Cómo los fondos buitres carroñan la Sanidad Pública

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Si durante la pandemia afloraron muchas vergüenzas de los sistemas sanitarios occidentales, son ahora los tambores de guerra los que marcan el ritmo del desfile por la palestra de las indecencias del modelo capitalista (e imperialista) bajo el que vivimos. Esto es así porque cada vez les resulta más complicado ocultar que el pago de las armas para las guerras atlantistas sale del sufrimiento de la clase trabajadora europea.

Si a los Gobiernos defensores del «orden basado en reglas» no les importa que sus paisanos mueran en el frente, mucho menos les importa que mueran en sus casas mientras paguen con su salud las armas que necesitan para combatir a supuestos enemigos.

La agudización de las contradicciones, que se manifiestan con la guerra de manera más evidente, se refleja en los sectores de mayor necesidad popular. Vimos en otras entradas ese mismo problema en la vivienda o en el incremento de la pobreza infantil. También en este espacio estudiamos cómo actúa la acumulación de capital en el Servicio de Atención Domiciliaria.

En los casos citados se podía encontrar el denominador común de los fondos de inversión. Veremos aquí un análisis breve de cómo funciona esa relación en el campo de la Sanidad, a través de varios artículos de prensa publicados recientemente. Son casos de centros sanitarios de modelo PFI, iniciativa privada de financiación, o colaboración público-privada, recientemente alabada por los responsables ministeriales del Gobierno del Escudo Social.

En el diario La marea se publicó hace unos días un completo informe sobre el traspaso a manos de fondos buitre de cinco hospitales de gestión mixta en Madrid. En este informe se explica que 5 de los 7 hospitales construidos en la Comunidad de Madrid bajo el mandato de Esperanza Aguirre, se adjudicaron a empresas a las que se encargó la gestión de la parte no sanitaria durante 30 años. Se trata de UTEs compuestas por FCC, OHL o Bankia, Acciona o Dragados, de Florentino Pérez.

Esas empresas adjudicatarias (grandes constructoras que, evidentemente, no tienen rival a la hora de participar en concursos debido a su inmensa capacidad), a través de esas empresas creadas para gestionar la parte no sanitaria del hospital, acaban vendiendo las acciones de la empresa gestora a los fondos, que terminan siendo dueños de la concesión hospitalaria, según se lee en el mecionado artículo, que a su vez refleja las investigaciones del Grupo de Trabajo de Auditoría Ciudadana de la Deuda en Sanidad (Audita Sanidad).

Es decir, primero se presentan a concurso público la adjudicación de las obras, pero ese concurso tiene menos intriga que la entrega del Premio Planeta, pues quienes se presentan y acaban siendo adjudicatarios son las empresas que componen nuestro benemérito y nunca suficientemente ponderado IBEX35, las únicas capaces de ofrecer las mejores propuestas. La segunda parte de la jugada es que a través de empresas temporales creadas para la gestión de los centros, el control de los hospitales acaba en manos de fondos de inversión.

¿Qué son los fondos buitre?
Los fondos buitre actúan comprando títulos de deuda de empresas o Estados que no pueden pagar sus obligaciones financieras, porque estas obligaciones exceden su capacidad para acometer su cuantía o el vencimiento por apuros de tiempo. Estos fondos adquieren la deuda a precios muy inferiores al de mercado y se convierten en máximos acreedores de las entidades endeudadas. Una vez que son dueños de la deuda, los fondos buitre renegocian las condiciones, pero imponiendo altos intereses. Ante la imposibilidad de cumplir con estas nuevas condiciones, los deudores a menudo se ven obligados a vender sus activos a los fondos buitre, de manera que estos acceden a unos activos a menor precio que luego venden a otros inversores. El interés está, por tanto, en invertir en la compra de activos que pueden rentabilizar mucho más que si hicieran otro tipo de inversiones. Lógicamente esas inversiones son muy arriesgadas, pero esos fondos poseen suficiente capital para abordarlos sin problemas de tiempo o agobio.

Es el caso del fondo Elliot, el fondo buitre más agresivo del mundo, que ya posee cuatro hospitales públicos madrileños, junto con más de dos centenares de centros sanitarios que ocupan cerca de 8.000 camas y emplean a más de 40.000 profesionales entre otros activos. Esos hospitales están gestionados por la mayor red sanitaria privada de España, Quirónsalud, cuya matriz es el gigante alemán Fresenius, donde el fondo buitre Elliott Investment Management posee participaciones.

El grupo Fresenius cerró 2021 con una facturación de de 37.520 millones de euros, un incremento de un 8% respecto a años anteriores. Fresenius tuvo problemas con la Justicia de EE UU. En 2019, un informe de la SEC desvelaba sobornos a médicos de la sanidad pública española -entre otros países- por parte de la división de diálisis Fresenius Medical Care entre 2007 y 2014. En esa investigación de EEUU, Fresenius tuvo que admitir que recibió información anticipada sobre las características de los concursos públicos y que trató de interferir en la opinión de médicos y funcionarios para obtener las licitaciones.

Es decir, si existe un equivalente al Premio Planeta en los EEUU, debe ser más emocionante su desenlace que la adjudicación de este tipo de licitaciones, tal como sucede en nuestro amado país.

La ley belga contralos fondos buitres.
Sucede que en Bélgica existe un intento de detener este despropósito a través de una ley.
Esta ley fue aprobada en 2015 y se apoya en su Constitución, se basa en el principio de que si un acreedor persigue una ventaja ilegítima mediante la adquisición de un préstamo o deuda de un Estado, sus derechos respecto al Estado deudor se limitarán al precio pagado para redimir dicho préstamo o dicha deuda.

Esto es, la ley trata de evitar una ventaja ilegítima, entendiendo por ilegítima una desproporción manifiesta entre el valor de recompra del préstamo o deuda pedido por el acreedor y el valor nominal del préstamo o deuda, o también entre el valor de recompra del préstamo o deuda por el acreedor y las sumas cuyo pago demanda.

Fue precisamente el responsable del Fondo Elliot, Paul Singer, el promotor de una demanda que trató de tumbar esta ley, sin conseguirlo.

Es por conclusión la vieja máxima de socializar las pérdidas cuando vienen malas, pero privatizar los beneficios cuando estos se producen. En definitiva, una manera en la que el capital encuentra la forma de seguir acumulando capital, en este caso especulando con la salud. Buitres que carroñan en los cuerpos de la Sanidad Pública, indefensos porque están maniatados por los Gobiernos que aseguran ser las bellas flores progresistas del jardín otanista de las maravillas.

Como vemos, los fondos de inversión no tienen escrúpulos para invertir en cualquier cosa que produzca beneficio, ya sea en el negocio de las armas o en hospitales. Mientras tanto, nuestros Gobiernos no tienen reparos en firmar contratos por valor de miles de millones en la compra de armas para guerras que ningún español ha buscado ni desea.

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