El sistema estatal de cuidados: Crónica de un fracaso anunciado

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El gobierno de coalición viene a sorprender a propios y extraños con una nueva ocurrencia denominada «sistema estatal de cuidados». Digo nueva porque hay ocurrencias anteriores como el apoyo a leyes de identidad de género o el ingreso mínimo vital, a cuyas potenciales beneficiarias no debe de estar haciéndoles ninguna gracia el flagrante incumplimiento del proyecto. Un proyecto que se nos vendió entre alharacas «para que nadie quedase atrás».

Que los cuidados son un asunto objeto de un debate urgente es obvio. Que debemos felicitarnos de que traspasen las paredes del hogar también, porque se trata de un tema trascendental especialmente para las mujeres y porque el patriarcado español necesita tumbarse en el diván. Por ello sorprende, en primer lugar, las prisas por montar un sistema ¡un sistema! que además se configura con servicios y programas de aquí y de allá como la educación de cero a tres años, de la que me ocuparé unas líneas más abajo.

No parece que el gobierno haya escarmentado tras la implantación del ingreso mínimo vital, un proyecto fallido desde su gestación, como muchas ya avisamos. Y es que, según parece, este gobierno no ha aprendido a diferenciar lo urgente de lo importante. Lo urgente era inyectar dinero a la gente para comer y ya veríamos después. Pues todavía están las personas empobrecidas esperando. Lo de comer ya tal.

En segundo lugar, es cuanto menos curioso que la izquierda del cambio se olvide del tan cacareado construir poder desde abajo y comience la casa por el tejado, es decir, por implantar un sistema de cuidados vetando el debate a quienes los protagonizan. Este proyecto ha sido pilotado por un equipo académico liderado por Vicenç Navarro, gurú de la formación morada, e impulsado por el Ministerio de Igualdad. Un ministerio que, a tenor del contenido del proyecto, no parece que incluya una lectura verdaderamente feminista del cuidado. Como muestra valga este botón: Llevan las maestras de educación infantil una vida reclamando el reconocimiento de lo que son: educadoras y no cuidadoras.

Porque el cuidado, cosa que por lo visto a Vicenç Navarro se le olvida, es transversal. Y es responsabilidad de los sectores que engrosan la política social, no solo los más feminizados como la educación o los servicios sociales. ¿O es que acaso el sistema de salud no es cuidador? ¿Por qué un sistema de cuidados y no una ley de cuidados? O lo que es mejor ¿por qué no un plan de choque de cuidados? Después, cuando acabe la pandemia ya debatiremos todas (o todes, o todxs) sobre qué tipo de cuidados son susceptibles de ser prestados por políticas públicas.

El problema es que Unidas Podemos carece de una hoja de ruta sobre política social que sustituye con grandes dosis de soberbia. No digamos ya un proyecto sobre servicios sociales de los que directamente reniegan, hasta el punto de que han llamado a su sistema de cuidados «el cuarto pilar». Resignada como estoy ante la implantación de la ocurrencia solo espero que al menos no jueguen con las expectativas de la gente como hicieron con el ingreso mínimo vital. Ahora que me acuerdo, qué tontería acabo de escribir ¡Pero si han prometido trescientos mil empleos!

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