Materialismo Histórico ya entrado el Siglo XXI

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Mariano Ciafardini, CEFMA

Al hablar de Materialismo Histórico (MH) inevitablemente vienen al pensamiento dos conceptos básicos para elaborar las categorías de este enfoque de las ciencias sociopolíticas. Ellos son los de: Fuerzas de Producción (FFPP) y Relaciones de Producción (RRPP). Mucho ha se escrito al respecto de estas dos entidades teórico-reales y sobre las sub-clasificaciones que se han hecho derivar de ellas.

Aquí queremos remarcar no lo que las distingue sino lo que las unifica, y en cierto modo fluidifica, que es el hecho de que de lo que estamos hablando aquí es del conocimiento humano y del modo en que este impacta en las formas de organización social.

Efectivamente las FFPP son en última instancia conocimiento humano ya sea objetivado en herramientas, utensilios, máquinas o dispositivos etc. o propiamente dicho en forma subjetiva como el saber acumulado históricamente experiencias habilidades etc. para el manejo y el funcionamiento de tales instrumentos o para el descubrimiento y la creación de otros nuevos. En este sentido la naturaleza no sería en si una fuerza productiva sino el lugar en el que se consiguen los insumos para la elaboración y el funcionamiento de los instrumentos y para la vida del ser humano mismo.

De acuerdo al grado de desarrollo de estas FFPP los seres humanos para hacerlas funcionar se organizan en formas de división del trabajo que en la sociedad de clases son impuestas por ciertas minorías a ciertos sectores mayoritarios de la población a partir del miedo pero, principalmente (y también aquí juega el conocimiento), del convencimiento de la superioridad y la aptitud de dirigente social necesario de tales minorías por parte de estas mayorías. Tal convencimiento no es puramente declarativo sino que tiene un seudo-anclaje real: para ese grado de desarrollo de las FFPP esa forma de organización (RRPP) se manifiesta como la más eficaz para hacer competitivo (bélicamente) al grupo social de que se trate. Es decir que las RRPP son el óptimo adaptativo para la supervivencia de los determinados grupos humanos, tribus, reinos o naciones que se hallan en un equilibrio competitivo permanente.

Por ello cuando, como producto del avance del conocimiento  -particularmente del científico técnico-, ciertos grupos humanos descubren que una nueva forma de organización social  es más eficaz para aumentar la producción y la productividad, base sobre la que se asienta su poderío militar  y de ahí su competitividad frente a otras, tiende a adoptarla (a la nueva forma de organización) aunque no sin que se estresen los distintos sectores de tal grupo o sociedad particularmente entre los que tienden a permanecer en las formas presentes y los que tiende a cambiarlas. Esos “estressamientos” son las luchas de clases.

En los modos de producción pre-capitalistas tales RRPP entraban en crisis con el desarrollo de las FFPP y las distintas formaciones económico sociales concretas caían en la decadencia y la desorganización, mientras que en otros o en los mismos territorios empezaban a aparecer grupos humanos que recurrían a formas nuevas más dinámicas y eficientes de organización social siempre hasta ahora bajo el patrón de una minoría que domina y conduce a una mayoría.

En el capitalismo la lucha de clases se presenta dentro y al mismo tiempo en que se desarrollan las RRPP burguesas es decir las dominantes. Por ello en el capitalismo la lucha de clases se da directamente entre el sujeto dominante y el sujeto dominado. Desde que surge el capitalismo en Europa Occidental y Central el enfrentamiento es entre la acumulación de capital (burguesía) y el mundo del trabajo (clase obrera). Hay una tendencia hacia nuevas RRPP en medio del funcionamiento pleno de las RRPP existentes. Las luchas campesinas, por una sociedad igualitaria, empujan a una ruptura de las relaciones feudales y permiten el desarrollo de la burguesía en las ciudades comerciales y con el desarrollo de esta burguesía y la manufactura se desarrolla la clase trabajadora. En el siglo XX el socialismo nace en medio de un mundo capitalista y tiene que abrirse paso a través de él y en el XXI esta tendencia continúa.

El Materialismo Histórico ha gozado siempre, aun en tiempos de descrédito del marxismo en general como lo fue el período de los años 1985/2008, de una aceptación o al menos cierto grado de respeto intelectual incluso de parte de aquellos no marxistas y aun de ciertos antimarxistas con capacidad de reflexión sobre los temas históricos.

Ello ha sido así debido a que los conceptos y categorías del MH permiten entender y explicar el desarrollo histórico universal de una forma más coherente científicamente y más “creíble” (más acorde al sentido común o mejor dicho al buen sentido) que las diversas versiones idealistas y positivistas burguesas.

Los propios embates en contra del MH que han alcanzado más difusión como los de Karl Popper cayeron de forma inusualmente rápida en el descrédito al quedar en evidencia el carácter puramente ideológico de la empresa y de la inconsistencia de sus tesis falsacionistas en términos generales.

Por otro lado Perry Anderson en “Tras las huellas del Materialismo Histórico” se encargó elocuentemente de las “propuestas” de los así llamados “nuevos filósofos” franceses y de las de Jürgen Habermas en cuanto a sus visiones sesgadas de lo histórico real, mostrando la puerilidad de sus argumentos.

No obstante llegado el momento de recurrir al MH y a sus desarrollo teóricos dentro del universo marxista se cae en la cuenta de que luego del magistral aporte de Lukacs en “Historia y Consciencia de Clases” y los de algunos otros notorios teóricos marxista durante el siglo XX,( entre los que destaca el del latinoamericano Enrique Dussel) el esfuerzo teórico ha cesado y no se encuentran hoy reflexiones sustanciales sobre sus conceptualizaciones y categorías que estén a la altura del momento actual, ya entrado el S XXI, sino solamente una insistencia en lo ya elaborado y repeticiones de lo mismo precisamente  en un momento histórico, como el actual,  en el que el interrogante sobre el futuro rumbo histórico de la humanidad está a la orden del día.

Resulta entonces imperioso desde un punto de vista marxista volver sobre los conceptos de Fuerzas Productivas, Relaciones de Producción y Modos de Producción para luego de ensayar una “deconstrucción“ de los mismos y volver inmediatamente a integrarlos en un nivel superior que eche luz sobre   los dramáticos interrogantes que se le presentan hoy a género humano.

Así también es urgente atender a la cuestión de la dinámica de la sucesión dialéctica de los momentos históricos y sus etapas internas cuya formulación actual es harto insuficiente para explicar el devenir histórico general y totalmente insuficiente para elaborar la caracterización materialista del momento actual, permitiendo reelaboraciones que les den a tales momentos y etapas una nueva coherencia, teniendo en cuenta los avances de la historiografía y la antropología.

Proponemos volver sobre categorías como las de:  necesidad y  desarrollo del conocimiento/ sensibilidad humana y las relaciones de estas con la categoría de consumo en tiempos  en que aparece como urgente pautar el consumo  global para llegar a un equilibrio  entre la satisfacción de las necesidades básicas de una población global de miles de millones, con la imperiosa necesidad  de limitar  el impacto de la producción mundial sobre el medio ambiente a un grado tal que permita la sustentabilidad del planeta y su habitabilidad confortable.

Así el silogismo entre: 

necesidad – producción/distribución – consumo, parece que debe ser regulado planificadamente a nivel global, al menos en términos generales, lo que tiene implicancias políticas trascendentales.

Hablamos de una suerte de administración políticamente consensuada con los diversos actores internacionales fijándose metas correspondientes a la urgencia ecológica sin excluir a ningún grupo humano. Está en claro que la República Popular China y la red de alianzas, económicas, comerciales y políticas que se ha tejido en su entorno son una parte indispensable, aunque no suficiente de este acuerdo que precisaría de un llamado a la cordura y la razón a otros actores internacionales de envergadura.

Las necesidades y el consumo deben pasar a ser parte del análisis económico en un mismo plano o aun en un plano superior que la producción y la distribución (intercambio).

En este sentido la relación entre la FFPP y las relaciones de producción requiere de una reformulación más profunda que vaya más allá del hecho (real) de que el desarrollo de las primeras pone en crisis a las segundas y determina el cambio en el modo de producción.

Con ello el MH exhibiría todo su potencial científico y demostraría ser (como lo es) la única matriz teórica adecuada para afrontar la realidad humana y planetaria ya entrado este, a la vez complejo y esperanzador, siglo XXI.

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