¿Por qué no hablamos de lo nuestro?

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Por Karina Castelao.

Hace ya algún tiempo, una compañera me dijo que le prestamos demasiada atención a lo trans y que como feministas nos deberíamos centrar en luchar contra las opresiones a las que se ven sometidas las mujeres y niñas en el mundo y en España en particular: violaciones, agresiones sexuales, sexismo, asesinatos, prostitución, vejaciones, discriminación, brecha salarial, violencia obstétrica, invisibilización, maltrato… y tiene toda la razón. Ojalá esta sea la última vez que tengo que hablar de lo trans. Pero me temo que no va a ser así. De hecho, creo que esto tan solo acaba de empezar.

El feminismo se debería ocupar, como los últimos 300 años, de los padecimientos que sufren las mujeres en manos de los hombres, y luchar para liberarlas de tales padecimientos. El feminismo se debería ocupar de la liberación de la mujer de la opresión patriarcal y así conseguir la igualdad real de los sexos mediante una sociedad justa y equitativa. ¿Por qué entonces perdemos el tiempo hablando de los trans y del transgenerismo? ¿Por qué no vamos a lo nuestro? Porque nos están arrebatando lo nuestro.

Yo, particularmente, les daba todas las opresiones femeninas a cualquier colectivo que las quisiera. Pero el patriarcado sabe muy bien a quién oprimir porque lo hace en función de lo que tenemos entre las piernas (sexo) cuando nacemos. Así de simple y así de injusto. Si entre las piernas hay un pene (sexo masculino), no se oprime, si hay una vulva (sexo femenino), sí. Y eso es así porque esa vulva significa que ese bebé, cuando crezca y sea adulto, va a poseer un diferencial biológico con respecto a quien no la tiene, y va, a buen seguro, a menstruar o poder gestar y parir. Solo por ese pequeño detalle tan arbitrario y adventicio que diría Emilia Pardo Bazán, el patriarcado ya le asigna a los bebés con vulva un lugar secundario en la sociedad (género femenino) y a los con pene, el principal (género masculino). El privado y el público. El dependiente y el independiente. El sometido y el dominante. El Uno y la Otra.

Entonces, ¿por qué nos preocupamos de lo trans? ¿Por qué perdemos horas y horas de tiempo en batallar contra los transactivistas y aliados, en redes y fuera de ellas, en vez de batallar contra el patriarcado opresor? Porque después de esos 300 años de lucha feminista, hemos conseguido que las mujeres y niñas, que son esas personas que nacieron con vulva (sexo) tengan unas pocas leyes que compensen esa desigualdad que supone que la sociedad les asigne ese papel secundario (género). Y así poco a poco, haber logrado en estos tres siglos que todas las personas adquieran la misma relevancia e importancia social, al menos en el papel.

Pero con la aprobación de una ley como la Ley Trans, que permite que esas leyes que compensan la desigualdad no se establezcan en función del sexo real, sino, como dice la propia ley, del sexo sentido, igualando legalmente el sexo (conjunto de características orgánicas que diferencian a los machos de las hembras de las especies sexuadas) con el género (conjunto de roles, estereotipos, mandatos y normas atribuídos a los individuos según su sexo) , las personas que adopten el sexo contrario al “asignado” al nacer, también serán acogidas por esas leyes compensatorias. Y entonces esas leyes no valdrán para nada, porque su única razón de ser (compensar las desigualdades que la sociedad patriarcal crea en función del diferencial sexual de las personas), dejarían de existir.

Cuando el feminismo dice que las leyes de autodeterminación de sexo ponen en riesgo los logros feministas, es porque alteran la realidad de los hechos en los que están fundamentadas las leyes basadas en sexo. No hay derechos exclusivos para las mujeres, hay leyes de protección y compensación específicas porque la mujer es la que sufre la desigualdad estructural en el sistema patriarcal. Si desaparecen esas protecciones específicas, no hay forma de luchar contra la opresión. Que existan leyes que eliminen la categoría sexo como una realidad material y la sustituyan por sexo como una autopercepción, va en contra de las políticas de protección y compensación a las mujeres, como lo es la Ley Integral de Violencia de Género o como la Ley de Garantía integral de la Libertad Sexual (ley de “solo sí es sí”).

Si cualquier persona que ha vivido como hombre la mayor parte de su vida cambia de sexo registral y comete un delito donde la ley establece que hay un agravante por género, ese agravante pierde toda la razón de ser y, al final, la ley que lo sustenta, también.

Si una persona que ha vivido como hombre la mayor parte de su vida cambia de sexo registral y agrede a su pareja mujer, ésta ya no se puede acoger a la Ley Integral de Violencia de género.

Si una persona que ha vivido como hombre la mayor parte de su vida cambia de sexo registral y agrede sexualmente a una mujer, ya no se puede aplicar en esa agresión el agravante de género y por tanto, no puede ser acogida bajo la Ley de Libertad Sexual.

Si una persona que ha vivido como hombre la mayor parte de su vida cambia de sexo registral y comete un delito, ingresará en una cárcel de mujeres. Y recordemos que la Ley Trans no exige absolútamente ningún requisito para efectuar tal cambio, ni médico, ni testifical ni tan siquiera formal, como sería cambiar el nombre.

Pero no solo hablamos de futuribles. Está pasando en paises donde leyes similares han sido aprobadas hace ya algunos años. Es demasiado fácil cometer fraude de ley porque la propia ley impide los mecanismos que posibilitarían identificar tal fraude al legislar sobre autopercepciones y no sobre hechos objetivos. Y al final los procesos judiciales acaban perjudicando siempre al más desfavorecido, a las mujeres.

Y ahora aquí, en España, a la ya ingente cantidad de personas que se autodeterminan mujer y desplazan a mujeres de los lugares que legalmente les corresponden, hay que unir a cientos de personajes mediáticos sobradamente conocidos por su negacionismo de la violencia machista, abogados que trabajan defendiendo a maltratadores en juzgados de Violencia de Género o individuos en proceso de separación a recomendación de sus asistentes legales, que han iniciado los trámites de cambio de sexo registral al amparo de la flamante Ley Trans, esa que no exige requisito alguno y que incluso introduce el término de discriminación “por error” en los supuestos en los que la apariencia física lleve a malgenerizar o cuestionar la condición de mujer de quien dice serlo.

Todas sabemos que ninguno de estos individuos ha sufrido una “epifanía de género” como dice una amiga mía, y que sus intenciones no son otras que las de “acabar” con el feminismo y con lo que ellos entienden son privilegios de las mujeres. Porque desde su posición superior en la jerarquía sexual, lo que para nosotras no son más que medidas de equidad, en ellos ciertamente se convierten en privilegios. Pero ahí están iniciando su cambio de sexo registral, ese que tramita por completo un funcionario del registro civil, sin mayor dificultad que la de tenerse que presentar en tres meses como máximo a ratificar la decisión y, posteriormente, cambiar el apunte del sexo en la tarjeta de la seguridad social y en el carnet de la biblioteca.

En resumen, no podemos ocuparnos de lo nuestro si lo nuestro deja de existir. El feminismo es como un camino lleno de obstáculos, pero si uno de ellos es una bomba que pretende dinamitarlo, o la apartamos o no habrá más camino. El otro día leí que si una ley no beneficia a toda la sociedad sino solo a un pequeño grupo perjudicando al resto, era una ley fascista. En una ley que beneficie a los ricos frente a los pobres (las leyes tributarias en paises como EEUU), lo entendemos perfectamente. A ver si también lo entendemos con una ley que beneficia a un pequeño grupo de personas, sabiendo que ya hay todo un ordenamiento jurídico que las protege frente a cualquier tipo de discriminación, pero que perjudica a la mitad de la población.

Como tengo por ahí escrito, trescientos años luchando para ser el estándar de ser humano y ahora no somos ni estándar de mujer.

@karinacastelao

1 COMENTARIO

  1. Brillante. Lo que llevan tiempo colándonos no es más que un intento por mantenernos a raya, como siempre están haciendo. Lo que acarrea lo sabemos de sobra: mujeres y niñas desprotegidas, vientres de alquiler, transhumanismo, pedofilia…

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