Parásitos

0

Decía una querida amiga mía, a cuenta de un intenso debate, casi batalla campal, que a veces la gente parasita las luchas sociales, convirtiendo esa lucha en un fin en sí mismo, en vez de un medio para lograr objetivos. Lo hemos visto en política mil veces, usando la misma promesa campaña tras campaña, sin llegar a cumplirla por falta o exceso de escaños, ya que cualquier excusa es buena.

Esta clase de parásitos pueden liderar colectivos y hacer lo justo para que sigan teniendo razón de ser, pueden usar a esos colectivos para rellenar un programa electoral, pero no suelen cambiar sustancialmente el guion de esa lucha.

El feminismo, sin embargo, se enfrenta a la peor plaga. Nuestra agenda, nuestros objetivos son cuestionados, poniendo en duda hasta nuestro sujeto político, porque a nadie se le ocurre decir que un hombre blanco puede ser el más oprimido por el racismo, pero hay quien se ha tragado sin problema que puede ser la mayor víctima de un sistema hecho a su medida. Un sistema que nos cosifica, que nos paga menos por el mismo trabajo, que condena la maternidad, pero nos la exige, que nos vende por partes o enteras, que disfraza de libre elección elegir entre comer y que te compren como un cacho de carne.

El feminismo no está para maternar todas las luchas, porque ya tenemos la nuestra, y mucho menos para cumplir los deseos imposibles del opresor. Ni estamos aquí para validar las fantasías de nadie, nuestro objetivo es convertir en realidad nuestras reivindicaciones. 

Porque mientras nos bombardean con pronombres y banderas, con formularios estúpidos que dinamitan la esencia de la estadística, haciéndonos elegir entre tres opciones (por ahora) de género, nos siguen matando, abusando, agrediendo, somos objeto de trata y víctimas de la explotación reproductiva y sexual.

Este gobierno y el anterior, y estoy segura de que también el que vendrá después, permite que lo que aquí y en la mayoría de países del mundo es delito de venta y compra de menores y delito de alteración de la filiación -el borrado de la madre- se hagan fuera de nuestras fronteras y que luego se pueda inscribir a un bebé como si ninguna ley hubiera sido burlada. Desde que el Ministerio de Igualdad anunció que se iba a perseguir la publicidad de este negocio, se han anunciado dos actos de propaganda de esta práctica prohibida en España, uno en la Universidad de Sevilla, sin que haya habido consecuencias penales ni administrativas por la apología de un delito.

Pero dentro de nuestras fronteras a las mujeres ya nos están explotando, poniendo en riesgo nuestra salud por los beneficios empresariales de un negocio que promete cumplir sueños y donde nosotras siempre somos las hadas.

De sobra sabemos el poder económico que tiene la industria de la fertilidad, no en vano en España funciona con una legislación hecha a medida, que sólo respeta a veces, ignorando las recomendaciones del Comité de Bioética de España.

Cada año, casi 20.000 mujeres acuden a una clínica a “donar” sus óvulos, por 1000 euros de media, mujeres que se repiten a sí mismas que lo hacen por altruismo, cuando sabemos de sobra que ninguna mujer que tenga pagadas las facturas se inyecta hormonas durante semanas para producir en un mes más de veinte óvulos, una cantidad que en condiciones normales produciría en dos años, ni se somete tampoco a una operación quirúrgica para que se los extraigan.

Durante más de treinta años, miles de mujeres han sido usadas como materia prima para beneficio de las clínicas que ofertan carísimos tratamientos de fertilidad, sin seguimiento de la salud de las “donantes” de óvulos, sin que le importen a nadie los efectos secundarios de esa bomba hormonal. No sabemos cuántas han sucumbido a un cáncer por culpa de esas inyecciones, ni cuántas han sufrido menopausia prematura.

Y va a seguir sin saberse, porque ante la denuncia constante de que la investigación médica en particular y el mundo en general están hechos a medida del hombre, la solución es borrar a las mujeres hablando de identidades de género.

El patriarcado nos parasita sin descanso: regulacionismo de la prostitución y de la gestación subrogada, libre elección, la cosificación como empoderamiento, transfeminismo, transversalidad y demás trampas que vamos sorteando, desactivando, y que pretenden agotar una lucha que no es de ayer. Llevamos demasiado tiempo y hemos perdido demasiadas cosas como para rendirnos, pero no podemos perder ni uno solo de los objetivos de nuestra agenda, por mucho que el sistema nos tiente a morder siempre el mismo anzuelo.

Esta ofensiva con todo el sistema capitalista como aliado, con la industria farmacéutica a la cabeza, bombardeando todos los días con la visibilidad de un colectivo que clama por unos derechos que se supone que no tienen pero que nadie especifica cuáles son, no puede hacernos olvidar que las mujeres somos más de la mitad de la población, que debemos ponernos en primer término, y no hay ni un punto de nuestra agenda que sea menos importante que el otro, porque siempre habrá una mujer o una niña que lo esté sufriendo.

Los parásitos son lo que son, y hasta nos hicieron creer que éramos privilegiadas y unas mantenidas, cuando el sistema se sostiene apuntalado en nuestra explotación. 

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.