El tío Joe

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Termina la presidencia del siempre polémico y despreciable Donald Trump y comienza una nueva Administración estadounidense a manos del que fuera vicepresidente en la Administración de Barack H. Obama; Joseph Robinette Biden Jr. Algunos ven y venden este acontecimiento como un cambio en la actual política de Estados Unidos, un cambio de talante, nuevas formas de hacer política y una estrategia con olor a Libertad y Progresismo tras cuatro años de “Trumpismo”. Pero no nos engañemos, se trata del presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. Cambian de presidente para no cambiar nada o casi nada. Ya lo vivimos hace no muchos años con la llegada de Barack Hussein Obama II, el primer presidente afroamericano de EE. UU., un abanderado de la Libertad y la Democracia que traería la concordia al mundo, el Nobel de la Paz de 2009 que en 8 años de presidencia bombardeó 7 países. Y es que nada cambia, sobre todo en lo que se refiere a política exterior, la geopolítica. Y eso lo saben bien en el “Eje de la Resistencia”.

La carrera política de Joe Biden es amplia y ambiciosa. A sus 78 años, Biden tiene a sus espaldas un buen número de puestos de responsabilidad y poder, fue Senador de los Estados Unidos por el Partido Demócrata desde 1973 hasta 2009 y entre sus cargos destaca la presidencia del Comité de Relaciones Exteriores del Senado de los Estados Unidos desde 2007 a 2009 y la vicepresidencia de los Estados Unidos en la Administración Obama desde 2009 a 2017. No es un desconocido, ni para los estadounidenses ni para el resto del mundo. Ni mucho menos para aquellos países que han sufrido sus políticas y sus guerras.

Recordemos brevemente algunos de los grandes éxitos más memorables en la carrera del ahora presidente de los Estados Unidos:

En el año 1982 apoyó al Reino Unido en la guerra de las Malvinas, calificando a Argentina como agresor y subrayando que el apoyo a Reino Unido en el conflicto debería ser algo indudable para todos aquellos que estaban apoyados por EE.UU.

En 1994 impulsó una ley que endurecía las penas por hechos delictivos, conocida como “Ley Biden contra el Crimen”, provocando un aumento en las detenciones y en las condenas a pena de muerte, castigando en su mayoría a personas negras y migrantes.

En 1999 votó a favor y defendió ferozmente el bombardeo de la OTAN sobre Belgrado, con el “socialista” Javier Solana como Secretario General de la alianza militar. Lo que provocó la desintegración de Yugoslavia con el consecuente asesinato de miles de personas en la guerra. En 2016, de visita por Serbia y Kosovo y en calidad de vicepresidente de los EE.UU., Joe Biden ofreció sus más sinceras condolencias a todas las familias de quienes murieron en aquella Guerra de los Balcanes, incluyendo los asesinados durante los bombardeos de la OTAN en Serbia. Pues ya está, todo arreglado.

Abandonó a Afganistán a su suerte tras la invasión estadounidense llegando a afirmar que no había ninguna posibilidad para el país, dándolo como un caso perdido. Como si el Gobierno estadounidense no hubiera tenido nada que ver con el auge islamista talibán que acabó controlando y dividiendo el país afgano. La invasión de Afganistán trajo la detención masiva y aleatoria de lo que el Gobierno de EE.UU. consideraba sospechosos de terrorismo, es decir, de árabes y musulmanes principalmente, acusados sin juicio previo, incluidos menores de edad. Los detenidos eran trasladados al Centro de detención de Guantánamo. A las detenciones ilegales continuaron las torturas, abusos y total violación de los Derechos Humanos. Obama, con Biden de vicepresidente, prometió cerrar este centro de torturas. No lo hicieron.

En 2002/2003 respaldó la resolución que autorizaba la invasión de Iraq tras la falsa acusación al Gobierno de Saddam Hussein de poseer armas de destrucción masiva. Las consecuencias son por todos conocidas. Saddam Hussein fue ahorcado y miles de iraquíes torturados y asesinados, sumado a la destrucción del país y el auge del terrorismo de al-Qaeda y Daesh. Biden respaldaba la idea de dividir Iraq en tres pequeños estados para de esta forma defender y proteger a Israel. Geopolítica “made in USA”.

Reconocido sionista y orgulloso de serlo, destaca por su postura contra Palestina y total apoyo al sionismo, es por ello que favoreció el nombramiento unilateral de Jerusalén como capital de la Entidad Sionista de Ocupación Israel.  Aunque parece difícil que supere las decisiones sionistas de Donald Trump, no debe engañarnos la palabrería de una solución al conflicto que beneficie a todos, ni las buenas intenciones para una solución pacífica. El sionismo es el cáncer por erradicar y nunca será la solución.

En 2009, EE.UU. participó en el golpe de Estado a Honduras que derrocó al presidente Manuel Zelaya. Joe Biden era vicepresidente.

En 2011 apoyó el ataque y la injerencia en Libia que permitió que la OTAN, con EE.UU. al frente, bombardeara el país para derrocar al Coronel Mu’amar al Gaddafi. Estuvo a favor de armar y financiar a los terroristas “rebeldes” que finalmente capturaron y asesinaron a Gaddafi, transformando la nación más avanzada de toda África en un Estado devastado, dividido y a merced de fundamentalistas y mafias esclavistas.

También en 2011 y dentro del marco de la llamada “Primera Árabe”, promocionó la injerencia extranjera y el terrorismo islamista internacional en Siria para derrocar al Gobierno de Bashar al-Assad, sumiendo a la nación árabe en una sucia guerra de rapiña.  Este apoyo al terrorismo yihadista ha provocado miles de asesinados y un conflicto enquistado que continúa hoy en día en la que era una de las naciones más avanzadas de todo Oriente Medio. Ya como presidente ha mostrado su postura de agresión contra Siria.

En 2014 apoyó el golpe de Estado neonazi en Ucrania bajo la falsa bandera revolucionaria de la Democracia y la Libertad. El conocido como Euromaidan desembocó en el auge ultraderechista en Ucrania y en el conflicto armado de Donbass con sus consecuentes muertes.

Siendo vicepresidente de la Administración Obama se bombardeó 7 países en tan sólo 6 años; Afganistán, Somalia, Pakistán, Libia, Iraq, Siria y Yemen. Exportando paz y democracia “around the world”.

La Administración Obama a la que pertenecía lanzó sólo en 2016 un total de 26.171 bombas. Una perspectiva que hace proyectar un nuevo gobierno claramente pacífico y pacifista.

Como vicepresidente con Barack Obama se realizaron el mayor número de deportaciones de inmigrantes hasta la fecha. Ningún otro gobierno estadounidense ha expulsado tantos inmigrantes nunca en la historia del país. Ahora, el que fuera responsable de la “Ley Biden”, ya como presidente, alardea de que corregirá el desastre migratorio provocado por Donald Trump.

Con Obama de presidente y Biden de vicepresidente se construyeron 115kms. de muro en la frontera con México. Sin embargo, su propuesta como presidente es parar la construcción del muro. Sabemos que al menos tiene 115 kilómetros que derribar.

Hasta ocho mujeres han denunciado a Biden por comportamientos inadecuados, tocamientos, acoso sexual o incluso agresión sexual. Todos supuestos. Entre ellas, las más mediáticas han sido Tara Reade, antigua empleada de la oficina de Joe Biden en el Senado, quien habla de supuesta agresión sexual en el año 1993, y Lucy Flores, abogada y Miembro de la Asamblea de Nevada por el Partido Demócrata.

Joe Biden y su equipo reconocen al golpista Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela, lo que demuestra su clara inclinación por un imperialismo que en la práctica intenta derrocar gobiernos legítimos en contra de una verdadera democracia donde sus representantes son elegidos en las urnas por su pueblo. La agresión al gobierno bolivariano no cesará con este nuevo gobierno.

Sin duda, el nuevo presidente de EE.UU. es muy bueno en lo suyo, lo tiene todo para ser un gran presidente yanqui. Porque el cambio en la presidencia no es más que el cambio de careta, la careta naranja de Trump se cambia por una careta con sonrisas de colores, pero detrás de ella sigue estando el mal sin escrúpulos, o como diría el Comandante Chávez: el diablo. Porque por mucho que los “mass media”, los acTVistas y demás maquinaria posmoderna chupi progre repitan una y otra vez que el Gobierno de Biden se antoja como un soplo de aire puro y fresco, no se respira más que otra bocanada de azufre.

No hay más que ver cómo nos han chutado en vena a la que será su flamante vicepresidenta, a la que ya los mismos medios nos cuentan que será la próxima presidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, quien se convierte en la primera vicepresidenta mujer. Mujer como Hillary Clinton, Margaret Thatcher o Condoleezza Rice. Kamala Harris es la primera vicepresidenta “de color”. “De color” como Barack Obama, Colin Powell… o Condoleezza Rice, que tiene el combo completo. Todos los medios nos presentan a una mujer de origen indio y jamaicano como la fiscal progresista que capitanea la sed de Justicia. Sin embargo, sus grandes éxitos suenan un tanto diferentes a la imagen que se nos ha mostrado de ella:

Durante el periodo de 2004 a 2011, siendo fiscal de distrito de San Francisco y durante 2011 y 2017, siendo fiscal general de California, fue señalada por retener información sobre juicios para así inclinar la balanza hacía una sentencia determinada. Mantuvo condenas en casos donde la policía manipuló pruebas y realizó falsos testimonios.

La autodenominada “Top Cop”, se opuso a reformas penales para así mantener unas políticas judiciales conservadoras, entre ellas defender la legislación que procesaba a padres por la ausencia continuada de sus hijos a la escuela, endureciendo las penas económicas contra ellos o empleándolos para trabajos forzados para la comunidad. Esto afectaba principalmente a familias desestructuradas de clase obrera con bajos ingresos, especialmente inmigrantes, latinos y afroamericanos. Además, dio orden de dar parte a la Policía de Inmigración y Control de Aduanas de todos aquellos jóvenes detenidos indocumentados.

Otra de sus políticas judiciales era combatir la mendicidad siendo el azote de pobres sin hogar. De nuevo los damnificados eran pobres e inmigrantes.

Un juez destapó que un grupo de fiscales bajo el mando de Harris retuvieron pruebas potencialmente exculpatorias en el caso de George Gage, un electricista sin antecedentes acusado por abusar de su hijastra en 1999.

Harris se opuso a la realización de pruebas de ADN para demostrar la inocencia del afroamericano Kevin Cooper, quien fue condenado a muerte en un juicio salpicado por el racismo y la falta de profesionalidad. La prueba podría haber demostrado su inocencia.

En 2014 se negó a apoyar normativas que regulaban el uso de cámaras corporales en la Policía. Ese mismo año apeló un dictamen de un juez federal del condado de Orange que afirmaba que la pena de muerte era inconstitucional, su apelación paralizó la reforma del sistema de pena capital en California.

En 2015 se posicionó en contra de un proyecto de ley destinado a la investigación de oficiales de policía involucrados en tiroteos, rechazando así el Proyecto de Ley 86 de la Asamblea en la legislatura de California. Evitó perseguir casos de violencia policial. Dicha ley podría haber facilitado a la oficina del Fiscal General una investigación independiente sobre asesinatos a manos de la policía. Asesinatos principalmente de gente pobre, inmigrante y negra.

Ante el debate sobre las prisiones superpobladas, Kamala Harris comentó la necesidad de mantener a presos no violentos en las cárceles para así disponer de mano de obra barata, dilatando así los procesos judiciales y sus correspondientes apelaciones.

Evitó llevar a juicio al OneWest Bank acusado de falsificar documentación y realizar procedimientos sin autoridad legal para apropiarse de viviendas hipotecadas de deudores en California sin notificación lícita para ello. Los dueños de OneWest Bank donaron dinero para su campaña de 2017 al Senado. Casualidades de la vida. La nueva vicepresidenta, como muchos otros, participan y tejen una red clientelar de las altas esferas de la élite estadounidense.

Harris simpatiza con el movimiento sionista israelí. Aboga por mejorar, si cabe, las relaciones con Israel. No sólo en el plano político, principalmente en el plano militar, y es que Harris es una militarista que defiende la necesidad de aumentar en miles de millones el dinero destinado a la industria militar del ejército sionista y emplearlo para financiar sistemas de misiles de defensa Arrow, David’s Sling y Iron Dome para, según ella, combatir a Irán, Hamas y Hezbollah. Así lo dejó claro en la AIPAC (American Israel Public Affairs Committee) y así lo hará.

Estuvo en contra de un proyecto de ley que prohibía la intervención militar estadounidense en Venezuela. Continuará el acoso al chavismo.

“Top Cop” fue firmante junto a otros 399 congresistas de una carta para endurecer las agresiones a Siria, Irán y El Líbano. También apoyó sanciones económicas contra Rusia y Corea del Norte.

No hay duda de que Kamala Harris es también muy buena en lo suyo. Gran merecedora del puesto para ser compañera de batallas de Joe Biden y para el progreso de los United States of America. Tan buena en lo suyo que Donald Trump hizo una donación de 5.000 dólares en 2011 y otra de 1.000 dólares en 2013 a las campañas de reelección de Harris para el fiscal general de California, así como su hija Ivanka Trump, quien donó 2.000 dólares a la política demócrata en 2014, según muestran los registros. Enemiga de la clase obrera, esta es la mujer cuyo juramento emociona a nuestra ministra de Igualdad y diputada en el Congreso, quien además espera que el nuevo presidente Joe Biden abra una nueva etapa de tolerancia, justicia social e igualdad. Claro que sí, Irene, todo apunta a ello.

Otros compañeros de Biden ya son conocidos por su participación en otras Administraciones anteriores:

Antony Blinken será el Secretario de Estado, quien fue Asesor de Seguridad Nacional de Biden como vicepresidente entre 2009 y 2013 y Asesor Adjunto de Seguridad Nacional desde 2013 a 2015 de Barack Obama, con el que también fue Vicesecretario de Estado desde 2015 a 2017. Apoyó la injerencia contra Libia y Siria en 2011. No condenó la masacre contra palestinos perpetradas por el ejército sionista. Precursor de la guerra contra Yemen en apoyo de la petrodictadura de Arabia Saudí. Un neoliberal amante de la guerra dispuesto a diseñar políticas de enfrentamiento contra Rusia y China. Recientemente afirmó que no retomaría relaciones con Venezuela, calificando a su presidente legítimo Nicolás Maduro como un “brutal dictador” y reconociendo estar de acuerdo con decisiones tomadas en la Administración Trump como, por ejemplo, el apoyo a Guaidó a modo de presión, además de mantener las sanciones económicas hasta “restaurar la democracia en Venezuela”. También elogió otras medidas de Trump con respecto a Israel, Kosovo y China. Igualmente ve positivo la presión del presidente saliente a los aliados de la OTAN para el aumento de gasto en Defensa. Hace unos días, Blinken ya afirmó con rotundidad que EE.UU. no dará marcha atrás en el nombramiento de Jerusalén como capital de la entidad sionista de ocupación.

William Joseph Burns ostentará el cargo de Director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Quien fuera Secretario Ejecutivo del Departamento de Estado desde 1996 a 1998 y Embajador de Estados Unidos en Jordania con Bill Clinton desde 1998 hasta 2001, Subsecretario de Estado para Asuntos del Oriente Próximo desde 2001 a 2005 y Embajador de Estados Unidos en Rusia con el Gobierno de George W. Bush entre 2005 y 2008, Subsecretario de Estado de Asuntos Políticos de 2008 a 2011, Secretario de Estado interino en 2009 y Secretario de Estado adjunto de la Administración Obama desde 2011 a 2014. El denominado por EE.UU. “eje del mal” lo conoce muy bien, ya que Burns acompañaba a Bush cuando surgió este malvado y perverso eje enemigo de la civilización desarrollada y de Occidente que incluía a Iraq, Irán y Corea del Norte para luego añadir a Libia, Siria y Cuba. Entre los grandes éxitos de William Burns encontramos las invasiones de Afganistán e Iraq, la “Revolución” de las Rosas en Georgia, la “Revolución” naranja en Ucrania, las agresiones a Libia y Siria o la vista gorda en Palestina.

David S. Cohen será su compañero como Director Adjunto de la CIA. Con Barack Obama fue Subsecretario de Terrorismo y Financiación de 2009 a 2011 y Subsecretario de Hacienda para Terrorismo e Inteligencia Financiera de 2011 a 2015. Apodado como “el Batman financiero” implementó las sanciones económicas contra países como Rusia, Corea del Norte e Irán, aplicando así el conocido terrorismo económico cuyo objetivo pretende hundir económicamente al país al que se le aplica. Impuso esta medida contra el banco Binacional Irán-Venezuela. De origen judío, es conocido por su defensa del ente sionista de ocupación.

Samantha Power. Directora Sénior del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos entre 2008 y 2013 y embajadora de Estados Unidos ante las Naciones Unidas entre 2013 y 2017 durante el gobierno de Barack Obama. Respaldó la guerra contra Iraq afirmando que una intervención estadounidense mejoraría la vida de los iraquíes. Fue participe de la destrucción de Libia en 2011. Impulsora de la propaganda de guerra contra Siria, Rusia e Irán durante el “conflicto sirio” beneficiando de esta manera a los grupos terroristas que operaban en territorio sirio. Asimismo, Power bloqueó propuestas de la Comunidad Internacional para asistir a la población yemení que estaba, y está, siendo masacrada por Arabia Saudí. Es equidistante en el conflicto palestino-israelí comparando el lanzamiento de cohetes caseros por parte de la resistencia palestina con los bombardeos militares del ejército sionista. Abogó por intervenir más agresivamente en otros países bajo la excusa de la protección a los más débiles. Lidera la USAID (Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional).

Lloyd Austin será el Secretario de Defensa de los Estados Unidos, el primer afroamericano en ocupar el cargo. 41 años como militar, dirigió el CENTCOM siendo responsable de misiones en Afganistán, Iraq, Libia, Siria y Yemen. Con él como Comandante del Mando Central de los Estados Unidos en la Administración Obama se entrenó y armó a los “rebeldes” en Libia y en Siria dando vía libre para la invasión de ambas naciones por el terrorismo internacional. En 2015 intentó maquillar el apoyo al terrorismo “rebelde” en Siria y admitió en una audiencia del Comité de Servicios Armados del Senado que un programa estadounidense destinado a capacitar a sirios no había tenido éxito. También es responsable de la destrucción de Yemen a cargo de una coalición internacional liderada por EE.UU. y Arabia Saudí. En 2016, Austin se incorporó al sector privado uniéndose a la junta directiva de Raytheon Technologies, un contratista militar, de esta manera hace dinero con la guerra embolsándose millones de dólares con la venta de armas en conflictos armados como el de Siria y Yemen, que él mismo suscitó. Igualmente, forma parte de empresas de acero como Nucor y Pine Island que hacen negocio con la defensa militar. A nadie se le escapa la creación y el auge de Daesh siendo él responsable.

Avril Haines se convierte en la primera mujer Directora de Inteligencia Nacional de los Estados Unidos. La que fuera ex Viceconsejera de Seguridad Nacional durante la Administración Obama es fiel defensora del uso de drones como arma militar. Fue abogada principal del Consejo de Seguridad Nacional de 2010 a 2013. Cuando ocupaba el cargo de subdirectora de la CIA, de 2013 a 2015, autorizó el uso de drones para llevar a cabo asesinatos extrajudiciales selectivos que acabaron en su gran mayoría en asesinatos de civiles. También fue acusada de ocultar hechos e informes de tortura. Junto con Obama estuvo a favor de la estrategia denominada «Pivot to Asia» que aumentaba la presión militar sobre Corea del Norte para crear un ambiente bélico que provocara un cambio de liderazgo en el país asiático.

En definitiva, un Gobierno de señores de la guerra, criminales en potencia y amantes de la injerencia, un club de millonarios neoliberales poderosos y sin escrúpulos. Lo que viene siendo una Administración imperialista estadounidense. Así que menos aplausos, menos emociones y menos celebraciones. El tío Joe no es más que el tío Sam.

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