Lecciones sobre Fascismo: los caracteres fundamentales de la Dictadura Fascista de Palmiro Togliatti

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En la actualidad política ha reaparecido con fuerza, de un punto a esta parte, el término fascismo. Los dirigentes de la principal fuerza de la izquierda electoral española han llamado repetidas veces a la alerta antifascista y sin ir más lejos, la campaña electoral de las elecciones a la Comunidad Autónoma madrileña han pivotado sobre ese eje.

En redes sociales se ha popularizado, relativamente, la definición de fascismo de Umberto Eco, catódica y posmoderna, que puedes aplicar a cualquier estado moderno si no te gusta su gobernante.

El socialdemócrata Alberto Garzón ha tratado de recuperar la viejas tesis de los partidos de la II Internacional sobre el fascismo y en especial las ideas del socialcristiano Karl Polanyi, economista húngaro, oficial de caballería en el ejército austrohúngaro durante la I Guerra Mundial, emigrado a Viena durante la Revolución Soviética Húngara liderada por Bela Kun, y posteriormente a Estados Unidos donde trabajó para la Fundación Ford, paradójicamente Henri Ford había sido galardonado en 1938 con la Orden del Águila Alemana, máxima condecoración otorgada por la Alemania Nazi a un extranjero, justo en la misma época en las que Polanyi, huido del fascismo en Inglaterra, publica sus obras sobre este. La tesis principal que nos ofrece Garzón es que el fascismo, en la actualidad es un intento de autodefensa de los «perdedores de la globalización» que él identifica con la clase trabajadora.

Desgraciadamente, no se ha detectado ningún interés nuevo por investigar y popularizar lo que el principal batallón de choque contra el fascismo pensaba de él. Hoy publicamos la primera parte de un conjunto de quince lecciones formativas para cuadros obreros de la Internacional Comunista. En ella se desarrolla la definición que los comunistas daban al fascismo, ajustada a la especificidades italianas. Palmiro Togliatti, dirigente de la Internacional Comunista y del Partido Comunista Italiano, hace accesible en este curso de formación las elaboraciones teóricas de la Internacional Comunista a un conjunto de dirigentes y militantes obreros del PCI, muchos de los cuales acabarían entregando su vida en el combate por derrotar la bestia fascista.

Esperamos que os resulten de interés y de utilidad.

Antes de iniciar nuestro curso, quiero decir algunas palabras sobre el término «adversarios», para evitar una falsa interpretación de este término por parte de alguno de ustedes, falsa interpretación que podría conducir a errores políticos.

Cuando hablamos de «adversarios» no tenemos en mente a las masas que están inscritas en las organizaciones fascistas, socialdemócratas, católicas. Nuestros adversarios son las organizaciones fascistas, socialdemócratas, católicas, pero las masas que a ellas se adhieren no son nuestros adversarios, son masas de trabajadores que debemos hacer todos los esfuerzos por conquistar.

Pasemos a nuestro tema: el fascismo. ¿Qué es el fascismo? ¿Cuál es la definición más completa que se ha dado de él?

La definición más completa sobre el fascismo fue dada por el XIII Plenum de la IC y el la siguiente:

El fascismo es una abierta dictadura terrorista de los elementos más reaccionarios, más chovinistas, más imperialistas del capital financiero.

No siempre se ha dado la misma definición del fascismo. En diversas etapas, en diversos momentos, se han dado definiciones diferentes del fascismo, muchas veces equivocadas. Sería interesante (y es una tarea que les aconsejo hacer) el estudio de las diversas definiciones del fascismo que fueron dadas por nosotros en varias épocas.

En el IV Congreso, por ejemplo, Clara Zetkin pronunció un discurso sobre el fascismo que estuvo dedicado casi todo a destacar el carácter pequeñoburgués del fascismo. Por el contrario, Bordiga insistía en no ver ninguna diferencia entre la democracia burguesa y la dictadura fascista, haciéndolas aparecer casi como la misma cosa, diciendo que había, entre estas dos formas de gobierno burgués, una especie de rotación, de alternación. En estos discursos falta el esfuerzo por unir, por coaligar, dos elementos: la dictadura de la burguesía y el movimiento de las masas pequeñoburguesas.

Desde el punto de vista teórico, comprender bien la liga entre estos dos elementos es lo difícil. No obstante, se necesita comprenderla. Si uno se cierra al primer elemento, no ve, pierde de vista, la gran línea del desarrollo histórico del fascismo y el contenido de clase. Si uno se cierra al segundo elemento, se pierden de vista las perspectivas.

Este error fue cometido por la socialdemocracia que, hasta hace poco tiempo, negaba todo lo que nosotros decíamos sobre el fascismo y lo consideraba como un regreso a las formas medievales, como una degeneración de la sociedad burguesa. En estas definiciones suyas, la socialdemocracia partía exclusivamente del carácter pequeñoburgués de masas que, efectivamente, había asumido el fascismo.

Pero el movimiento de masas no es igual en todos los países. Menos aún la dictadura es igual en todos los países. Por esto debo precaverlos contra un error fácil de cometer. No hay que creer que lo que es verdad para Italia deba ser verdad, deba ser cierto, también para todos los otros países. En diversos países el fascismo puede tener formas diferentes. Asimismo, las masas de diferentes países tienen diversas formas de organización. Y lo que también debemos tener presente es el período del cual se habla. En diferentes épocas, en un mismo país, el fascismo asume aspectos diferentes. Así, debemos tener presentes dos elementos. Hemos visto la definición del fascismo, la más completa:

El fascismo es una abierta dictadura terrorista de los elementos más reaccionarios, más chovinistas y más imperialistas del capital financiero.

¿Qué significa? ¿Y por qué ahora, precisamente en este momento, en esta etapa del desarrollo histórico nos encontramos ante esta forma, es decir, la dictadura abierta, no enmascarada, de los estratos más reaccionarios y más chovinistas de la burguesía? Es necesario hablar de ello porque no todos tienen claro este problema. He encontrado a un compañero que tenía tan presente esta definición que se maravilló de que en un artículo de Gramsci se dijese que todo Estado es una dictadura.

Es claro que no se puede contraponer la democracia burguesa a la dictadura. Toda democracia es una dictadura.

Veamos la posición que tenían los socialdemócratas alemanes en la definición del fascismo. Ellos decían que el fascismo le quita el poder a la gran burguesía y lo pasa a la pequeña burguesía, la cual después lo usa contra la primera. Esta posición la pueden encontrar también en todos los escritores socialdemócratas italianos: Turati, Treves, etcétera. De esta posición, ellos sacan su estrategia según la cual la lucha contra el fascismo la harán todos los estratos sociales, etcétera. De este modo eluden la función que en la lucha contra el fascismo espera al proletario.

Pero veamos también lo más cercano a nosotros. En 1932, en Alemania, también al margen del partido Comunista, algunas corrientes de oposición afirmaban que el fascismo instauraba la dictadura de la pequeña burguesía sobre la gran burguesía. Era ésta una afirmación equivocada de la cual derivaba inevitablemente una orientación política equivocada. Esta afirmación puede hallarse en todos los escritos de los «derechistas». A propósito de esto, los quiero poner en guarda también contra otra definición: hay que estar muy atentos cuando se oye hablar del fascismo como «bonapartismo». Esta afirmación, que es el caballito de batalla del trotskismo, está sacada de algunas afirmaciones de Marx, en el 18 Brumario, y otros artículos, y de Engels. Pero si los análisis de Marx y Engels eran buenos para entonces, para aquella época del desarrollo del capitalismo, se vuelven equivocados si se aplican mecánicamente a hoy, en el período del imperialismo.

¿Qué deriva de esta definición del fascismo como «bonapartismo»? Deriva la consecuencia de que quien manda no es la burguesía, sino Mussolini, sino los generales, los cuales arrancarán el poder también a la burguesía.

Recuerde la definición que dio Trotsky del gobierno de Brüning: «gobierno bonapartista» . Esta es una concepción del fascismo que los trotskistas siempre han tenido. ¿Cuál es su raíz? Su raíz es el desconocimiento de la definición del fascismo como dictadura de la burguesía.

¿Por qué el fascismo, por qué la dictadura abierta de la burguesía se instaura hoy, precisamente en este período? La respuesta la deben encontrarla en Lenin mismo, deben buscarla en sus trabajos sobre el imperialismo. No se puede saber qué es el fascismo si no se conoce el imperialismo.

Ustedes conocen las características económicas del imperialismo. Conocen la definición que nos da Lenin. El imperialismo se caracteriza por:

  1. La concentración de la producción y del capital, la formación de los monopolios con función decisiva en la vida económica.
  2. La fusión del capital bancario con el capital industrial y la formación, sobre la base del capital financiero, de una oligarquía financiera.
  3. Gran importancia adquirida por la exportación de capitales.
  4. El surgimiento de asociaciones monopolísticas internacionales de capitalistas.
  5. Y, por último, la repartición, entre las grandes potencias capitalistas, de la Tierra, que puede considerarse como terminada.

Estas son las características del imperialismo. Sobre esta base, hay una tendencia hacia la transformación reaccionaria de todas las instituciones políticas de la burguesía. También esto lo encuentran ustedes en Lenin. Hay una tendencia a volver reaccionarias estas instituciones y esta tendencia se manifiesta, en las formas más consecuentes, con el fascismo.

¿Por qué? Porque, dadas las relaciones entre las clases y dada la necesidad de parte de los capitalistas de garantizar las propias ganancias, la burguesía debe encontrar formas con las cuales hacer una fuerte presión sobre los trabajadores. Por otra parte, los monopolios, es decir, las fuerzas dirigentes de la burguesía, se concentran en grado máximo y las viejas formas de régimen se vuelven impedimentos para su desarrollo. La burguesía debe rebelarse contra lo que ella misma ha creado, porque lo que otras veces había sido para ella elemento de desarrollo se vuelve hoy un impedimento para la conservación de la sociedad capitalista.

He aquí por qué la burguesía debe volverse reaccionaria y recurrir al fascismo.

En este punto los debo poner en guardia contra otro error: el esquematismo. Hay que estar atentos a no cometer el error de considerar como fatal, inevitable, el pasaje de la democracia burguesa al fascismo. ¿Por qué? Porque el imperialismo no debe necesariamente dar lugar al régimen de dictadura fascista. Veamos ejemplos prácticos: Inglaterra, que no obstante es un gran Estado imperialista en el cual hay un régimen democrático parlamentario (si bien aquí tampoco puede decirse que no haya caracteres reaccionarios). Veamos Francia, los Estados Unidos, etcétera. En estos países encontrarán ustedes tendencias a la forma fascista de sociedad, pero todavía existen las formas parlamentarias. Esta tendencia a la forma fascista de gobierno está por todas partes. Pero esto no quiere decir todavía que en todas partes deba llegarse obligatoriamente al fascismo.

Haciendo esta afirmación se cometería un error esquemático porque se afirmaría una cosa que no está en la realidad, y al mismo tiempo se cometería un grueso error político en cuanto no se vería que las probabilidades de instauración de una dictadura fascista están ligadas al grado de combatividad de la clase obrera y a su capacidad de defender las instituciones democráticas. Cuando el proletariado no lo quiere, es difícil abatir estas instituciones. Esta lucha por la defensa de las instituciones democráticas se amplía y se convierte en la lucha por el poder.

Éste es el primer elemento que hay que sacar a la luz al definir al fascismo.

El segundo elemento consiste en el carácter de las organizaciones del fascismo, con base de masas. Muchas veces el término fascismo se emplea de modo impreciso, como sinónimo de reacción, terror, etcétera. Esto no es justo. El fascismo no significa solamente la lucha contra la democracia burguesa, no podemos emplear esta expresión solamente cuando estamos en presencia de esta lucha. Debemos emplearla cuando la lucha contra la clase obrera se desarrolla sobre una nueva base de masas con carácter pequeñoburgués como vemos en Alemania, en Italia, en Francia, en Inglaterra, dondequiera que existe un fascismo típico.

La dictadura fascista, por eso, se esfuerza por tener un movimiento de masas organizando a la burguesía y a la pequeña burguesía. Es muy difícil ligar estos dos momentos. Es muy difícil no subrayar uno a expensas del otro. Por ejemplo, en el período de desarrollo del fascismo italiano, antes de la Marcha sobre Roma, el Partido ignoró este importante problema: impedir la conquista de las masas pequeñoburguesas descontentas, por parte de la gran burguesía. Esta masa estaba entonces representada por los excombatientes, por algunos estratos de campesinos pobres en vías de enriquecimiento, por toda una masa de desocupados creada por la guerra.

No habíamos comprendido que en el fondo de todo eso había un fenómeno social italiano, no habíamos visto las profundas causas sociales que lo determinaban. No habíamos comprendido que los excombatientes, los desocupados no eran individuos aislados, sino una masa, y representaban un fenómeno que tenía aspectos de clase. No habíamos comprendido que no se les podía simplemente mandar al diablo. Así, por ejemplo, los desocupados, que en la guerra habían tenido una función de mando, de vuelta a casa querían seguir mandando, criticaban el poder existente y planteaban toda una serie de problemas que debíamos haber tomado en consideración.

Nuestra tarea era conquistar una parte de esa masa, neutralizar a la otra parte para así impedir que se convirtiese en una masa de maniobra de la burguesía.

Ignoramos estas tareas.

Este es uno de nuestros errores. Error que se repitió también en otra parte: ignorar el desplazamiento de los estratos intermedios que creaba, en la pequeña-burguesía, corrientes que pueden ser explotadas por la burguesía contra la clase obrera.

Otro error nuestro fue no haber puesto siempre en justo relieve el carácter de clase de la dictadura fascista. No hemos puesto de relieve el hecho de que la dictadura del fascismo se debía a la debilidad del capitalismo. En un discurso de Bordiga se subraya muy fuertemente la función que, en la creación del fascismo, han tenido los elementos más débiles del capitalismo: los pequeños propietarios del campo. De esta premisa se deducía que el fascismo es un régimen propio de los países con débil economía capitalista. Este error nuestro se explica en parte por el hecho de que nos encontrábamos por primera vez teniendo que habérnoslas con el fascismo. Luego hemos visto cómo el fascismo se ha desarrollado en Alemania, etcétera.

Pero también cometimos simultáneamente otro error. Al definir el carácter de la economía italiana nos limitábamos a ver cuánto se producía en el campo y cuánto en la ciudad.

No teníamos en cuenta que Italia es uno de los países donde la industria y las finanzas están más concentradas, no teníamos en cuenta que no bastaba considerar cuál era el papel que tenía la agricultura, sino que debíamos ver la avanzadísima estructura orgánica del capitalismo italiano. Bastaba ver las concentraciones, los monopolios, etcétera, para sacar en conclusión que el capitalismo italiano no era, así, un capitalismo débil.

No sólo habíamos cometido este error. Éste es un error quizá, puede decirse, general.

Por ejemplo, en Alemania se cometió un error parecido al juzgar el desarrollo del movimiento fascista en 1931. Algunos compañeros afirmaban que el fascismo estaba vencido, que en el país no existía el peligro de una dictadura fascista porque este peligro no existía para un país tan desarrollado como Alemania, en el que estaban tan desarrolladas las fuerzas obreras. Le habíamos -se decía- cortado el camino al fascismo. Alguna alusión a esto se halla también en cualquier discurso del IX Plenum. Éste es nuestro mismo error: la subestimación de la posibilidad de desarrollo del movimiento fascista de masas. En 1932, los mismos compañeros entendían que la dictadura fascista, bajo el gobierno de Brüning, estaba ya instaurada. Y que por eso no se trataba de luchar contra el fascismo.

También era un error. Veían como fascismo la sola transformación reaccionaria de las instituciones burguesas. Pero el gobierno de Brüning no era todavía una dictadura fascista. Le faltaba uno de los elementos: una base de masas reaccionarias que permitiese combatir con éxito, a fondo, contra el proletariado y allanar así el terreno a la dictadura fascista abierta.

Vean ustedes: cuando se yerra en el análisis se yerra también en la orientación política.

En relación con esto surge también otro problema: la instauración de la dictadura fascista ¿es un reforzamiento o un debilitamiento de la burguesía? Mucho se discute sobre esto. Especialmente en Alemania. Algunos compañeros cometieron el error de afirmar que la dictadura fascista era sólo un signo de debilitamiento de la burguesía. Decían: la burguesía recurre al fascismo porque no puede gobernar con los viejos sistemas. Éste es un signo de debilidad.

Esto es cierto. El fascismo se desarrolla porque las contradicciones internas han llegado a un punto tal que la burguesía está forzada a liquidar las formas de democracia. Desde este punto de vista, significa que nos encontramos frente a una profunda crisis, que se prepara una crisis revolucionaria a la cual la burguesía quiere hacer frente. Pero ver sólo este lado nos lleva a cometer el error de extraer estas conclusiones: más se desarrolla el movimiento fascista, más aguda se hace la crisis revolucionaria.

Los compañeros que hacían este razonamiento no veían el segundo elemento, no veían la movilización de la pequeña burguesía. Y no veían que esta movilización, que este elemento, contenía los elementos de reforzamiento de la burguesía en cuanto que le permitía gobernar con métodos diferentes de los democráticos.

Otro error es el de caer en el fatalismo. Radek expresó esta concepción diciendo que, según estos compañeros, la afirmación de Marx de que entre el capitalismo y el socialismo hay un período de transición, representado por la dictadura del proletariado, se debería sustituir con la afirmación de que entre el capitalismo y el socialismo debía estar el período de la dictadura fascista.

La conclusión a la que se llegaba era la de perder la perspectiva política y creer que cuando el fascismo está en el poder esa perspectiva está terminada. Vean ustedes, en cambio, lo que ha acontecido en Francia. A la reunión de las fuerzas de la burguesía correspondió una concentración de las fuerzas del proletariado. El Partido Comunista ha sabido de modo muy hábil poner una barrera a los adversarios fascistas. Hoy, en Francia, el problema del fascismo ya no se presenta como se planteaba el seis de febrero, las relaciones de fuerza han cambiado. El peligro del fascismo no ha terminado, pero se ha luchado contra el fascismo y con esto mismo se ha agravado la crisis de la burguesía. El fascismo se prepara para el contraataque, para una nueva ofensiva. Debemos organizar nuestras fuerzas para repelerla. Y no podemos comprender el problema si no lo planteamos así, como lucha de clases, como lucha entre la burguesía y el proletariado, en la cual la posición para la burguesía es la instauración de la propia dictadura, en su más abierta forma, y para el proletariado la instauración de la propia dictadura, a la cual se llega luchando por la defensa de todas sus libertades democráticas.

Por esto Bordiga se equivocaba cuando preguntaba con desprecio: ¿por qué debemos luchar por las libertades democráticas? Después de todo, si son éstas las cosas que en el período actual deben irse al diablo. . .En 1919 Lenin, polemizando con Bujarin y Piatakov a propósito del programa del partido, le daba ya una respuesta. Bujarin y Piatakov sostenían que habiéndose alcanzado la fase del imperialismo no era ya necesario tener presentes en el programa las etapas precedentes. Pero Lenin respondía: no, hemos pasado estas etapas, pero no significa que las conquistas que la clase obrera ha hecho en el curso de las mismas estén privadas de valor. El proletariado debe luchar por la defensa de estas conquistas suyas. En esta lucha se consolida el frente de lucha para la victoria del proletariado.

Veamos ahora otro problema: la cuestión de la ideología fascista. ¿Qué representa en esta lucha?

¿Qué encontramos al analizar esta ideología? De todo. Es una ideología ecléctica. Elemento de todos los movimientos fascistas es, mientras tanto, por todas partes, la ideología nacionalista exasperada. Para Italia no es necesario hablar mucho. En Alemania este elemento es todavía más fuerte, porque Alemania es una nación que fue derrotada en la guerra y el elemento nacionalista se prestaba más para reunir a las grandes masas.

Al lado de este elemento hay numerosos fragmentos que derivan de otras fuentes. Por ejemplo, de la socialdemocracia. La ideología corporativa, por ejemplo, a la base de la cual está el principio de colaboración de las clases, no es una invención del fascismo, sino de la socialdemocracia. Pero hay allí otros elementos, todavía, que no vienen ni siquiera de la socialdemocracia. Por ejemplo, la concepción del capitalismo (no común a todos los fascismos pero que encuentran ustedes en el italiano, el alemán, el francés), que consiste en considerar al imperialismo como una degeneración que debe ser eliminada, mientras que la verdadera economía capitalista es la del período originario y necesita, pues, retornar a los orígenes. Esta concepción la encuentran ustedes en algunas corrientes democráticas, por ejemplo, en justicia y libertad. Esta no es una ideología socialdemocrática, sino más bien romántica, con la cual se manifiesta el esfuerzo de la pequeña burguesía por hacer volver atrás al mundo que va hacia el socialismo.

En Italia y Alemania, en la ideología fascista se presentan conceptos nuevos. En Italia se habla de superar el capitalismo dándole elementos de organización. Retorna aquí el elemento socialdemocrático. Pero se roba también al comunismo: los planes, etcétera.

La ideología fascista contiene una serie de elementos heterogéneos. Debemos tener esto presente porque esta característica nos permite entender para qué sirve esta ideología. Sirve para soldar unas con otras, varias corrientes en la lucha por la dictadura sobre las masas trabajadoras y para crear con este objeto un vasto movimiento de masas. La ideología fascista es un instrumento creado para tener ligados a estos elementos. Una parte de la ideología, la parte nacionalista, sirve directamente a la burguesía, la otra sirve como liga.

Yo los prevengo contra la tendencia a considerar la ideología fascista como algo netamente constituido, acabado, homogéneo. Nada como la ideología fascista se asemeja a un camaleón. No consideren ustedes a la ideología fascista sin ver el objetivo que el fascismo se proponía de unirse en algún determinado momento con esa determinada ideología.

Queda como línea fundamental: nacionalismo exasperado y analogía con la socialdemocracia. ¿Por qué esta analogía? Porque también la ideología socialdemocrática es una ideología pequeñoburguesa. Es decir, en las dos ideologías es análogo el contenido pequeñoburgués. Pero esta analogía se expresa en formas diversas en los diversos tiempos y países.

Rápidamente echamos las bases para la próxima lección. ¿Cómo, en Italia, en un determinado momento se plantea el problema de la organización de la dictadura fascista y cómo se consigue organizar el movimiento reaccionario?

Este es el tema.

Vayamos a los orígenes. De un lado está la crisis revolucionaria, la burguesía está imposibilitada para gobernar con los viejos sistemas, hay un descontento general, ofensiva de la clase obrera, huelgas políticas, generales, etcétera. Estamos, en una palabra, en una posguerra: la crisis revolucionaria profunda.

En ella se destaca especialmente un elemento: la imposibilidad para la clase dirigente italiana de aplicar la vieja política, la política aplicada hasta 1912, la política giolittiana, «reformista». No reformista porque hubieren llegado al poder los reformistas, sino porque era una política de concesiones a determinados grupos, diseñada para mantener en pie la forma de la dictadura burguesa en su vestidura parlamentaria.

En la posguerra ya no rige esta política porque la masa obrera y campesina se rebela contra ella.

Dos grandes acontecimientos se destacan en la posguerra: el gran desarrollo del Partido Socialista Italiano, que cuenta con cientos de miles de adherentes y millones de electores; por otra parte, el despertar de las clases campesinas, con muchos partidos pues los campesinos están dispersos. El Partido Popular es un partido campesino. Simultáneamente, vemos movimientos de campesinos, ocupaciones de tierras en el Mediodía, etcétera.

Los obreros y campesinos se lanzan al ataque y se inicia su bloqueo. Esta confluencia del ataque obrero y campesino se halla en la posguerra italiana en la forma más desarrollada. Ella señala el fin de las formas parlamentarias.

La burguesía debe liquidar el parlamentarismo. El descontento no se extiende sólo a los obreros, sino que abarca también a la pequeña burguesía. Surgen movimientos pequeñoburgueses, de excombatientes, etcétera. La burguesía, la pequeña burguesía ya no soporta el régimen existente, quiere cambiar.

Éste es el terreno sobre el cual surge el fascismo.

¿Cuándo se transforma este movimiento de la pequeña burguesía en movimiento único? No al principio, sino a fines de 1920. Se transforma cuando interviene un elemento nuevo, cuando intervienen como elemento organizador las fuerzas más reaccionarias de la burguesía. Antes el fascismo se desarrollaba pero no era todavía el elemento fundamental.

El movimiento fascista surge durante la guerra. Después, continúa en los fascios de combate. Pero ahí hay elementos que no lo seguirán hasta el fin. Por ejemplo, polemizando con Nenni lo llamamos fascista. Pero en un determinado momento él se separó. Originalmente, el fascismo estaba compuesto por varios grupos, no homogéneos, que no habrían de marchar juntos hasta el fin. Véanse las sesiones fascistas de la ciudad. En 1919-1920, hay allí elementos de la pequeña burguesía, pertenecientes a varios partidos, que discutían los problemas políticos generales, planteaban una serie de cuestiones, proponían reivindicaciones. Sobre ese terreno se tiene el primer programa del fascismo (plaza San Sepolcro), predominantemente pequeñoburgués, que refleja la orientación de los fascios urbanos. Tómese en cambio el fascismo del campo: Emilia, etcétera. No es igual. Surge más tarde: en 1920. Se presenta bajo el aspecto de escuadras armadas para la lucha contra el proletariado. Surge como escuadrismo. Así se le suman desocupados, pequeñoburgueses, estratos sociales intermedios. Pero es inmediatamente órgano de combate contra la clase obrera. En sus sedes no se discute. ¿Por qué esta diferencia? Porque aquí ha intervenido inmediatamente, como elemento de organización, el pequeño propietario rural.

Desde mediados de 1921, también en la ciudad se crean escuadras. Primero en Trieste, donde el problema nacional es más agudo; luego en otras ciudades, donde las fuerzas están en mayor tensión. Las escuadras se forjan sobre el tipo de las del campo. En Turín, después de la ocupación de las fábricas; en Emilia, en cambio, el fascismo tenía ya en esta época organizaciones fuertes.

Hacia finales de 1920, también en la ciudad interviene la burguesía como elemento de organización y se tienen escuadras fascistas. En este momento se abre una serie de crisis, la crisis de los primeros dos años.

Se discute esto: ¿somos nosotros un partido? Éste es el problema del congreso de Roma, del congreso en el Augusteo: debemos convertirnos en un partido. Mussolini: permanezcamos todavía como movimiento. Mussolini se esforzaba por tener ligadas a las mayores masas posibles y por esto él ha gozado siempre del mayor favor. La lucha era entre elementos que querían derribar abiertamente las organizaciones de la clase obrera y aquéllas en las cuales aún eran fuertes los residuos de las viejas ideologías.

Mussolini traiciona al movimiento dannunziano, que podía ser peligroso. En 1920, asume una actitud de simpatía hacia la ocupación de las fábricas, pero luego cambia completamente. Se dan entonces los primeros contactos abiertos entre el movimiento fascista y la organización de los industriales. Se inicia la ofensiva que durará dos años, hasta la Marcha sobre Roma.

Había intervenido el elemento de organización: los pequeños propietarios del campo habían dado la forma de organización escuadrista y los industriales la habían aplicado luego en la ciudad.

De este análisis puede deducirse la justeza de cuanto sosteníamos sobre los dos elementos, sobre la fuerza de la pequeña burguesía y sobre el elemento de organización constituido por la gran burguesía.

Fin de la primera sesión

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