En 2018, la compañía siderúrgica franco – india ArcelorMittal compró esta planta de fabricación de acero, la cual es la más grande de Europa, con la promesa de sanearla e impulsarla. Más tarde, abrió la participación del estado italiano en ella obteniendo este último el control del 38% de la misma.
Sin embargo, la planta siderúrgica, arrastraba desde hace años una grave crisis financiera, a lo cual se le ha sumado serias deficiencias de liquidez en los últimos meses, lo cual le impedía saldar sus deudas para garantizar su mantenimiento y rendimiento productivo.
Dadas estas circunstancias, el gobierno italiano y la dirección de ArcelorMittal han estado manteniendo una serie de negociaciones cuyo resultado ha sido infructuoso, siendo la última el pasado 8 de enero, la cual fue zanjada con un desacuerdo sobre la viabilidad de la planta.
Tras este desentendimiento, el gobierno de Meloni anunció la toma de control de la acerería a través de un régimen de administración extraordinaria, suponiendo así el fin de la participación del gigante privado de la siderurgia.
Según el gobierno, el motivo de la preservación de este foco industrial es estratégico. Esto ha motivado que el estado italiano haya invertido en preservar la fábrica para poder mantenerla, y de esta forma atraer inversiones privadas en un futuro, tal y como anunció el gobierno mediante “medidas pragmáticas para continuar la alianza público – privada iniciada en 2021”.
