Educación feminista: una garantía de futuro

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Aunque a priori las percepciones sobre violencia machista son cada vez más negativas (no lo suficiente), el problema persiste. Nuestros adolescentes no reconocen como tales conductas claramente violentas y el machismo sigue teniendo un papel protagonista en sus relaciones de pareja. La violencia machista aparece en edades tempranas  y las primeras relaciones de pareja en adolescentes dan claras muestras de desigualdad y de dominación.

A nivel social, laboral, económico, sexual, médico, la violencia contra las mujeres está presente, casi institucionalizada. Violaciones grupales en Brasil, feminicidios en México, mutilación genital en algunos países de África y Oriente Medio o el hecho de que casi uno de cada tres europeos justifique el abuso sexual constatan que es un problema que no desaparece.

La prostitución en España, que se sitúa en la alegalidad, sigue en la calle, en pisos y clubs… y en internet. Alrededor de un tercio de los hombres (el 32,1%) reconoció haber pagado dinero por mantener relaciones sexuales la última vez que el Centro de Investigaciones Sociológicas preguntó por el consumo de prostitución en España, allá por 2008. El 10,2% señaló que solo había pagado una vez en su vida y otro 21,9% reconoció que habían sido más veces.

En España y a fecha de hoy 15 mujeres han muerto ASESINADAS (por mucho que los titulares de algunos medios se empeñen en tirar de eufemismos insultantes para la víctima que maquillan la realidad) a manos de sus parejas o exparejas.

Descendamos a la cotidianidad. Al día a día.

Las niñas y niños son nuestros espejos. Estas conclusiones nos deberían hacer reflexionar sobre cómo estamos educando a nuestros hijos, qué ejemplo les estamos dando. La semilla de la violencia contra las mujeres germina (o no) en la infancia y la educación que estamos dando a nuestra hijas e hijos puede ser un potente abono.

Nuestra sociedad está lastrada por una educación machista desde hace siglos, por una educación que ningunea a la mujer y que la reduce a un instrumento sexual, reproductor o a mano de obra barata. A una figura sumisa a disposición de muchos hombres: su padre, su marido o su jefe. Sometida y dominada por quien anuló sus derechos y libertades. La mujer, un individuo cuyas conquistas sociales (el derecho al voto o a trabajar, o estudiar una carrera, derechos que a los hombres no les cuestionan) han supuesto una lucha. Todas y cada una de ellas. Y seguimos luchando.

La llave de todo, como siempre, es la educación, invertir en ella. Las políticas de igualdad (?) y la lucha contra la violencia machista no servirán de nada si seguimos educando como lo hacemos hasta ahora. Tenemos que resetearnos y abrir los ojos, hacer autoexamen y reconducir y reconvertir los criterios y roles educativos hacia la igualdad. Ese y sólo ese es el principio del fin del terrorismo machista.

Nuestros hijos e hijas deben tener claro (e insisto, depende de nosotros, sus madres y padres) que la mujer es dueña de su cuerpo, que no es un instrumento en manos del hombre, que tenemos las mismas obligaciones y derechos y que gozamos exactamente de las mismas libertades. Hay que desterrar los rosas y los azules de la vestimenta, el ocio y el comportamiento de nuestros menores. Esta abolición de estereotipos sexistas que forma parte de la agenda feninista, estereotipos de los que tambien se nutre la violencia contra las mujeres, choca frontalmente con la reciente entrada en vigor de la Ley para la Igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos LGTBI, más conocida como Ley trans, que establece como validos para la detección y determinación de la “identidad de género” de nuestras pequeñas y pequeños protocolos basados en estos estereotipos sexistas

Hay que desterrar la cultura de la violación (el porno es una prueba de lo establecida y aceptada socialmente que está esta cultura), la instrumentalización y sexualización del cuerpo femenino (algunas campañas publicitarias dan fe de ello) Otro palo en la rueda feminista que introduce el ministerio Montero, que no tiene una postura definida y abolicionista en lo que a prostitución o vientres de alquiler se refiere y que ondea, con un orgullo rayano en el delirio, la bandera de la ley Solo sí es sí que, a fecha de hoy, ha reducido más de 700 condenas a agresores sexuales y ha permitido la liberación de más de 70 de ellos.

La costilla, la serpiente y la manzana: el sometimiento de la mujer al hombre también emana de la educación judeocristiana que otorga a la mujer el dudoso honor de ser la fuente del mal  (la manzana otra vez) que echó a Adán del Paraíso, y por extensión origen de todo el mal en el mundo.

Esto es lo que estamos transmitiendo a nuestras hijas e hijos: desigualdad, sentido de la posesión del hombre sobre la mujer y de sometimiento de la mujer al hombre. Y esto lleva a que en todos los niños haya potenciales maltratadores y en las niñas potenciales víctimas. 

Hay que inculcar a las niñas y a los niños que las mujeres son plenas sin un hombre a su lado, que el amor romántico no existe, que los chicos pueden bailar o escribir poemas sin dejar de ser hombres.

La resistencia de muchos hombres a abandonar su dominio sobre la mujer también se transmite de padres a hijos, y aferrarse a ella, como lo hacen muchos, nos hace pensar sobre problemas de autoestima y de egos pobres. Porque nadie que se sabe suficientemente válido necesita someter a un igual para brillar.

Por Marian Lorenzo (@_marian_is_back) y Belén Moreno (@belentejuelas)

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