Trabajadores vs. empresarios

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Los empresarios se quejan de que están siendo sometidos a una campaña de desprestigio. Según ellos mismos, esta campaña tiene sus raíces en un sector del gobierno y en algunas formaciones políticas, sobre todo en las que están a la izquierda del PSOE.

Los medios afines al capital siguen defendiendo los principios de la filosofía franquista, diciendo sin tapujos que los empresarios nos dan de comer, nos miman, nos protegen… Esto, a todas luces, es una mentira que de tanto usarla a calado entre bastantes trabajadores, sobre todo entre aquellos cuya conciencia no está todavía lo suficientemente despierta.

Del capitalismo monopolista de estado del fascismo franquista, nuestra sociedad ha evolucionado hasta el puro capitalismo salvaje. Si en algo ha cambiado el sistema, es en mejorar enormemente los beneficios del capital, sin embargo, los trabajadores, seguimos sin mejorar de forma destacable nuestras condiciones de vida.

Comparado con los países de nuestro entorno, el desempleo es muy alto. Así que nos hemos habituado ya a sacrificarlo todo en pos de la creación de empleo. Esto es aprovechado por los ideólogos de la derecha capitalista y reaccionaria para que, en defensa de los empresarios, añadan una virtud más a la clase empresarial. Esto es, que los empresarios son los que crean empleo, y tantas veces lo repiten que parece que cuando alguien monta una empresa lo haga para dar de comer a los pobres trabajadores que no somos capaces de desenvolvernos sin la tutela paternalista de los buenos empresarios. Sin embargo, la realidad es otra, y es que, el que monta una empresa lo hace mirando su propio beneficio, es más, cuando empieza la actividad empresarial lo hace contratando justo a los menos trabajadores posibles. Cuando la empresa desarrolla su actividad y el mercado demanda más productos de los que oferta la empresa, el empresario amplía el número de trabajadores de su empresa para conseguir más beneficios, puesto que por cada trabajador que contrate él amasará más capital, pues según la teoría de la plusvalía de Marx cada trabajador que contrate le aportará más ganancias. Osea, que quien crea empleo en la sociedad capitalista, no es el empresario sino el mercado. Esto, en el mejor de los casos, por que la inmensa mayoría de los empresarios, intentan abastecer el aumento de demanda sin contratar nuevos trabajadores, a tanto llega su obsesión por no ampliar la plantilla, que ofrecen a los trabajadores ya contratados alargar su jornada de trabajo a cambio de un ridículo salario extraordinario. Así que una cosa es lo que nos cuentan, y otra lo que es.

Cuando la economía, dentro de los ciclos de la evolución capitalista, está en los picos de ascenso y se crean más puestos de trabajo, el mérito de la creación de empleo se lo apropian los empresarios y los gobiernos. Por cierto, estos últimos, más que méritos, lo que tienen es la suerte de que su legislatura coincida con un ciclo de bonanza económica, entonces, girando la ruleta de la razón, intentando que el premio caiga de su parte, es tan frenética la velocidad, que la fuerza centrífuga nos expulsa a los ciudadanos de a pie del juego, dejándonos al margen de cualquier mérito, porque, dan a entender que lo único que hacemos es trabajar, y esto, el que tenga la oportunidad de hacerlo.

Cada vez somos más los que nos atrevemos a afirmar que los que creamos riqueza y hacemos funcionar el mundo somos los trabajadores, poniendo al servicio de nuestra sociedad, nuestra fuerza de trabajo, y el problema de las desigualdades no es que no haya bastante para todos, si no que la riqueza está mal repartida, porque el poder de la distribución de esta se lo adueñan el capital y los poderes políticos que actúan conjuntamente en su propio beneficio.

Las cifras de desempleo en nuestro país son de las más alta de Europa, así que, en el supuesto de que los empresarios creen empleo, en España lo están haciendo muy mal, porque no son capaces de absorber la oferta de fuerza de trabajo. Esto es, que incluso dándoles la razón, no hacen bien ni aquello que ellos dicen que es su principal objetivo.

El capitalismo liberal se opone de forma radical a que los Estados intervengan en el mercado. Sin embargo, las grandes corporaciones financieras representadas por las empresas energéticas, los fondos de inversión, las empresas armamentísticas, las tecnológicas, etcétera… manipulan los mercados a su antojo. Compran y venden empresas según su estrategia corporativa, con el fin de aumentar sus enormes beneficios. Cuando una empresa cambia de dueño la primera medida que toma este, es reducir drásticamente el número de trabajadores. Así que no alcanzamos a vislumbrar el objetivo social de las empresas de crear empleo.

 Es en la empresa capitalista, donde de forma más clara podemos observar la despiadada lucha de clases a la que nos referimos los marxistas. Los trabajadores, con nuestro esfuerzo, creamos riqueza; sin embargo, esta riqueza se la apropian los empresarios, y a la hora de repartir, son ellos los que deciden como se hace. Los trabajadores queremos, justamente, ampliar la retribución que nos corresponde, y el empresario, justificándose con la idea de que la empresa es su propiedad privada, y ante la desfavorable correlación de fuerzas nos retribuye intentando que eso, que para él es un enorme gasto, sea de la menor cantidad posible. Si nos detenemos a observar profundamente lo dicho sobre la distribución de las ganancias de la empresa, nos damos cuenta de que estamos ante una pugna brutal, muy importante, dado que más allá de la fría cifra contable, el salario es el sustento vital de la clase trabajadora.

Se me ocurre que la solución, es acabar con la propiedad privada de los medios de producción, y sustituir la actual forma de empresa, dominante en la economía capitalista, por cooperativas administradas con un régimen de democracia obrera, donde todos los que contribuyan a la producción tengan la capacidad de decidir en las cuestiones que afectan a la cooperativa. Hay que aclarar que estas unidades de producción, no pueden ser al uso de las que hoy se denominan cooperativas. Si constituimos uno de estos centros de producción con, por ejemplo, diez socios; y más tarde nos hacen falta más trabajadores para satisfacer la demanda, no podemos contratarlos como personal laboral al servicio de la cooperativa, porque volveríamos al estado de relaciones de trabajo capitalista. Si se amplía la colaboración de más personas en la cooperativa, deben de ser en pie de igualdad, con los mismos derechos y la misma capacidad de decisión que los demás socios. Intentando de esta forma hacer patente el viejo dicho obrero «Si nadie trabaja por ti, que nadie decida por ti».

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