Directrices para el movimiento comunista femenino (Parte I) de Clara Zetkin

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Los textos de Clara Zetkin están más vivos que nunca, aunque se haya intentado hacer todo lo posible para que no interesen mucho. El argumento principal es que datan de más de un siglo y por tanto carecen de valor en una sociedad cambiante; si bien es cierto que las sociedades se transforman y con ellas el pensamiento de los hombres y mujeres que la conforman, hay una cosa que se mantiene activa y, aunque en distinta fase de desarrollo, con la raíz intacta: el sistema capitalista que denunciaba la autora.

Excelente comunista, inconmensurable agitadora de masas, admirable política e intachable camarada. Clara Zetkin nació en 1857 en Wiederau (Imperio alemán) y falleció en el Moscú de la Unión Soviética en 1933 a la edad de 73 años. Especialmente reconocida por sus aportaciones sobre la cuestión de la mujer y una de las máximas responsables de que se aprobara oficialmente el Día de la Mujer Trabajadora, aunque muchos siguen en el empeño de hacer desaparecer el término “trabajo” para poder encajarlo minuciosamente al abrigo de las instituciones liberales eliminando, así, cualquier atisbo de pensamiento revolucionario. Hoy sus aportaciones siguen siendo particularmente revolucionarias y radicales —en el sentido marxista del término— resultando ser una bocanada de oxígeno a tenor del contexto involutivo de pensamiento que vivimos.

Aunque nos hayamos decantado por un texto en el que la autora aborda la necesidad de las mujeres obreras de involucrarse en la lucha comunista para lograr la ansiada emancipación, Clara Zetkin reflexionó también largo y tendido sobre cuestiones como la socialdemocracia, los partidos comunistas, el fascismo y las guerras. Contribuciones que siguen latiendo en el seno de nuestra actualidad y que nos atraviesan diariamente ante la atónita mirada de quienes dicen no entender nada. Quizá porque se haya perdido de vista el foco con el que nos iluminaban los autores marxistas.

Sobre el fascismo apuntaba que su derrocamiento es una necesidad absoluta, e hizo un llamamiento a todos los proletarios para que se concentraran enérgicamente contra el mismo.

 “En el fascismo el proletariado ha encontrado un enemigo extraordinariamente peligroso. El fascismo es la expresión más directa de la ofensiva general emprendida por la burguesía mundial contra el proletariado”. (Fascismo, agosto de 1923).

Entendió el fascismo como expresión de la desintegración y decadencia de la economía capitalista y el síntoma de la disolución del Estado Burgués. Apuntó, de manera muy vivaz, que el fascismo debía entenderse como un movimiento de los decepcionados y de aquellos cuya existencia está arruinada. Nos hemos permitido añadir estas consideraciones de Zetkin ya que el sistema capitalista, en profunda crisis, atesora una inmensa masa de trabajadores cada vez más pauperizados, por lo que cabría estar atentos.

Tres años después de la finalización de la Primera Guerra Mundial, Zetkin advertía acerca de las pretensiones de un Estados Unidos inmerso en un extraordinario proceso de perfeccionamiento de los medios de producción. Condición que condujo al Estado imperialista a consolidarse como el mayor prestamista de los Estados europeos, situación acuciada debido al advenimiento de la guerra.

“Al capitalismo de los Estados Unidos no le interesa encontrar solamente mercados buenos y seguros, ni siquiera la explotación de los ricos recursos naturales del país, como carbón, hierro, etc. Lo que realmente desea es conquistar el poder sobre la misma fuerza de trabajo del pueblo chino. China representa una cuarta parte de la población mundial. El pueblo chino no tiene pretensiones, ha sido educado con la antigua cultura milenaria de la máxima disciplina de trabajo y a las máximas prestaciones. Los capitalistas de los Estados Unidos ven en el pueblo chino una fuente de ganancia que el destino ha puesto en su camino”.  (La lucha de los partidos comunistas contra el peligro de guerra y contra la guerra, 1922). Texto indispensable para analizar la actualidad tomando como referencia este hilo conductor que ayuda a entender las consecuencias de una serie de  procesos políticos, históricos y socioeconómicos.

Como indicamos al inicio, a Clara Zetkin — entre otras comunistas — le debemos la contribución en el análisis de la situación de la mujer desde una perspectiva de clase. El siguiente texto data de 1920 y plantea la necesaria participación de las mujeres proletarias para involucrarse en los ideales comunistas. Consideraba indispensable el acercamiento de las mujeres a las luchas revolucionarias y a su máxima integración en el cuerpo social para que la superación del capitalismo, a través del socialismo, permitiera el pleno desarrollo de la personalidad de las mujeres proletarias. Entendía esta incorporación como un paso absolutamente necesario para la formación de una masa cada vez más compacta de trabajadores que pudieran hacer frente al sistema burgués superándolo. Criticó duramente las reivindicaciones del movimiento femenino burgués, considerando su incompetencia a la hora de garantizar derechos plenos a las mujeres ya que en la práctica dichas reivindicaciones conducían necesariamente a una modificación del sistema capitalista en beneficio exclusivo de las mujeres de las clases poseedoras. Las mujeres proletarias, como parte de la clase explotada, no pueden independizarse de la situación de los hombres de su misma clase puesto que le son propias. La emancipación de la mujer es, pues, la emancipación de todos y cada uno de los trabajadores y el fin de la explotación del hombre por el hombre.

“El comunismo, aboliendo la propiedad privada de los medios de producción, elimina la causa de la opresión y explotación del hombre por el hombre, el contraste social entre ricos y pobres, explotadores y explotados, dominadores y oprimidos, y por tanto también el contraste económico y social entre hombre y mujer”.

La postura de Zetkin se sustenta en las apreciaciones que ya hiciera Engels en “El origen de la familia, la propiedad privada y el estado”, en el que subrayaba que el carácter específico de la opresión económica que pesa sobre el proletario solo se manifiesta con total nitidez una vez suprimidos todos los privilegios legales de la clase capitalista y establecida la plena igualdad jurídica de ambas clases; es entonces cuando se verá que la liberación de la mujer exige, como primera condición, la reincorporación de todo el sexo femenino a la producción social. En este sentido, la desigualdad legal heredada de las condiciones sociales anteriores, no es causa sino efecto, de la opresión económica de la mujer. En resumen, es tramposa la crítica acerca de la opresión de la mujer si no viene acompañada de la consecuente crítica de la propiedad privada y sin un análisis actualizado de los modos de producción capitalistas y las relaciones sociales que se dan en él.

Como el texto que nos compete abarca un contenido excesivamente largo para este espacio, dividiremos el contenido en varios artículos a lo largo del mes que dura este especial.

Clara Zetkin Directrices para el movimiento comunista femenino

I

 El II Congreso de la III Internacional hace suya la resolución del I Congreso acerca de la necesidad de dar consciencia de clase a las grandes masas de mujeres proletarias, de educarlas en los ideales comunistas, de convertirlas en compañeras de lucha y en seguras y decididas colaboradoras hacia el comunismo. La vigorosa participación de las proletarias en las luchas revolucionarias por la superación del capitalismo y la realización del comunismo es del todo indispensable. Y es necesario para que todas las mujeres sean capaces de desarrollar plenamente su personalidad, con la solidaridad de todo el cuerpo social, mediante la educación, ya sea en la actividad profesional o en la de madre, de forma que les sean asegurados todos sus derechos sociales. Y es necesario, para que el proletariado sea cada vez más compacto y fuerte en la lucha revolucionaria contra el sistema burgués y en la construcción revolucionaria del nuevo sistema, que sean creadas las condiciones sociales para la consecución de este objetivo.

II

La historia del pasado y del presente nos enseña que la propiedad privada es la última y más profunda causa de la situación de privilegio del hombre frente a la mujer. La aparición y consolidación de la propiedad privada son las causantes de que la mujer y el niño, al igual que los esclavos, pudiesen convertirse en propiedad del hombre. Por esta causa ha aparecido la dominación del hombre por el hombre, la contradicción de clase entre ricos y pobres, entre explotadores y explotados; debido a ello pudo producirse la relación de dependencia de la mujer en cuanto esposa y madre del hombre, su subordinación al hombre, su inferioridad en la familia y en la vida pública. Esta relación todavía sigue existiendo en nuestros días entre los llamados pueblos avanzados; se manifiesta en las costumbres, en las leyes con la privación de derechos, o como mínimo en la inferioridad del sexo femenino ante la ley, en su posición subordinada en el seno de la familia, en el Estado y en la sociedad, en su condición de tutelada y en su menor desarrollo espiritual, en la insuficiente valoración de sus prestaciones maternas y de su significado para la sociedad. En los pueblos de cultura europea, este estado de cosas ha sido consolidado y promovido por el hecho de que, con el desarrollo del artesanado corporativo, la mujer queda desplazada de los sectores de producción de bienes industriales en la sociedad y relegada a desempeñar su actividad en la economía familiar, sólo para su propia familia, Para que la mujer llegue a obtener la plena equiparación social con el hombre -de hecho y no sólo en los textos de leyes y sobre el papel- para que pueda conquistar como el hombre la libertad de movimiento y de acción para todo el género humano, existen dos condiciones indispensables: la abolición de la propiedad privada de los medios de producción y su sustitución por la propiedad social, y la inserción de la actividad de la mujer en la producción de bienes sociales dentro de un sistema en el que no existan ni la explotación ni la opresión. Solamente la realización de estas dos condiciones hace que sea imposible que la mujer, como esposa y como madre, quede subordinada económicamente al hombre en la familia, o que por la contradicción de clase existente entre explotadores y explotados caiga, en tanto que proletaria y obrera de la industria, bajo el dominio y la explotación económica del capitalista. De hecho, estos supuestos, excesivos y unilaterales, tanto en la economía doméstica y en la maternidad como en la actividad profesional, paralizan cualidades y energías preciosas de la mujer y hacen imposible que se armonice, los dos ámbitos de sus deberes. Sólo la actuación de estas dos premisas garantiza a la mujer el desarrollo multiforme de sus capacidades y de sus energías, y le permite actuar con iguales derechos e iguales deberes como trabajadora y creadora en una comunidad de trabajadores y creadores, equiparados a su vez en derechos y deberes, y vivir plenamente su actividad de obrera y de madre de forma armoniosa.

III

Las reivindicaciones del movimiento femenino burgués han demostrado ser impotentes para garantizar los plenos derechos de todas las mujeres. Naturalmente, el afianzamiento de estas reivindicaciones reviste un significado que no debe ser subvalorado, ya que, por una parte, la sociedad burguesa y su Estado abandonan oficialmente el viejo prejuicio de la inferioridad del sexo femenino y, por otra, con la equiparación de la mujer reconocen su igualdad social. Sin embargo, en la praxis, la realización de las reivindicaciones feministas conduce esencialmente a una modificación del sistema capitalista en favor de las mujeres y las adolescentes de las clases poseedoras, mientras la abrumadora mayoría de proletarias, de las mujeres del pueblo trabajador, se ven tan expuestas como antes, en su calidad de oprimidas y explotadas, a que se manipule su personalidad y a que se menosprecien sus derechos y de sus intereses. la realización de las reivindicaciones feministas conduce esencialmente a una modificación del sistema capitalista en favor de las mujeres y las adolescentes de las clases poseedoras, mientras la abrumadora mayoría de proletarias, de las mujeres del pueblo trabajador, se ven tan expuestas como antes, en su calidad de oprimidas y explotadas, a que se manipule su personalidad y a que se menosprecien sus derechos y de sus intereses.

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