Mira, una pregunta: ¿Por qué odias a las mujeres, maricón?

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Por Ana Monzón

Lo gay no quita lo misógino. La política de esta última legislatura nos ha revelado a las feministas lo arraigada que está la misoginia en este país, pero una bofetada en la cara, aunque metafórica, ha sido darnos cuenta de cuánto nos odia el colectivo gay.

La misoginia en los hombres homosexuales ha sido tema tabú dado que históricamente han sido oprimidos y perseguidos. Es en democracia y con las leyes para el colectivo LGBTI, principalmente impulsadas por los gobiernos socialistas, que adquieren los derechos que como ciudadanos de iguales mandata la Constitución. En política militan mayoritariamente (o abiertamente) en el PSOE. El apoyo de las feministas socialistas a estas políticas siempre fue férreo e incondicional, abierto y sin fisuras. A la par que las políticas feministas, se abría un camino de cordura en la España posfranquista de consecución de derechos inexistentes hasta entonces para el colectivo pero, hete ahí que algo se va torciendo en el socialismo masculino que carga para la derecha: el Lobby Gay.

Hasta hace bien poco, nombrarlo era motivo de burla por parte de los propios gays con abiertas carcajadas negando la mayor y ridiculizando la aseveración de su existencia. Mientras, tomaba forma no solo en el socialismo, sino en la vida pública y social como subgrupo cerrado y limitado: no todos los gays pueden pertenecer al lobby. Eran, y son, de clase social acomodada, profesionales independientes, que no formados académicamente por definición, y a medida que unos pocos iban tomando posiciones de poder político con influencia, han ido colocando a los miembros del colectivo que han sido fieles y que les podían servir de apoyo o altavoz para los intereses como grupo de presión: en política y medios de comunicación principalmente, áreas ambas de influencia pública.

El poder y antifeminismo del Lobby Gay se ha puesto de manifiesto con diferentes acontecimientos políticos y sociales recientes. Declaraciones soberbias y altaneras del secretario LGTBI del PSOE, Víctor Gutiérrez, desautorizando a las feministas socialistas en general, calificando como “traspiés” a las opositoras del partido a la llamada ‘ley Trans’. Refrendando este despropósito le siguieron en cascada el secretario LGTBI en Madrid, Santi Rivero y su homólogo andaluz, Manolo Rosado, con insultos explícitos a las feministas, amén del reiterado empeño del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, de dirigirse a las mujeres como “colectivo”. La ley Trans, las feministas no paramos de denunciarlo y advertirlo, es lesiva para los derechos de las mujeres y su existencia como sujeto político, además de para la Igualdad. Ellos la defienden. También se muestran claramente a favor de la legalización de la prostitución y de la regulación de los vientres de alquiler, ilegal en este país. Lo manifiestan abiertamente aún en contra de las líneas programáticas de su partido y no son penalizados ni apartados por ello. 

Vientres de alquiler, práctica prohibida en España pero con posibilidad de inscribir a los niños gestados en el extranjero, fue una instrucción propuesta por el fallecido socialista Pedro Zerolo e impulsada por asociaciones de familias para procurarse descendencia con su esperma. Contratar el cuerpo de una mujer para gestar y parir un hijo y luego entregarlo por una cantidad de dinero que la saque un tiempo de una situación miserable económicamente es misoginia. Esta práctica ha sido defendida e impulsada mayoritariamente por colectivos gays. 

Los avances políticos y sociales de derechos han ido dejando al margen, como quien no quiere la cosa, a las lesbianas, mujeres que han sufrido, además de la condición prohibida y marginada de la homosexualidad, el hecho de serlo como mujeres. Un evento revelador son las celebraciones del Orgullo de todo el país, donde las lesbianas no participan o lo hacen de una manera marginal y con grupos minoritarios porque se han sentido relegadas y ninguneadas por los miembros GBTI. Lo que podemos ver de la fiesta son hombres, hombres vestidos de mujeres y hombres  disfrazados en unos espectáculos de imitación y ridiculización de las mujeres con claro carácter de género. En este punto cabe recordar también la foto oficial conmemorativa del Orgullo del entonces portavoz de la ejecutiva Federal del partido, Felipe Sicilia, donde le acompañaban varios hombres y ninguna mujer.

En el plano social se mueven marginando. Marginan a los gays que no consideran de su condición o no tienen posibilidades de influencia o estatus que ellos poseen, no todos los gays pueden pertenecer al lobby.  Los reconocerás porque normalmente no nos llaman por nuestros nombres, siempre somos un apodo (rubia, amiga, cariño, gordita…); se hablan entre ellos en femenino; se felicitan por el 8M. Te recuerdan que todos los hombres son gays o lo desean y los que no lo son es porque no lo han descubierto. Se juntan con heteros para hablar de nuestro aspecto. Se han adueñado del conocimiento sexual, son los ‘auctoritas’ del placer y la diversión en el sexo. Las mujeres no practicamos sexo o el que tenemos es precario y escaso. Si no vamos por la vida de manera promiscua somos aburridas o infantiles. Machismo en estado puro. Y marginan a las mujeres, que hemos apoyado con nuestros votos las políticas LGTBI; que con nuestra comprensión incondicional hemos cuidado de los que iban saliendo del armario y enfrentándonos a los hombres que los han atacado por ello. En medio de más de un “¡maricón!” nos hemos metido. Madres, hermanas, amigas, ¡novias!.. todas.

La política no aparta o cesa a sus cargos manifiestamente contrarios al feminismo. Qué poder tiene el Lobby Gay para campar a sus anchas con descalificaciones impropias de cargos políticos hacia las mujeres y hacia la defensa de políticas feministas. Nos hemos quedado huérfanas de voto. Vienen elecciones y el feminismo no vota traidores. Ahora mismo somos el nicho de votos, la mitad de la población, más maltratado de la historia política de este país (aunque Marlaska y Rodrigo Sorogoyen digan que son los transgénero). “Tránsfobas”, “homófobas”, “fachas y fascistas”, odiadoras de algo, de todo. ¿Qué por qué el colectivo gay es misógino? La respuesta es clara: porque son hombres. Pero hay algo más doliente en su misoginia que no es la intención de posesión y supremacía sobre nosotras: es una componente de desprecio. Así que mira, maricón, una preguntita: ¿por qué odias a las mujeres? 

@Ana_Monzon21

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