Enrique Madrazo Gutiérrez.
¡ADVERTENCIA!: el autor omite los signos de puntuación y las mayúsculas con el fin de conseguir un efecto poético en el relato.
PRINCIPIO MATEMÁTICO
El que haya rebasado con creces el límite de la sensata juventud parece haberme dotado del peor superpoder que existe y a pesar de que contoneo la cadera dos tres veces al día carlos cree que otra vez los zapatos mastican la planta de mi pie izquierdo que aun siendo verdad no es para nada es mi intención y de esta manera cojeando termina él susurrándome como echando en cara volvamos a casa si quieres y sin esperar respuesta se abraza a su mujer invisible
de cualquier manera desgarro mis vestiduras porque creo poseer aún ese principio matemático que provoca una reacción objetivamente demostrable hacia el cuerpo ajeno es decir
estás de muy buen ver como dice luca un compañero del trabajo seguro que te he hablado de él fíjate que el viernes pasado me acompañó hasta el portal paraguas en mano y menos mal porque si no
palabra por palabra así se lo he contado a carlos pero él sólo ha mirado de reojo y se ha encogido de hombros sumergiéndose en un recipiente de inercia que le hace indestructible un recipiente que ha ido construyendo poco a poco casi sin darme cuenta hasta ocupar todo el espacio el suyo y el mío un recipiente decorado por su pasividad
que es también la mía
ayer por ejemplo no pude aguantar más no quisieron mis caderas y tras la cena con los de la oficina quisimos todos celebrar el fin de semana y sí es verdad llamé a carlos estamos aquí todos bailando anímate pero él hizo relectura de sus clásicos estoy cansado no tengo ganas pasadlo bien y yo claro no quise llevarle la contraria y mis caderas funcionaron como andamio y el resto de mi cuerpo fue estrategia y así surgieron sus ojos señalando acusando haciéndome visible convirtiéndose poco a poco en él tercera persona de un no tan singular todopoderoso masculino y yo sonreía como hacía mucho que no lo hacía sonreía con descaro la lujuria haciendo cosquillas en el pensamiento
queda todavía obscuridad que sirve de camuflaje para mi regreso fuera los zapatos el vestido la vergüenza y así de puntillas caminando con la sutileza de una borracha que insiste en corregir el rumbo llego hasta el silencio de la habitación y me dejo caer sobre mi trozo de colchón al otro de la frontera
carlos por supuesto arruga los párpados la almohada como queriendo ignorar estos crujidos inconscientes que nacen también de mi obscura plataforma de deseo hasta que uno a uno vamos desvaneciendo la consciencia en fugaces suspiros dejándonos broncear por los sueños mientras la libido se balancea por mi frente y su orgullo
por la mañana al despertar le respondo que bien
no le cuento que acabamos todos bailando en una disco sin nombre o que acabé bebiendo dos ron cola ni que bailé hasta olvidar el boicot de los pies ni por supuesto le digo que absolutamente todos se fueron muy pronto a excepción de luca y yo
yo que siempre le he contado le he dado detalles de mis evasiones y huídas ahora decido callar cuando me pregunta si lo pasé bien anoche
bien respondo y me encierro en el cuarto de baño sin decirle nada más
él ya imaginará
se quedará al otro lado de la puerta en silencio poniendo a fuego lento sus pensamientos agitándolos dejándolos rebosar
luego salgo con prisa le digo que tengo que hacer un recado y sin escuchar sus protestas cierro la puerta de la calle
sé que va a sospechar algo así que compro además una botella de vino y para cuando llego a casa la dejo en la cocina y vuelvo a encerrarme en la habitación sin dar ninguna explicación
carlos me espera en la cocina plantado junto a la botella de vino haciendo cábalas volviendo rizada su intuición
a por una botella de vino has salido me pregunta mientras se aferra al reflejo de mi mirada
digo que sí para esta noche y sin embargo carlos guarda silencio a pesar de que él mismo ha sacado la botella de la bolsa de papel intimissimi
qué estará imaginando seguramente no demasiado todavía atorado en su recipiente de inercia que atrofia las palabras hasta que por fin se decide y nada es lo que dice
por la tarde la llamada de teléfono
pregunto quién es y me levanto me alejo me voy hasta la habitación lejos de Carlos mientras mis palabras se llenan de torpeza
cómo se te ocurre increpo con suavidad al teléfono ya sabes que no puedo
escucho lo que me pueda estar diciendo el teléfono pero sobre todo atiendo a lo que sucede más allá al otro lado de la puerta tal vez son esos unos pasos acercándose sigilosos
lo intentaré respondo al fin está bien a las diez sí ya sé dónde pero aguarda a que apunte dime qué número de habitación
y después de grabar a fuego la dirección aunque antes de colgar se me descuelga una sonrisa
yo también respondo y se hace el silencio
para cuando regreso al salón carlos está sentado apretado embutido en un gesto de indiferencia que seguramente es la primera vez que escenifica y es apenas un gruñido lo que emite cuando le digo que he quedado esta noche con mónica sin ni siquiera dignarse a mirarme porque carlos ya no está aquí conmigo se encuentra muy lejos a cientos de kilómetros de la tranquilidad que le tranquiliza y lo intuyo lo sé en esta precisa huida hacia adelante el orgullo golpea como jamás ha hecho
para cuando salgo de casa carlos continúa en su naufragio sobre el sofá no me dice adiós pásatelo bien al fin y al cabo sé muy bien que él no podría no sabría fingir y ahora se encuentra demasiado perdido en su isla desierta sin atreverse a mandar ninguna señal de auxilio
no son las diez todavía pero mi cintura hace ya predicciones y se posiciona hacia el entusiasmo hacia esas piernas invisibles pero firmes frágiles pero masculinas y no evito sonrojarme no de pudor claro porque quedan minutos para las diez y tiempo habrá luego para la falsa inocencia
como no puede ser de otra manera me da por imaginar qué está haciendo ahora si habrá conseguido salir huir de su isla desierta cómo habrá reaccionado carlos si ha llegado a entrar en la habitación y ha conseguido derrumbarse sobre la cama
allí sobre el colchón intentando asaltar fronteras habrá encontrado carlos el trozo de papel habrá reconocido mi letra el nombre del hotel el número de habitación
un desafío que revuelve sus entrañas demasiado instigador como para que no le afecte
se habrá vestido a toda prisa apretando bien los puños intentando deshacer los nudos de su inercia y habrá salido de casa sin mirar atrás caminando con la obstinación de un proyectil en bancarrota hacia su objetivo
carlos habrá llegado sin embargo mucho antes de las diez se habrá escondido tras una esquina y allí habrá esperado hasta verla a ella entrar por la puerta del hotel
y él dónde está cómo saber si ha llegado si no le conoce así que espera un poco más no mucho lo justo hasta que su paciencia se desvanece y luego entra directo por la puerta del hotel sin preguntar sin que nada le entretenga y sube en ascensor hasta el cuarto piso qué lento asciende habría sido mejor subir por las escaleras necesita no quedarse quieto y aprieta mucho los dientes hasta que por fin se abren las puertas y sale disparado
la habitación 404 carlos frente a la puerta qué puede hacer ahora tal vez simplemente llamar con los nudillos
pero la puerta está abierta
empuja con delicadeza y carlos entra en la habitación con calmada furia
allí tumbada sobre la cama me encuentra armada de intimidad con la ropa que compré esta mañana y por un instante nuestras miradas chocan rebosando pudor e inocencia
a pesar de que no hay nadie a mi lado carlos comienza a buscar debajo de la cama en el baño tras las cortinas tal vez dentro del armario
me mira furioso todavía sin comprender
no entiende cuánta insensata juventud cabe entre mis caderas no digamos en otros lugares no entiende si debe decir desliz o infidelidad pero claro debe decir algo
dónde está pregunta carlos
sigue sin comprender el pobre
son las diez y diez respondo yo sin mirar el reloj llegas tarde
veo cómo carlos parpadea mientras su recipiente de inercia se rompe en mil pedazos apenas puede comprender la estrategia la mía que le ha llevado hasta donde está ahora muy lejos de su indestructible isla de pasividad mientras la sangre le late tan deprisa que apenas consigue quedarse quieto
y mientras va comprendiendo carlos mi marido se acerca muy despacio a la cama a mí a mi cuerpo y sin preguntar por qué comienza a perseguirme con el tacto y puedo podemos intuir al fin y al cabo que aún debo poseer ese principio matemático porque al final mi marido carlos ha decidido por fin desocupar y desechar su pasividad
y por lo tanto
menos mal
la mía.