Los dos demonios

Este poema está dedicado al poeta Ósip Mandelshtam, al que en una madrugada del mes de mayo de 1934 fueron a buscarle a su casa agentes estalinistas, se lo llevaron arrestado y nunca más supimos de él. En ocasiones, el estado es el peor enemigo de los poetas, pero desde las mazmorras más profundas del más bastardo de los estados, los poetas seguiremos amando, continuaremos escribiendo……

Gitana de Bengala, al principio creí que atesorabas la palabra irreligiosa,

el corazón encimado sobre las tablas de la ley del orden políticamente correcto.

Pero, un dolor trigémino se nos enfiló como prolongación de la muerte y todo

se fue entenebreciendo hasta que ambos demonios, el de la raza y el del Partido,

te abrieron hasta el asta de tu sonrisa de niña egipciaca.

Ya no se abría ninguna alabanza bajo tus sienes,

escasas formas lumínicas tomaban parte, forma y acta de vencimiento arremangadas

sobre tu rostro de ocre benigno, convulso por las adivinaciones que ya no practicabas,

y serio por esas poses de intestino grueso que te obligan a adoptar las bulas de la

corporación a la que sirves.

Yo, por mi parte, pesquiso en soledad el Romancero gitano, la piedra imán que sea

capaz de atraerte, el conjuro romaní que libere tus muñecas, llagadas en carne viva,

por esos dos demonios, la raza y el Partido.

¿Y si la amistad se trocara en la verdad, y si el mundo representara la oscuridad,

apellido espúreo de la mentira?.

El payo y la gitana, Prosper Merimeé y Papusza, el alambre de púas del infierno

arrebatado contra el amor, la predilección, la amistad, el querer…

Es y será siempre así, la bienquerencia de un poeta frente al gladius de ponzoña

de la corporación.

La esencia, la sustancia y la criatura se revuelven hacia el Oriente y reclaman el

auxilio de algún extraño para vencer a esos dos demonios, la raza y el Partido,

generatrices del estado y del miedo.

Estar prendado del ocre furioso de su rostro, aunque sea platónicamente,

es detentar un plus de vida y es muy posible que de tanto sublimarla, yazca incólume,

ensimismado bajo sus extremidades nubladas de opresión.

Los poetas no comemos endogamia, ni destino, ni raza, ni partido, es más, nos

alentamos de una luz eucarística, la única posible.

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