Marlena Fejzo, señores

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Esta semana saltaba la noticia de que Marlena Fejzo, o como decían la mayoría de los diarios, una mujer, había descubierto el origen de las náuseas y vómitos en el embarazo. Licenciada en matemáticas aplicadas en Brown y en genética en Harvard, tuvo que aguantar después de perder su segundo embarazo por los constantes vómitos, que su médico le dijera que estos eran fingidos para llamar la atención de su marido. Ese matasanos, porque no tiene otro nombre, representa a muchos profesionales de la medicina de los que decir que tienen sesgo machista se queda muy corto. Como él, hay muchos, demasiados, que ejercen la medicina con las siguientes premisas:

  • El cuerpo del hombre es la medida de todas las cosas.
  • Si las mujeres no encajamos en ese estándar es porque estamos mal hechas y somos débiles.
  • Ante cualquier dolor experimentado por una paciente, la primera causa más probable es que sea una quejica incapaz de aguantar “como un hombre”.
  • Si no saben qué nos pasa o cómo atajarlo, será algo que no existe o nos estamos inventando para llamar la atención de un hombre, esos seres mitad dioses alrededor de los cuales gira todo en nuestra vida.
  • Puede que sea cierto que nos pasa algo, pero somos mujeres, ¿a quién le importa?. 

Así que Marlena ha dedicado 20 años de su vida a descubrir el origen de esas náuseas para que ninguna otra mujer tenga que sufrir lo mismo que ella. Y cuando se pueda contrarrestar el nefasto efecto que nos causan esas hormonas que genera el feto, generaciones de mujeres tendremos que recordar su nombre y agradecerle mejores embarazos. 

La medicina es una ciencia, sí, pero que se aborda, como todo en este mundo, con una mirada profundamente machista que también en esto nos ha relegado a la otredad. Síntomas de infarto diferentes y por lo tanto ignorados, medicamentos solo testados en hombres y enfermedades no consideradas como tales porque “solo” nos afectan a nosotras son algunas de las consecuencias. 

Valga como ejemplo la endometriosis: es una enfermedad muy grave que puede causar lesiones permanentes e incluso la muerte y que padecemos (sí, yo también), el 10% de las mujeres. Para tenerlo claro, la padecemos cuatrocientos millones de mujeres en el mundo, dos millones y medio en España. A día de hoy se desconocen sus causas, no se sabe cómo prevenirla, y no hay tratamiento ni cura más allá de los síntomas en los casos leves. Además, al haberse considerado normal que las mujeres tuviéramos menstruaciones dolorosas e incluso incapacitantes, el diagnóstico o no llega nunca o tarda décadas y se produce solo cuando los daños son enormes. ¿Os imagináis algo así en el caso de los hombres?

La perspectiva feminista es indispensable en la medicina, como en las leyes, la historia, la antropología, en todo. Porque salva vidas. Las nuestras, claro. Y para eso hay que hacer un ejercicio de sinceridad y reconocer que no se nos ha prestado la misma atención que a los hombres (en muchos casos, ninguna), que la humanidad se ha forjado en torno a ellos y que se nos considera en el mejor de los casos hombres mal hechos. Feminismo es lo que necesitamos y es por lo que seguiremos luchando. 

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