Jaime Cedano Roldán, dirigente comunista superviviente del genocidio contra la Unión Patriótica en Colombia.
Lo que antes solo eran rumores y hasta noticias desmentidas se ha convertido en una realidad estremecedora. Más de una decena de niños y niñas murieron destrozados en un bombardeo realizado por el ejército colombiano contra uno de los campamentos de guerrilleros disidentes de las FARC, hechos que ocurrieron el día 2 de marzo en una selvática zona. El periodista Hollman Morris fue quien dio la alarma y se trasladó a la zona en busca de confirmación y mayor información. El gobierno inicialmente negó que hubieran niños entre las víctimas del bombardeo pero luego tuvo que reconocerlo. Las declaraciones del ministro de defensa justificando los hechos son absolutamente aberrantes y han despertado una gran indignación entre amplios sectores de organizaciones sociales, periodistas y ciudadanía en general. El ministro ha calificado a los menores como “maquinas de guerra” a las que había que eliminar, calificativos que sorprenden mucho más por cuanto el ministro, de reciente nombramiento, fue Director del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar -ICBF- “entidad del Estado colombiano que trabaja por la prevención y protección integral de la primera infancia, la niñez, la adolescencia y el bienestar de las familias en Colombia, brindando atención especialmente a aquellos en condiciones de amenaza, inobservancia o vulneración de derechos”.
El operativo militar solo pudo ser ordenado por el ministro o el propio presidente sobre la base de la más amplia información de inteligencia de los objetivos a abatir, por lo que se sabía de la presencia de los menores de edad, quienes en muchos casos son reclutados con engaños o incluso son forzados a ingresar a los grupos armados. Por ello las normas internacionales establecen que los niños involucrados en la guerra deben ser considerados como víctimas de la guerra y deben ser objeto de protección.
El asesinato de estos niños y las declaraciones del ministro muestran la degradación de la guerra y el desprecio por la vida por parte del uribista gobierno de Iván Duque. Al estupor por el hecho acaecido y por las declaraciones del ministro hay que sumarle el que provoca el silencio de los grandes medios, y en las redes, especialmente en Europa, frente a un hecho tan cruel e inhumano.
