El 23F se reúne el PP (Mañueco) con VOX en Castilla y León para negociar el futuro gobierno de esta Comunidad Autónoma, la región más grande de Europa. Se perpetrará así el “golpe de estado blando” que otro 23F se intentó dar de forma “dura” por Tejero y los militares y franquistas que lo promovieron, justificaron y ampararon. Ahora, esos mismos herederos y defensores de la dictadura franquista se instalarán, con el apoyo y blanqueamiento del Partido Popular y los medios de comunicación afines, en el interior de las instituciones democráticas de Castilla y León.
Hemos de ser conscientes de que este neofascismo que viene con el partido de ultraderecha VOX, con el amparo y apoyo del partido de derecha extrema PP, cuenta con la capacidad de destruir la democracia en nombre de la democracia. La experiencia histórica en Europa nos muestra que una vez que están dentro de las instituciones cuentan con recursos mediáticos, políticos, económicos e institucionales que hacen muy difícil que acaben desapareciendo.
Un proceso similar a este que se está desencadenando en nuestro estado, en donde la estrategia en Castilla y León es un paso más, pero un paso decisivo, fue el surgimiento y crecimiento del fascismo nazi que construyó los campos de exterminio y provocó la II Guerra Mundial, con el apoyo de la derecha conservadora alemana, el capital y los magnates, así como la complicidad y blanqueamiento de los medios de comunicación tradicionales de la época.
No olvidemos que Hitler fue durante mucho tiempo un político aceptado y valorado, que llegó al poder a través de un proceso democrático. Mussolini instauró una dictadura fascista tras convertirse en presidente del Consejo de ministros de Italia sustentado por una coalición de partidos. Pinochet fue aplaudido por Estados Unidos. De hecho, el fascismo ha sido un fenómeno muy popular, aceptado en Europa y Estados Unidos, financiado por la alta burguesía de esos países, con un discurso «antipolítica» y la complicidad y el blanqueamiento de autoridades, políticos, empresarios y prensa, que acabaría consiguiendo conformar un tablero de bandos enfrentados mediante la crispación política y social, que es el terreno en el que mejor se mueve, el de la confrontación, la provocación y la violencia.
Es más, la aparente entrada en el juego democrático del neofascismo, mientras les sirva, ha presionado progresivamente a otros partidos políticos, como el Partido Popular o Ciudadanos, a radicalizarse para evitar la migración de los votos y para justificar y blanquear su cogobernanza con esa extrema derecha. En España, a diferencia de otros países europeos, ni el Partido Popular ni Ciudadanos han cuestionado en ningún momento la posibilidad de pactar con Vox. La carencia de una cultura antifascista y la falta de una ruptura con el franquismo han posibilitado no solo los pactos en ayuntamientos y comunidades autónomas, sino el hecho de que se viera como posible que se alcanzaran acuerdos con la ultraderecha. Ahora parece que entrarán incluso a gobernar en la Comunidad Autónoma de Castilla y León (aunque proclaman incansablemente que las comunidades autónomas son chiringuitos que hay que erradicar, a no ser que sean los suyos).
El actual retorno del fascismo no hace referencia al nazismo. Sino al retorno de esa peste, como diría Camus, esa enfermedad política con su epicentro marcado por el odio que corroe una democracia vulnerable y frágil. En su novela La Peste, Albert Camus (2004) dice que esa plaga «nunca muere o desaparece para siempre; puede permanecer dormida durante años, hasta que vuelva a aparecer otra vez». El Roto (2021) lo confirma: la serpiente muda de piel, pero no de veneno.

Sus hechos les preceden: lo primero, su cruzada contra los derechos humanos. Ya han anunciado la política que llevarán a cabo en Castilla y León: la derogación de «políticas de izquierdas», como califican a la Ley contra la Violencia de Género para garantizar mayor igualdad entre hombres y mujeres o el Decreto de Memoria Histórica para garantizar el derecho a la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición. Porque si algo tiene claro Vox es utilizar las instituciones para imponer su agenda ideológica y política contra todo (contra la igualdad, que tachan de “ideología de género” o “feminismo supremacista” defendiendo la homofobia, contra el cuidado de la naturaleza y de los animales que tachan de “totalitarismo animalista” defendiendo el ecofascismo, contra el derecho a la migración que califican de “invasión islámica” defendiendo la islamofobia, etc., etc.)
En el tablero de la geopolítica el neofascismo cumple una función clave: la de ocultar las raíces reales de la injusticia social y las crisis para, de esta forma, neutralizar la posibilidad de que se cuestione la responsabilidad de las élites económicas y financieras. Lo que hace la extrema derecha es sembrar la discordia entre los perdedores del modelo neoliberal, fomentando, por una parte, el orgullo de sentirse superior y, por otra, canalizando la ira popular hacia los colectivos más vulnerables. El neofascismo incita al odio y la ira, no contra los causantes de la desigualdad, sino contra los que la sufren. Así, mientras se alimenta la guerra entre pobres, quienes controlan el poder siguen repartiéndose el pastel y la fractura social se acrecienta.
El neofascismo no tiene nada de antisistema, sino que constituye el plan B autoritario de las élites del sistema. Cuando los poderes económicos ven la posibilidad real de que se implementen políticas de impuestos progresivos, que se regule el mercado, que se renacionalicen empresas estratégicas, se apliquen reformas agrarias o se puedan establecer medidas efectivas para una distribución real de la renta, amenazando sus tradicionales posiciones de poder y privilegio, bajan el telón de la ficción democrática asumida formalmente y resurge el fascismo, olvidando incluso los consensos democráticos mínimos.
Por eso, como argumentaban Walter Benjamin o Bertolt Brecht no se puede abordar el fascismo sin plantearse el capitalismo. Su superación definitiva pasa por la superación del sistema capitalista. Mientras exista el capitalismo, el fascismo nunca se irá definitivamente.
El Roto (2021, octubre 21). «Fascismo». El País. https://cutt.ly/2E5WZBx