Casa Rosada tomada

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Esta columna se llama Casa Tomada por dos motivos. Primero por mi admiración a Julio Cortázar, que tituló de esa forma uno sus cuentos más conocidos. En el relato, como saben -y si no les recomiendo que corran a por un ejemplar de Bestiario-, dos hermanos van abandonando progresivamente espacios de la casa en la que viven, cerrando tras de sí departamentos enteros con llave por miedo a una presencia misteriosa.

El símbolo de un espacio abandonado por temor a no afrontar lo desconocido me atrajo mucho, y ese es el segundo motivo. Me parecía una perfecta metáfora del abandono ideológico de la izquierda española, cuestión que como ex militante sabía iba a ser recurrente en mis columnas.

Al parecer Cortázar desató una polémica a causa de este relato precisamente por razones similares. Se creyó que Casa tomada era una alegoría del temor de los intelectuales a la invasión del espacio cultural por las masas populares del peronismo.

Explico esto. Casa tomada fue publicado por primera vez en la revista de Borges, Anales de Buenos Aires, en 1946, justo en el primer año del primer gobierno de Juan Domingo Perón. La aparición del peronismo causó agitación en todos los aspectos sociales y por supuesto en el cultural, en forma de enfrentamiento entre sectores populares e intelectuales. Cortázar, crítico con el peronismo, fue señalado a consecuencia del relato.

El asunto es confuso, el escritor era acusado de comunista por unos y de facho por otros. El propio Cortázar lo aclara en una magnífica entrevista realizada por Joaquín Soler Serrano en el programa A fondo en RTVE en 1977 (1). En la entrevista explica que fue una idea surgida en un sueño y que le resultó soprendente que los lectores lo interpretaran de esa manera. Sea como fuere, el compromiso ideológico con la izquierda del genial autor quedaría luego aclarado en posteriores obras, pese a que ello le produjera el rechazo y el descrédito de los intelectuales conservadores latinoamericanos de su tiempo (2).

En mi opinión, la analogía del relato, cierta o no, con el deteriorio ideológico de la izquierda sigue siendo muy actual. Y absolutamente profética. En España, la izquierda a la que voté toda mi vida se desvanece en saltos de plataforma a plataforma, y sus liquidadores se contentan hoy con disputarse los sillones que les quedan. O se retiran a otros cargos más cómodos, como Garzón, tras haber sido el ministro más insípido que haya tenido la supuesta izquierda, menos peligroso para el capital que el pescadito blanco.

Hoy, en Argentina, se hace realidad la pesadilla. El grotesco Milei ganó finalmente. Cómo es posible, nos preguntamos desde España.

Nos separa un océano pero son muy cercanas las similitudes políticas. No existe la izquierda real en nuestros parlamentos, las opciones consisten en escoger siempre el mal menor. La autopercibida izquierda, la que llega a ganar algunos escaños, es una inocua propuesta desclasada. Allá el kirchnerismo, heredero del peronismo, aquí la versión española peronista, el podemismo, en sus diferentes actualizaciones (hoy Sumar), hasta con su remedo de Evita.

Lo sorprendente es que, si Massa iba a cumplir perfectamente con su papel de mal menor (y cumplir por supuesto con lo ordenado por el FMI), entonces ¿por qué Milei? Una hipótesis particular: tal vez el experimento del mal menor se considere agotado y, dado el hundimiento del imperialismo norteamericano, crean ya innecesarios los fingimientos y toque desatar la liquidación total de lo público y agotar al máximo la explotación de la clase trabajadora. Y a nuestros hermanos argentinos les ha tocado ser la prueba.

No lo veo descabellado, el abandono ideológico es tan absoluto que podrían hacer esto o lo que se propusieran. De momento en España la argucia del mal menor parece funcionar, pero todo indica que el empeoramiento de las circunstancias pondrá a prueba el aguante de las clases populares españolas.

Última oportunidad para retomar un discurso fuerte, marxista sin pedir disculpas, que desaloje del concepto de izquierdas a esos oportunistas que lo ocupan. O eso o, como los personajes de Cortázar, cerrar la última puerta y abandonar la casa.

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(1) Entrevista en el programa A fondo, el asunto de Casa Tomada se menciona a partir del minuto 48.
(2) Artículo Cortázar y Cuba en el diario El Común.

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