Goodbye, Borbones

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«Tengo la sensación de que no vamos a una tercera república, sino a una segunda república bis»

(Oído a un señor en la cuesta de Claudio Moyano de Madrid)

Llegó el momento de la huida. El rey campechano y benefactor, el adalid de la democracia, el impulsor del modélico proceso de transición, el mejor embajador, el rostro visible de una España moderna y sonriente, al final resultó ser tan ladrón, corrupto y fugitivo como toda su dinastía. Cierto es que cuando escribo estas líneas, de momento, no está encausado, pero no puede negarse que se van sabiendo detalles cada vez más oscuros de las comisiones saudíes y sus líos de faldas. Por otro lado, el hecho de que la reacción del emérito sea alejarse antes siquiera de ser encausado no indica, precisamente, una conciencia tranquila. Parece que cada generación de columnistas españoles desde hace ya tres siglos debe en algún momento analizar la escapada del país de un determinado monarca . A ver si mi modesta pluma es en esta generación capaz de aportar aspectos menos comentados que los que ya son evidentes.

Una de las primeras cuestiones que me acuden a la mente es el desmesurado egocentrismo y sed de dinero y poder que debía corroer a toda la familia real desde hace tiempo. Porque nadie que tenga la suerte de nacer en un entorno con tantos medios a su alcance y todos los problemas resueltos se arriesgaría lo más mínimo, si piensa racionalmente, a buscarse dificultades con conductas delictivas. No tenían necesidad alguna, y no nos engañemos, por más rabia que nos de a algunos, sería por el blanqueamiento constante en la prensa, por la desinformación o por lo que quieran, pero creo que es innegable que durante los 90 (una década que en muchos aspectos nos pareció en el mundo desarrollado un paréntesis de la historia) y el primer decenio del presente siglo el pueblo español los quería. Los invito a recordar la boda en 1997 de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarín, precisamente los primeros en caer por el agujero: fue un acontecimiento que tuvo hablando a todo el país y en Barcelona, la misma ciudad tantas veces centro de las tensiones autonomistas e incluso independentistas, las autoridades echaron el resto para dar un espectáculo grandioso. Ignoro si eran representativos del sentir mayoritario, pero muchos catalanes acudieron a gritar los tan traídos y llevados guapo y guapa con los que solían agasajar a la familia sus acólitos. Llegaron a disfrutar de un ducado honorífico en su ciudad de residencia, y tenían todo al alcance de la mano sin que nadie lo cuestionara. ¿Ustedes se hubieran arriesgado? Yo no. Lo único que puede explicar tal comportamiento es el inmenso egocentrismo que manifestó el propio Urdangarín en aquella respuesta de «el duque empalmado» y también una tremenda sensación de impunidad.

Esta es la segunda cuestión que me surge: lo seguros que debían estar todos los componentes de la familia de que no les pasaría absolutamente nada para restregarnos por la cara sus yates, sus lujos mal adquiridos, y hacer ese tipo de bromas en documentos tan importantes. Lo cierto es que tenían motivos para percibirlo así. Hemos hablado de su imagen durante los 90 y los 2000, pero recuerden el mote que el hoy huido Juan Carlos tuvo durante algún tiempo a su llegada: Juan Carlos el breve. Y es que en una sociedad que estaba sedienta de cambios nadie concebía que pudiera durar mucho tiempo en el trono. Sin embargo con la ayuda mediática y económica de muchas familias de terratenientes y oligarcas enriquecidos gracias a la dictadura (no sé que opinan de Antonio Maestre, pero les recomiendo su libro Franquismo S.A. para ilustrarse sobre esto), y el apoyo político y técnico de Nixon y la CIA de Vernon Walters logró ser aceptado. La naciente constitución de 1978, por otro lado, parecía consagrarlo como más allá del bien y del mal, no solo en el asunto de su inviolabilidad legal, sino en dificultar enormemente cualquier cambio que afecte a la monarquía. Un dato nada despreciable es que Juan Carlos de Borbón es la única persona que aparece con nombre y apellidos en nuestro máximo texto legal. Y no solo parecía gozar de impunidad en los aspectos teóricos. A pesar del apagón mediático durante décadas de los medios «serios» españoles, por filtraciones de la prensa europea, e incluso de revistas de humor, que, sorprendentemente, con frecuencia son más ilustrativos de la realidad que los pretendidos partes informativos, íbamos sabiendo de miles de «conductas inapropiadas», según el cursi eufemismo de ahora, en que iba incurriendo el ilustre fugitivo. La respuesta era el silencio mediático, la adulación con el guapo, guapa y a veces la abierta censura en todo lo que rodeara a la familia real especialmente patente en la portada de la revista El Jueves de julio de 2007 con un chiste verde sobre los entonces príncipes de Asturias y actuales reyes Felipe y Letizia, que fue secuestrada y supuso una condena al semanario.

La famosa portada de Julio de 2007 de El Jueves, que por ser secuestrada y censurada se convirtió en la más famosa del semanario, y la viñeta satirizando el hecho un año después de la misma publicación.

Qué demonios, no hace falta retrotraerse tanto. Basta ver que incluso mientras el emérito huía, no pocos ciudadanos del reino se han entregado a una defensa a capa y espada, y varios medios han pretendido vender que «hay que desligar la persona de la institución». Incluso el gobierno, supuestamente socialista, ha maniobrado para garantizarle una huida tranquila y sin sobresaltos.

Todo esto lleva mi conclusión en torno a la pregunta que impera en el ambiente: ¿es el principio del fin de la monarquía? Estos días he visto a diversos analistas de la izquierda que cierran esa posibilidad. En este medio tienen a Alejandro Sánchez Moreno y Carlos Martínez, que ven a la monarquía segura, amparada en su parapeto legal. Sin embargo, Daniel Bernabé nos ha llamado la atención sobre algo: en los últimos cinco años la monarquía ha tenido que gastar muchos de sus parapetos para mantenerse: la abdicación del ahora huido, la reducción de la consideración de «familia real» al núcleo más cercano, etc. Bernabé concluye que España es hoy sin duda menos monárquica, pero no necesariamente más republicana.

Y aquí viene mi conclusión: este villano de Madrid opina que sí, que la monarquía está herida de muerte. Pero mucho cuidado, porque el cambio no es por convencimiento en el pueblo ni por una revolución. Hablábamos más arriba del proceso legal, mediático y propagandístico de la construcción del mito de la transición. La impunidad que hemos comentado era la que tejió un entramado de oligarcas y caciques a los cuales la figura del rey benefactor les vino muy bien para legitimarse, convertirse en demócratas de toda la vida, y beneficiarse de una especie de ley de punto final no escrita. Esa noción es la que ha permitido que mueran sin ser juzgados torturadores como Antonio González Pacheco, más conocido como Billy el niño o que el ex ministro Rodolfo Martín Villa pueda refugiarse aquí de la justicia argentina, que en el marco del principio de Justicia Universal dictó una orden de búsqueda y captura contra él por los sucesos de Vitoria de 1976. Pues bien, esa élite que demostró su enorme poder y capacidad para construir el relato que quieran, en mi opinión empieza a percibir que la monarquía ya no les es útil. Y cambiar un rey por un presidente de república que controlen puede ser en esta ocasión la mejor manera de cambiar mucho para que todo siga igual. A fin de cuentas es lo que hicieron cambiando el régimen franquista por el rey campechano. Al pueblo español corresponde que se proceso no desemboque en otra «modélica transición» fraudulenta.

P.D: Como dije en redes, en mi último artículo, titulado «Mientras no ardía ninguna tarjeta», cometí un error humano sin ánimo de desinformar que me dispongo a aclarar: sobre el asunto de la supuesta pedrada a Rocío de Meer, hablé de que la Guardia Civil había desmentido el bulo. En realidad, lo que ocurrió es que la denuncia fue archivada por el juzgado de instrucción de Barakaldo, al no poderse demostrar la participación del grupo al que la golpista acusó, y también deja en el aire el alcance y origen de sus lesiones, que debe investigar llegado el caso otro juzgado. Aprendamos todos y yo el primero, que hay personas que pretendiendo ayudar confunden. Y comprueben siempre antes sus fuentes. Y los voxgolos que no se entusiasmen, porque yo cometí un error humano, no miles de bulos con clara intención desinformadora. Pido perdón, a mis lectores a los que debo dar siempre la información correcta, precisamente para que tengan herramientas buenas para plantar cara a esas malas bestias, no a la ultraderecha. Rocío de Meer sigue siendo una golpista y un ser ruin, inmundo y despreciable.

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Yago Pérez Varela
Yago Pérez Varela (Madrid). Aunque en cierta época se fijó en las ciencias, acabó notando que la historia era su pasión y lo que le gustaba. La historia le ha permitido ejercer labores gratificantes en documentación e investigación, pero al ser un villano también ha conocido empleos precarios. Quiere a su villa natal de Madrid, aunque le preocupa ver que a veces paga el precio de ser capital de un país, y como tal, refugio de oligarcas.

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