 

Y nos ha llevado tiempo saber que los síntomas de infarto popularizados en las campañas eran específicos de los hombres.

Para las mujeres además de los síntomas clásicos y de dolor en el pecho es más común el experimentar náuseas, sudores, vómitos, dolor en el cuello, mandíbula, garganta, abdomen o espalda (Asociación para la salud del corazón de Estados Unidos)

He intentado señalar en el artículo que los estudios que se han hecho para señalar este sesgo los han llevado a cabo mujeres. Y es que solo las mujeres salvarán a las mujeres, no puedo evitar recordar el caso de Aitana Fernández, que aún sigue buscando justicia por la muerte de su hermana Andrea en Asturias, que murió de meningitis atada a una cama del HUCA. 

Andreas, una psicóloga social que fue cuatro veces al hospital y a la que finalmente se trató con sedantes y se ató durante 75 horas porque se decidió que lo suyo era un brote psicótico. 

Es verdaderamente terrorífico. Ojalá encuentren, al menos, justicia. 

También pienso en las madres de una asociación irlandesa con la que estuve en contacto y que buscaron justicia durante más de 30 años por ser víctimas de un procedimiento terrible que se llevó a cabo en los partos en Irlanda desde el 1940 al 1980.

Las sinfisiotomias que consistían en seccionar parte del sinfisis pubico, el cartílago que une la  pelvis en su zona delantera para literalmente abrir la pelvis. Una brutalidad que por suerte cayó en desuso. Pero cuyas afectadas tuvieron todo tipo de traumas físicos y emocionales de por vida. Finalmente fueron compensadas por el gobierno Irlandés. 

Yo ahora a mis 49 años, sabiendo lo que sé, suelo decir dos cosas a otras mujeres. 

Una: Sólo con uno de estos estudios ya tenemos razones suficientes para tomar las calles 

Dos (y esto se lo digo también a mi hija): Quejaos, no os contengáis, ni dudéis de vuestro instinto, reclamad y buscad profesionales feministas. 

El desoír el dolor de las mujeres está relacionado directamente con una cultura misógina que solo puede darse silenciando el sufrimiento de las mujeres, sea durante la ablación de una niña, en un hospital o en el porno. Es parte de nuestra objetificación.

En cualquier caso si alguien está deshumanizado es quien ya no nos oye. 

@Matriactivista

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