Techo y comida. Porque no estamos hablando sólo de fútbol

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Por Sonia Mauriz Pereira

Hace unos años organicé un ciclo debate de cine feminista. Una compañera elegía las películas yo llevaba el debate. Y una de ellas fué «Techo y comida» (2015). Durante 1 hora y 33 minutos se te encoge el corazón, duele el estómago y cuesta no llorar. 

Al terminar la proyección, una a una aquellas mujeres fueron saliendo disculpándose por no quedarse al debate. Estaban rotas y yo también. 

Y me pareció el broche lógico, porque la realidad no se debate, es. Y cuando se presenta cruda y desnuda solo queda enfrentarla. 

Lo que más nos dolió, es que era la historia de cualquier mujer, en cualquier barrio en 2012 ( o ahora), podríamos ser nosotras o como decían estas señoras «podría ser mi hija».

Va sinopsis y algún spoiler.

La historia sucede en los días de la final de la Eurocopa en 2012, una casa con una mujer sola y un niño. La lucha de esa madre inmersa en el bucle de la pobreza e intentando que su hijo no sepa por qué ella parece no tener hambre nunca, que tenga galletas aunque sean de la basura del super y un par de botas de fútbol. 

Donde un obstáculo lleva a otro y el corte del teléfono te deja sin poder encontrar trabajo. ¿A dónde te llaman? No existes. 

Los avisos de desahucio llegan y en la víspera de la ejecución España gana la Eurocopa 4-0 contra Italia. Y la escena que ya te mata es ese niño enterándose de todo, los gritos de victoria en la calle, mientras a sus 8 años toma conciencia y se quita la camiseta de la selección, los colores del Estado que le ha fallado. 

Y aquí estamos, 2023 y España gana el Mundial a manos de las que no existían, de las exageradas con pataleta del 2019, aunque faltaran las castigadas por rebelarse. 

Es una victoria coral. Y es una victoria de mujeres, de obreras del deporte. 

El Estado y la sociedad les falló cuando en 2019 ejercen su derecho a huelga y a negociación de sus derechos laborales. 

Y exigían, ni más ni menos, que sus derechos básicos. Pedían lo que la Constitución, el Estatuto de los Trabajadores y la Ley de Igualdad de 2007 asegura a todo trabajador y trabajadora: convenio, vacaciones retribuidas, salario mínimo,  maternidad, contratación a tiempo completo…

Se desbloquea esta huelga en 2020 con un acuerdo muy mínimos, que solo se puede considerar el principio del fin de la ilegalidad. 

¿Cómo es posible este estado de cosas en 2020? 

Poco antes de la Eurocopa de Inglaterra, junio de 2022 se llega a un acuerdo con las jugadoras de la selección para que las condiciones en concentración y derechos de imagen se igualen al fútbol masculino, se consiguen avances y el presidente de la RFEF destaca como novedad que las chicas negociaran a través de FUTPRO y asesoradas por la abogada Reyes Bellver cuando hasta ahora la patronal negociaba con capitanes/as.

Para mí que, soy de izquierdas, me parece de destacar con fosforito y grande que la negociación laboral sea siempre colectiva. 

Y en esto una vez más son pioneras. 

En agosto de 2022 las jugadoras se reúnen y deciden dirigir un escrito privado con posibles mejoras que pasaban por tener las mismas condiciones que en sus clubes o cosas muy lógicas, como que se respete el tiempo de recuperación de una lesión o ver a la familia. Piden no ser convocadas hasta que se resuelva.

El presidente de la RFEF filtra el documento y falsea sus intenciones declarando que renuncian a la selección. Un claro chantaje patronal ya que la sanción pueden ser años y años en deporte es la carrera entera. También miente diciendo que exigen la destitución de Vilda. 

Las deportistas lo desmienten.

Pero ¿qué es la palabra de las mujeres contra la de los hombres? Menos que nada. 

Pasan a ser las exageradas, histéricas con una pataleta. 

No necesito describir el procedimiento a ninguna mujer. Y a ningún hombre si aceptaran que tienen el poder, porque sí saben como funciona este. 

Hombres de izquierda y de derecha las abandonaron a su suerte. Sí, los mismos que hoy tuitean muy fuerte su apoyo a Jenny. Y que en toda la historia del fútbol femenino y del deporte femenino, les dió igual las condiciones. 

No les vi indignados con las cláusulas anti embarazo o por que cobraran 1255 € en primera división. 

Pero están contigo Jenny. Y la semana pasada con Amaral. 

Con cambios profundos en las estructuras de poder ya si eso. 

Dijo Xosé M. Beiras hace tiempo, parafraseo, no cito «Los viejos y las mujeres, quién lo iba a decir, serán el motor de cambio».

Clarividente como casi siempre. 

Porque estas jugadoras, con todo lo conseguido estos años en mesas de negociación con un poder arcaico, patriarcal y capitalista y ganando en el campo de juego a pesar de todo han marcado un hito histórico. 

Están socavando cimientos seculares hasta el punto que en el pulso que ahora les echa este señor, vestigio de un tiempo pasado, han ganado todo el apoyo social, es tal el clamor que el Estado no les puede fallar. No puede seguir mirando hacia otro lado como hacía cuando luchaban por sus derechos básicos. 

Es una cuestión de feminismo y es una cuestión de clase. 

Como se entendía en la película de la que os hablaba, el fútbol construye una identidad, el obrero precario no se siente unido a otro obrero en su condición, los colores de su equipo lo desclasan y desunen. Se convierte a un deporte, actividad bonita donde las haya, en una religión, un opio para el pueblo. Una necesidad de consumo y especulación capitalista. 

Se consigue que el obrero defienda por encima de sus intereses de clase los de una estructura caciquil y a millonarios que defraudan a Hacienda como si la recaudación de impuestos fuera capricho y no lo que sustenta los servicios públicos. 

Y creo que va quedando claro que no estamos hablando solo de fútbol o dejandonos distraer en el activismo de clase y feminista. 

Y que el hecho de creerlo es solo porque no se ha profundizado más allá del juego de luces del deporte como espectáculo o ventana al éxito. 

Es un ámbito laboral donde las mujeres debemos ser respetadas igual que en cualquier otro campo, donde no debe haber brechas con el otro sexo o soportar abusos. 

La delantero centro del Madrid como la cajera de Mercadona. 

Es muy pueril además hacernos las tontas con que, obviamente, las campeonas del mundo son un amplificador y que si hay millones de hombres y mujeres mirando ahora, mirándonos es porque hay miles de focos enfocando, porque los medios prestan atención. 

Nos representan a todas porque son el megáfono de lo que nos ha pasado sin medios, vídeos y testigos y te has ido a casa, con la rabia, la impotencia y un ansiolítico.

Y quien no sea capaz de entender que es más que fútbol, que se trata de clase, que se trata de patriarcado, que se trata de techo y comida, es porque hace tiempo que también siente los colores más que la clase. 

P.D Sois todas nosotras, Jenny. Y ya lamento la responsabilidad en hombros tan jóvenes, pero dice Rubiales que levantas señoros como yo bolsas de Matutano. 

Gracias a todas. 

@soniaradfem

2 COMENTARIOS

  1. Totalmente de acuerdo. Ya está bien de machirulos y patriarcado. Vivimos en el siglo de «la inteligencia artificial» pero también de la brecha salarial entre hombres y mujeres y la espantosa violencia machista hacia las mujeres, a nivel global y los gobiernos de turno, sabiendo que éstos no cambiará, si no es mediente prevención y educación en los ámbitos de enseñanza, continúan sin hacer nada, porque supone más medios económicos y no están dispuestos. Después se rasgan las vestiduras, cuando suceden casos tan flagrantes y son asesinadas tantísimas mujeres; Tenemos un ministerio de Igualdad, que en los cuatro años, poco se ha preocupado y ocupado de las víctima y se ha centrado más en el colectivo LGTBI, que, ciertamente, necesitaban una legislación que apoyáse sus derechos, no cabe duda. Pero muy poco de las mujeres que siguen sufriendo violencia machista y las muchas mujeres asesinadas y tantos hij@s que sus vidas quedan destrozadas, también para siempre…
    Una feminista y experta en V. De G.

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