Ayer las autoridades rusas advirtieron que no habría piedad, y apenas unas horas después eran detenidos los primeros sospechosos de un tiroteo en la sala de conciertos Crocus City Hall, en un acto terrorista a las afueras de Moscú,antes de un concierto de la banda musical Picnik que, hasta ahora, tienen el dramático recuento de, al menos 60 personas muertas y 99 heridas, según los últimos datos oficiales.
De lo trascendido a medios de comunicación rusos se desprende que, al menos cuatro de los once detenidos hasta este momento, participaron directamente en los hechos por una suma de dinero que, según los testimonios, van desde el medio millón al millón de rublos. Todos los detenidos hablan mal el idioma ruso (o al menos eso fingen) y uno de ellos, de hecho habla tayiko con un intérprete.
Los criminales fueron contactados por alguien que se hacía llamar «el ayudante del predicador» a través de la red social de Telegram y que proporcionó instrucciones precisas y armas a los terroristas. Aunque algunas declaraciones apuntan al origen turco del hombre, el relato surgido de las distintas declaraciones adolece de coherencia completa y es por ello que continúan los interrogatorios.
El Gobierno ruso ya ha declarado a través de su propio presidente que los terroristas trataban de huir a Ucrania en el momento de ser detenidos, el mismo Vladimir Putin ya ha aclarado qué será de los criminales: «A los terroristas, asesinos y bestias, que no tienen ni pueden tener nacionalidad, les espera un funesto destino: venganza y olvido. No tienen futuro»
