Los deportes de contacto no son Topuria

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Si hubiera querido hablar de las artes marciales mixtas, o MMA según sus siglas en inglés, hace quince días, probablemente hubiera tenido que empezar explicando en qué consistía tal disciplina, ya que en España no pasaba de tener un público fiel y entregado pero minoritario. Como lo hago ahora, supongo, querido lector, que aunque no sea de su interés, ya se habrá usted enterado como poco de la existencia de este espectacular y extremo deporte y, aunque quizás aún no domine del todo sus reglas, ya tendrá una idea aproximada de en qué consiste.

El motivo es que en el plazo de esas dos semanas nos han metido por tierra, mar y aire en todos los canales y vías posibles el último combate del «español» —aunque en el momento en que escribo estas líneas aún no tiene la nacionalidad— Ilia Topuria que, viniendo de una familia obrera y solo con su esfuerzo, sin ayuda de nadie, ha conseguido llegar a lo más alto de dicha disciplina como campeón del peso pluma. O eso es lo que pretenden que creamos empresas tan recomendables como Fuera Okupas y el apolítico y nada poderoso Florentino Pérez, que son quienes han montado el circo de este georgiano —perdón, hay que decir que es español porque esa empresa parapolicial, que algún jurista va a tener que explicarme muy despacito cómo es posible que sea legal, le ha dado una banderita que luce antes de los combates—.

No me atrevo a asegurar que nunca haya sucedido, pero yo no he visto, o no tengo noción de ello, una campaña de promoción de ningún deportista tan intensa y súbita como ha habido con este georgiano —¡Ay, perdón! Que oficialmente tenemos que hacer como si ya fuera español—. Si no era usted seguidor de los deportes de contacto en España, es posible que ni sepa quiénes fueron Javier Castillejo, Kiko Martínez o Fabricio Werdum. Todos ellos fueron campeones con carreras importantes en disciplinas como el boxeo o las MMA, pero el gran hombre de los espectáculos de competición en nuestro país no se interesó por ellos, razón por la que pasaron sin pena ni gloria por el panorama deportivo español. En cambio en las dos últimas semanas no ha habido canal de televisión o radio por donde no haya desfilado Topuria.

Ante una campaña de promoción de tal calibre creo que es necesario preguntarse por los motivos que llevan a ello, y los empresariales parecen claros: Florentino Pérez se ha lanzado a ofrecer el Bernabéu para combates de artes marciales. Ahora están construyéndole un supuesto pasado de madridista desde niño a Topuria, a pesar de que en su perfil de Twitter —me sigo resistiendo a llamar X a esa red social— hay constancia de que hasta fecha tan reciente como 2022 no le interesaba en absoluto el fútbol y dijo ser valencianista después de asistir a un partido del equipo che. Pero no son las únicas razones para tal campaña de promoción. Florentino nunca ha ocultado que le hubiera gustado ser político. En una ocasión comentó que teniendo éxito empresarial se lo planteó, pero no se veía con cualidades para ello, de modo que optó por lo que él consideraba lo más parecido que sí podía hacer: ser presidente del Real Madrid. No es ningún secreto que el palco del Bernabéu ha funcionado siempre como foro de poder de España. Evidentemente, la ideología de un gran empresario capitalista no va a tender al reparto de riqueza y a la colectivización de los medios de producción, ustedes ya me entienden. Y la otra empresa que ha colaborado en la promoción del georgiano —¡Y dale! Perdón de nuevo, que hay que decir que es español— es una empresa parapolicial neonazi. Quiere esto decir que una vez más, a través del espectáculo lúdico del deporte, Topuria está sirviendo para hacer promoción de la extrema derecha. Además hay que decir que el tipo se está aplicando bien en el papel: mucha banderita rojigualda y consignas cuñadas sobre esfuerzo y testosterona siempre que aparece, proclamas de españolidad, que ya saben, él no es georgiano, etc. Todo esto culminó el día de su aterrizaje tras el combate donde consiguió el título. En cuanto llegó a España después de su combate soltó una absurda proclama según la cual había tenido que entrar como extranjero y el presidente de su país no le había recibido. Tal afirmación es ridícula, dado que, como hemos dicho, aún no tiene la nacionalidad española —y no la tiene, además, porque quien le pone pegas es Georgia, que le obligaría a renunciar a la ciudadanía del país caucásico si obtuviera la española—, de modo que tenía que pasar por la zona de llegada que el aeropuerto dedicaba a los extranjeros. Además, es absurdo que ningún deportista marque la agenda al presidente del gobierno, cuando ninguno de los campeones que nombré más arriba fueron recibidos a su regreso. Por si esto fuera poco, en cuanto puso el pie en España se dedicó a visitar a Isabel Díaz Ayuso, que se apunta a todo lo que sea atizar al gobierno supuestamente izquierdista de Sánchez y al alcalde de Madrid, José Luís Martínez Almeida —sí, el señor que se reía cuando Florentino le daba collejas delante de todo el mundo—. Pero lo peor es que todo aquello tuvo su efecto: el supuestamente bolivariano y ultraizquierdista Pedro Sánchez demostró amilanarse, y le recibió en la Moncloa poco después. Prometiéndole además agilizar en todo lo posible su obtención del pasaporte español.

Es interesante remarcar que, desgraciadamente, algunos de los deportistas de contacto españoles que hemos citado más arriba, también han dado muestras de simpatizar con ideologías poco recomendables. Me dolió en el alma saber que Javier Castillejo, después de todas las alegrías que me ha dado, es simpatizante de Vox, si bien, que yo sepa, no ha sido usado para hacer propaganda a este nivel. Y Fabricio Werdum, es un caso muy singular: como Topuria nació fuera de España pero vino a vivir aquí. Obtuvo la nacionalidad, en su caso por el procedimiento común y sin amedrentar a ningún presidente. Era hincha del Rayo Vallecano y había hecho campañas contra el racismo… ¡Para acabar apoyando a Bolsonaro en su Brasil natal! Pero seguramente por no estar Florentino Pérez detrás no tuvieron el alcance que está teniendo Topuria en ese sentido. La raza mulata de Werdum, por otro lado, evidentemente no era atractiva para empresas neonazis.

Todo esto nos lleva a comprobar una vez más el inmenso poder en España del dueño de ACS, lo cuál no es novedad. Pero en este caso se corre el riesgo de que un deporte entero, varios, de hecho, toda vez que mucha gente mete todos los deportes de contacto en el mismo paquete, queden desde el principio ligados a una ideología extremoderechista, Y esto sí que seria una lástima para muchos aficionados a este deporte, que los seguíamos antes de que los neonazis vieran en un hombre blanco luchando físicamente un instrumento bueno para promocionar su mensaje. Porque de hecho, estos deportes han tenido otra tradición totalmente opuesta: ya hablamos en esta columna de Muhammad Ali y su relación con los líderes revolucionarios. El actual campeón de los pesos semipesados Dmity Bivol afirma con orgullo ser un producto del sistema soviético. Jeff Monson, figura de las artes marciales mixtas en los primeros años de este siglo es un conocido anarcocomunista. Weili Zhang, una de las máximas figuras de esta disciplina en la actualidad, es china. El sistema del boxeo cubano es un orgullo para la isla y ha producido figuras como Teófilo Stevenson o Félix Savón. Y Mandela, conocido practicante del boxeo en su juventud y comunista no tan conocido —¿por qué será?—, declaró: «El boxeo es igualitario. En el ring el rango, color, raza y riqueza son irrelevantes». Convendrá recordar esto a muchos aficionados de nuevo cuño que desde hace dos semanas creen haber hallado un terreno propicio para la propaganda de extrema derecha y que llevan varios días soltando estupideces al respecto en un montón de foros, canales y redes sociales.

Muhammad Ali, «el más grande», siempre mostró simpatías por el socialismo y bromeó practicando boxeo con Nelson Mandela y Fidel Castro.
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Yago Pérez Varela
Yago Pérez Varela (Madrid). Aunque en cierta época se fijó en las ciencias, acabó notando que la historia era su pasión y lo que le gustaba. La historia le ha permitido ejercer labores gratificantes en documentación e investigación, pero al ser un villano también ha conocido empleos precarios. Quiere a su villa natal de Madrid, aunque le preocupa ver que a veces paga el precio de ser capital de un país, y como tal, refugio de oligarcas.

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