Arqueología «queer» o el borrado de las mujeres con efecto retroactivo

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Maria Jesús Ortega Pérez, Doctora en Arqueología y Técnica de Desarrollo Local. Integrante de Espai FIGA.

La Arqueología es una ciencia humana y social que tiene como objeto de estudio las sociedades del pasado mediante la aplicación de un método científico: el arqueológico. A través del análisis de los datos recogidos mediante diferentes disciplinas y técnicas es posible comprender la realidad y la evolución de las sociedades humanas a lo largo de la historia, su impacto en el territorio o su resiliencia a los cambios ambientales o culturales. En lo que respecta a la historia de la disciplina, una de las máximas de la Arqueología (que se puso de manifiesto hace décadas como crítica a algunos errores interpretativos), es que para que los trabajos sean fiables es absolutamente necesario no proyectar la realidad actual al pasado: ni en el nivel físico (medioambiental o geográfico), ni en el cultural y el social.

Desde los inicios de la arqueología como ciencia (a mediados del siglo XIX) el análisis arqueológico se había caracterizado por la traslación de la jerarquía existente entre hombres y mujeres en las sociedades occidentales (donde y desde donde se producía la mayoría de los estudios y trabajos arqueológicos). Así, se representaba a las mujeres de la prehistoria cuidando, cocinando o haciendo tareas que, en los siglos XIX y XX, se consideraban secundarias o de menor importancia. En cambio, los hombres cazaban, luchaban, eran chamanes o pintaban abrigos y cuevas. El sesgo cultural de los estudios arqueológicos se evidenció con la incorporación de las mujeres a la investigación durante la década de 1970, que tuvo como resultado el cambio de enfoque de la investigación y conceptualización en todas las ciencias. En lo que respecta a la arqueología, significó un cambio de percepción de la realidad de las mujeres del pasado.

Y es que investigaciones recientes han comprobado que no solo las pinturas rupestres eran también realizadas por mujeres (Snow, 2013), sino que estas también participaban en la caza (Haas et al,. 2020). Por otra parte, dichas investigaciones han situado las tareas relacionadas con los cuidados en un lugar preeminente para todas las sociedades humanas, más todavía para las antiguas (Sánchez Romero, 2019).

Como sabemos, el género es un constructo cultural que concede a hombres y mujeres diferente valor y basa en él la jerarquía social de los distintos individuos en función de su sexo. A través del género se transmiten las creencias y valores sociales vinculados con ser hombre o mujer: se describe y ejemplifica lo masculino y femenino en forma de estereotipos, mensajes y creencias que las personas interiorizamos a lo largo del proceso de socialización en función de nuestro sexo. Al contrario que el sexo, que es biológico e inmutable, el género es modificable, es decir, no siempre basa la masculinidad y la feminidad sobre las mismas premisas, ni diacrónicamente en los diferentes momentos de la historia ni contemporáneamente en los distintos lugares del planeta.

A finales del siglo XX, al calor de los avances del feminismo en occidente y de los frutos de la incorporación de las mujeres a la ciencia, surgió la Arqueología Feminista, cuyo objetivo es comprender los roles asociados a cada uno de los sexos humanos en el pasado a través del análisis arqueológico e histórico, y aplicando un enfoque feminista. Por poner un ejemplo, los estudios de antropología forense (una de las disciplinas auxiliares aplicadas en arqueología para analizar los restos humanos antiguos), han permitido extraer conclusiones sobre cómo vivían nuestras antepasadas, poniendo de manifiesto las diferencias derivadas de nacer con un sexo u otro en el pasado.

Pues bien: todos estos avances se ponen ahora en tela de juicio debido al auge de la Arqueología Queer, que irrumpió en el panorama universitario a finales de la década de 1990 (y la posterior arqueología transfeminista), derivada de las ideas de las Teorías queer. Esta tendencia cuestiona todas las interpretaciones basadas en el género que hasta el momento se habían llevado a cabo: tanto las de la arqueología «tradicional» androcentrista como las de la arqueología feminista.

Las ideas posmodernas derivadas de lo queer, lejos de ser un instrumento al servicio de la ciencia, han demostrado para la arqueología y las ciencias sociales que conllevan deficiencias importantes en cuanto a la creación de anacronismos mediante el traspaso de conceptos actuales a las mentalidades del pasado. Si la Arqueología del Género (también surgida en la década de 1990) sirvió en sus inicios para cuestionarse las interpretaciones de restos del pasado bajo la heteronormatividad actual en base a la aplicación del concepto género como constructo cultural en los análisis, en la última década, la Arqueología Queer, que cuestiona las categorías biológicas hombre-mujer, ha contribuido a reforzar los acientifismos y a limitar (cuando no a borrar) a las mujeres del pasado.

La evolución de la opresión de las mujeres no se entiende si se considera que el sexo biológico no existe (postulado básico de las teorías queer): tal afirmación produce análisis que no siguen el método científico, pues una parte de la materialidad se conceptualiza con un importante sesgo cultural, lo que, de aplicarse globalmente, borraría a las mujeres de los estudios antropológicos y arqueológicos. Por ejemplo, recientemente se ha sugerido que la ciencia no puede conocer el sexo de un cazador peruano prehistórico porque no se sabe si el cazador se identificó como macho o hembra, sosteniendo que el sexo biológico es un concepto de dualidad impuesto por los colonizadores cristianos (Raff, 2022).

A la vista de la situación es fácil imaginar el impacto negativo que esta relatividad podría tener en la identificación y análisis de restos forenses en arqueología y antropología, pero también en el ámbito criminal. Otra aplicación que podría peligrar es el análisis genético histórico de los seres humanos, pues nuestra variación genética es el resultado del pasado, que hay que conocer para identificar factores de riesgo de enfermedades.

Y, por otra parte, ¿cómo se interpretan los restos de mujeres líderes o guerreras, de sociedades prehistóricas cuya materialidad asociada (objetos, vestimenta) no se corresponde con roles de género de la feminidad? Pues según la AQ se deben interpretar como una libre autoidentificación de esas mujeres en cuestión con el sexo masculino: es decir esas mujeres no eran tales, sino hombres. El borrado.

Proyectar el concepto de la libre identidad del género en la ciencia en general y en la arqueología en particular es un gran error metodológico que puede tener graves consecuencias tanto para el conocimiento de las sociedades del pasado, como para los avances en las diversas disciplinas científicas (como también lo hizo en el pasado el androcentrismo). Es necesario dejar de lado las interpretaciones posmodernas para seguir avanzando en todos los campos de la ciencia con el objetivo de conseguir mejoras para la humanidad.

Para acabar, os dejo un gran proyecto científico de arqueología feminista made in Spain: pastwomen.net, liderado por un equipo de investigadoras de diferentes universidades e instituciones españolas, con perspectiva feminista y de género.

1 COMENTARIO

  1. Entonces. No sabemos si aquel (a e o x y z) cazador (a e o x y) descubiert??? Por el la lo le arqueólog??? Mató al mamut (a e o x y).
    Pof favor. Un poco de seriedad. Naciste con pene o vagina. Tu orientación sexual se respeta, pero no determina la historia. No exageren.

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