En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios

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Por Elena Santana

Un título muy bíblico para un artículo feminista. Pues bien, este versículo lo usamos mucho las personas que analizamos el lenguaje, especialmente las y los lingüistas: es perfecto para describir la procedencia de nuestro lenguaje. Comenzaremos por desgranar semánticamente estas palabras, aunque parezca obvio (de esta forma os enseño a leer a mi manera). 

En el principio: en sentido bíblico quiere decir que en el comienzo del acto de habla, dicho de otro modo, desde que el ser humano tuvo la capacidad de emplear su aparato fonador para emitir sonidos con un código muy concreto para comunicarse con otros seres humanos que compartían dicho código de sonidos.

Verbo: se refiere a la acción, al acto, en este caso, a la creación del ser humano y, por ende, del señor. Vamos, que con la palabra crearon al señoro (patriarcado). 

“Somos sujetos de semiótica” Umberto Ecco. 

Al estar la acción con el señor dios, por tanto, las acciones son señoros inexorablemente. No nos rasguemos las vestiduras, ellos han hablado por nosotras desde el principio de los tiempos y lo vemos constantemente desde cualquier mitología. No en vano, siempre recordaré una clase, la cual debería ser obligatoria en primaria, de cómo está conectado nuestro lenguaje y el género gramatical a la mitología. Intentaré explicarlo de forma breve y sencilla.

La publicidad, las normas de conductas, el buen proceder, la imagen a imitar procedía de los dioses (la mitología comparada y la antropología mitológica tiene estudios muy buenos al respecto). Pues el mundo se explicaba desde estos seres todo poderosos que explicaban/ dirigían las conductas humanas, segregadas por sexo (por ello encontramos género gramatical en los objetos, además de mil explicaciones de cómo se fueron fusionando las declinaciones, van a la par). ¿Quiénes tenían en su poder el don de la expresión? Pues la misma biblia responde: los señoros. 

Son ellos los que definen lo femenino y lo masculino, excusan sus vicios y perversiones. Un ejemplo, cuando leemos mitología griega encontramos los famosos raptos (violaciones), completamente normalizados y aceptados porque procedían, principalmente, de Zeus. Claro, en la mente de un hombre, como no podía ser de otra manera, coloca a Gea como la loca histérica celosa porque su hijo/marido le pone los cuernos violando día sí, día también, a mujeres y hombres. El género gramatical de las cosas como la noche (Nyx), la tierra, etc., procede de dioses y diosas según a estos hombres les pareciera que procedía de los dioses, o diosas (algo propio de lo masculino o lo femenino). 

¿Por qué explico todo este rollo? Pues bien, como bien explica María Martín en sus libros (Hola María, gracias por tu dedicación y sabiduría), el lenguaje es como un lápiz dibujando nuestra realidad en nuestros cerebros, por lo que ser conscientes de cómo lo empleamos crearemos un cuadro u otro de realidad (esto lo estudian miles de filósofos y lingüistas a lo largo y ancho de la historia). Tanto es así que expondré un par de ejemplos históricos trascendentales históricos de que la primera muestra de colonización perfecta comienza por el lenguaje.

El propio imperio romano lo primero que hacía era imponer su idioma, so pretexto para una mejor comunicación. Nuestra Isabel la Católica toma buena nota de ello y de la famosa controversia que se estaba produciendo en pleno Renacimiento con darle prestigio a las nuevas lenguas romances (comienza en Italia con Dante Alighieri y se expande por toda Europa), por ello manda a Antonio Nebrija en 1492 a crear diccionarios y gramáticas para unificar pensamiento a través del lenguaje y crear la nueva lengua del imperio. Napoleón, Hitler, el propio patriarcado y el capitalismo de esto saben un rato largo.

En fin, que me enrollo, tomemos ese pincel llamado lenguaje, dibujemos a las mujeres a la hora de expresarnos para dejar de ser invisibles. Un uso no sexista de la lengua es de vital importancia si queremos ganar esta batalla cognitiva. Un consejo, antes de emplear metáforas y/o eufemismos, procuremos verbalizar la palabra que queremos emplear con los ojos cerrados, fíjate si esta crea una imagen en tu cabeza. Las metáforas, los eufemismos nos borran, deshumanizan. La realidad duele, las palabras son armas más poderosas que una espada. Con esto ya me despido, puede que siga hablando de las palabras en otro artículo.

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