Aparece en Bélgica un dodecaedro romano. Una de esas piezas sobre la que se han escrito ríos de tinta dada la imposibilidad para saber exactamente qué son y para qué se utilizaban. El dodecaedro romano es una figura geométrica con doce caras pentagonales perforadas con círculos no idénticos y rematadas en los vértices con pequeñas bolas que sobresalen. Datan de los siglos II y III d. C, son huecos y tienen el tamaño de una pelota de tenis, aunque los ejemplares varían en factura y dimensiones. El primero se encontró en 1739 en Aston, Inglaterra, y desde entonces se han descubierto unos 120 en Europa, más los que pueda haber en colecciones privadas o aún enterrados.
El último ha aparecido en la localidad belga de Kortessem. Un arqueólogo aficionado llamado Patrick Schuermans, que exploraba un campo de labranza con un detector de metales, se topó con un fragmento metálico de unos 6 centímetros que ha resultado ser un dodecaedro, y se lo entregó a la Agencia del Patrimonio de Flandes.
La lista de posibles usos que se les atribuyen es amplia y variada: un arma, una herramienta para planear la siembra, un candelabro, un aparato para tejer guantes, un juguete, un amuleto, un dado, un peso para las redes de pesca, un instrumento musical, un portaestandartes, un artilugio para calcular distancias en el campo de batalla, una junta o un utensilio para calibrar tuberías. La última explicación la han dado los arqueólogos belgas que han estudiado el objeto, y es que sospechan que se empleaban en rituales mágicos relacionados con la brujería o la adivinación relacionados con el mundo Celta.