Cronología y análisis de los recientes sucesos en Ucrania

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La comprensión de los enrevesados asuntos internacionales precisa de una mirada en perspectiva. La visión enfocada en el inmediato presente y, por supuesto, la visión sesgada desde uno solo de los bandos puede llevar a confusión, más cuando se trata de un conflicto que amenaza con convertirse en una guerra mundial.

Dado que en Ucrania están muriendo centenares de civiles -desde hace años- y porque en las guerras los derechos humanos son ignorados, resulta conveniente la aproximación en una cronología de los sucesos, razonados a partir de los hechos objetivos.

La invasión de Ucrania (para Occidente) o la operación militar especial (para Rusia) es observada desde Rusia como la respuesta a una creciente amenaza de la Alianza Atlántica que tiene la finalidad de rodearla para un asedio de sus recursos, y en cambio observada por los aliados accidentales (incluidos muchos partidos y organizaciones progresistas y de izquierdas) como una iniciativa imperialista de Rusia que amenaza la libertad de las zonas fronterizas con Europa.

Antes de detallar los recientes sucesos, es interesante señalar algunos aspectos desde la intención más imparcial. Es probable que en esa trayectoria ambos hayan cometido errores, lo cierto es que incluso los más optimistas temen que estemos al borde de un conflicto a nivel global, y puede que esa escalada sea atribuible a ambas partes. Sin embargo, incluso desde la cuestionable y dudosa información que nos llega desde nuestra posición como aliados atlánticos (que recuerda más a la propaganda de guerra que a la neutralidad y no duda en censurar sin ambages), es posible diferenciar varios detalles significativos:

  • la estrategia de la OTAN parece no tener reparos en hacer uso del sabotaje y del fomento de los actos terroristas (aunque estos estén delegados en terceros, fundamentalistas religiosos, nacionalistas integristas, simpatizantes fascistas y otros), cuyo empleo no es novedoso sino más bien sigue una ya larga tradición.
  • la guerra tiene su escenario en Ucrania pero es alentada por la OTAN y proyectada hacia Rusia como gran adversario. El propio Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea, aseguró el pasado 11 de abril durante el Consejo de Exteriores de la UE que «la guerra en Ucrania se decidirá en el campo de batalla», y desde entonces se ha alentado la ayuda de los Estados de la UE para la financiación de armas. Esto es, se procura alargar la guerra de manera indefinida y las peticiones de paz quedan en meras teatralidades, bajo el ocultamiento de intereses económicos más o menos velados.
  • el doble rasero característico de los EEUU, que no reconoce los hechos de sabotaje o terror pero los celebra públicamente, suponen una burla de las convenciones de diplomacia internacionales. Por otra parte, no puede negarse de Rusia que no sean reconocidas sus propias acciones, incluso advertidas por sus portavoces, como es el caso de los últimos ataques con misiles en Kiev y otras ciudades de Ucrania, admitidas por el propio Putin como respuesta al ataque del puente de Crimea y otros anteriores.

Crónica de sucesos recientes.

El atentado del puente de Crimea es necesario enmarcarlo en una tensa situación política en la que tanto la propia Crimea como el Donbass rechazaban los resultados de la «revolución del Euromaidán» en 2014, que Moscú considera que se trató del derrocamiento del presidente democráticamente electo en Ucrania mediante un golpe de Estado orquestado por Estados Unidos. La participación de la CIA y de personalidades del Departamento de Estado americanos como Victoria Nuland es desde luego un hecho evidente.

En estos años, Rusia y Ucrania han disputado la península de Crimea. Un referéndum llevado a cabo hace unos años en Crimea tuvo como resultado el voto favorable a la adhesión a la Federación Rusa. Fue entonces cuando Rusia levantó el enorme puente que ‎»cierra» el Mar de Azov, con todas las implicaciones comerciales y estratégicas.

En la actualidad, una situación similar se produce en diversos territorios de Ucrania, que con ocasión de la ya firme intervención de Rusia en el conflicto, deciden en diversos referendos la unión a la Federación Rusa. La «intervención especial» -recordemos- viene precedida de ‎sanciones bancarias y comerciales a Rusia por los asuntos de Crimea y de Ucrania. En el intervalo que va desde el Euromaidán hasta esos referendos se estima que los ataques contra los rusoparlantes ‎‎(ucranianos) del Donbass acabaron con la vida de entre doce mil o veinte mil personas, según las cifras vengan de uno u otro lado.

No puede decirse, por tanto, que no haya habido una cierta paciencia en la respuesta por parte de Rusia, ya se deba a moderación o a cálculos estratégicos, y desde luego es indudable que esa respuesta no fuese esperada.

La actualidad se desencadena en una serie de sucesos que hacen prever un nuevo escenario o la entrada en una nueva fase de la guerra, cuyo alcance es el temor internacional que estamos viviendo.

La semana pasada el nerviosismo en Occidente llevaba a los medios a realizar una masiva campaña de alarma frente a lo que considera un peligro de guerra nuclear, una escalada de ataques con misiles que iniciaría Putin. El propio presidente Zelenski pidió a Occidente un ataque preventivo a Rusia, para prevenir ataques nucleares. «La OTAN -explicó en un video un exaltado Zelenski- debe excluir la posibilidad de que Rusia use armas nucleares.»

El sábado pasado, poco después de esas declaraciones, se registra una fuerte explosión en el puente de Crimea. En la imagen que ilustra esta entrada se aprecia el momento en que un vehículo de gran carga explosiona en pleno puente. La explosión causó el incendio de siete tanques de combustible de un tren con dirección y provocó el colapso de la autopista que sostiene el puente, dejando tres víctimas mortales.

El suceso parece perfectamente premeditado y conectado con la situación explicada anteriormente en Crimea. De hecho, Mykhailo Podolyak, un asesor del presidente Zelenski, celebra el atentado en redes sociales: «Crimea, el puente, el comienzo. Todo lo ilegal debe ser destruido, todo lo robado debe ser devuelto a Ucrania, todo lo ocupado por Rusia debe ser expulsado». Incluso el diario New York Times asegura poseer una fuente que atribuye el acto al Servicio de Seguridad Ucraniana.

Ciudadanos de Kiev se fotografían estos días ante una imagen de un sello postal de una serie realizada en septiembre y que ahora adquiere popularidad por mostrar una imagen del puente en llamas (tomado de un video de Actualidad RT)

El atentado del puente de Crimea (que Putin había advertido en su momento era intocable y su cuestionamiento supondría una respuesta contundente) deja sin argumentos para no reaccionar a Rusia.

No debe olvidarse que este sabotaje no es el primero, sino que continúa lo que parece ser una cadena de actos realizados con la intención de provocar una reacción: el asesinato de Daria Dugina y los destrozos en los gaseoductos de Nord Stream.

De este modo, finalmente, varias explosiones se notifican en la madrugada de este lunes en diversas ciudades de Ucrania, poco después de que se registraran detonaciones en el centro de Kiev. El presidente del país hizo público un video mostrando los efectos de algunas explosiones en la capital. «La alerta antiaérea persiste en toda Ucrania», advirtió y recomendó a la población que permaneciese a cubierto. 

La cifra de víctimas de los bombardeos llega a 11 muertos y 64 heridos, según el Servicio de Emergencias de Ucrania. En algunas ciudades se han producido cortes de electricidad o de suministro de agua, así como caídas de Internet a causa de los apagones. El Ministerio ucraniano de Educación y Ciencia anunció que todos los colegios del país pasarán al régimen de clases a distancia.

La guerra, que hasta el momento parecía extenderse en un eterno combate de estrechos territorios, podría adquirir con estos ataques con misiles una nueva dimensión, en la que Rusia pretende dar a entender que posee capacidad para realizar ataques en diversas zonas (hasta 12 ciudades ucranianas en esta ocasión) de amplio margen y sin capacidad de defensa a pesar de la ayuda en armamento de la UE y la OTAN.

La posibilidad de la paz mediante un acuerdo diplomático se ve ahora como un horizonte utópico, una paz que además pasaría por el reconocimiento del derecho a la libertad de los territorios en los que se han celebrado referendos y que la OTAN no parece dispuesta a reconocer. A ello se añade el paso adelante de la Federación de Rusia, probablemente ya dispuesta a responder contundentemente a las provocaciones que por desgracia se seguirán produciendo desde la Alianza.

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