Las elecciones generales del 23-J y la division política de la sociedad española

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Pedro Andrés González Ruiz.

Estas elecciones han dejado un nuevo jeroglífico político que solo el tiempo nos dirá como se soluciona. A pesar de la victoria de la derecha, las posibilidades parecen giran en torno a la repetición electoral o la reedición de un gobierno de la izquierda con gran debilidad.  Aun así, sigue pendiente el problema de la correlación de fuerzas derecha e izquierda, y el avance hacia una sociedad más libre. Pero vayamos por partes.

En estas elecciones estaban llamados al voto unos 37,5 millones de personas, de las que 35,1 millones residían en España y 2,33 millones residían en el extranjero.

Veamos los resultados que solo incorporan los datos del interior (faltan los votos de los españoles residentes en el exterior). Hemos asistido a un aumento de la participación. La polarización de la situación electoral y, particularmente, el llamamiento de la izquierda frente al ascenso de la ultraderecha con la posibilidad su entrada en el gobierno, ha tenido éxito.

Para hacernos una idea de la composición electoral de los votantes españoles a partidos que obtuvieron representación hemos repartido los votos entre izquierda y derecha, por un lado, y entre estatal y regional según el ámbito territorial en el que se sitúa el partido. Así, los bloques serían: izquierda estatal formado por PSOE (7,76 millones de votos) y SUMAR (3,01 millones de votos); izquierda regional que agrupa a ERC (0,46), EH Bildu (0,33) y BNG (0,15); derecha estatal que incluye PP (8,09) y VOX (3,03); derecha regional que engloba a PNV (0,28), JUNTS (0,39), UPN (0,05) y CC (0,11). Teniendo en cuenta los votos de los partidos que han obtenido representación, así como la división en los bloques mencionados tenemos el siguiente panorama.

Votos en millones
 IzquierdaDerechaTotal
Estatal10,7711,1221,89
Regional0,940,831,77
Total11,7111,9523,66

La situación electoral que mostró el 23 de julio en España se podría caracterizar por:

– la participación electoral con representación parlamentaria (23,66 millones de votos), que prescindiría de la abstención (10,40 millones de votos), el voto nulo (0,26), el voto blanco (0,20) y el voto a posiciones extraparlamentarias (1,08 millones de votos);

– equilibrio entre izquierda (11,71) y derecha (11,95), donde la derecha es mayoritaria, en conjunto;

– la mayoría de la derecha es más acentuada en el ámbito estatal, mientras se invierte a nivel regional (ahí la izquierda es mayoritaria);

– el predominio del estatalismo frente al regionalismo.

El aumento de la participación pone de manifiesto que, ante un electorado de la derecha movilizado (los agentes de esta movilización son los medios de comunicación conservadores), la izquierda ha realizado un gran esfuerzo. Tanto la izquierda como el regionalismo se han empleado a fondo para movilizar al electorado en contra de la derecha estatalista. Sin embargo, no ha sido suficiente. Quizás esto ponga de manifiesto lo mal que está la izquierda.

El avance de la derecha es un hecho y si no se revierte esta circunstancia llegará, más temprano que tarde, al gobierno para implementar su agenda antisocial y echar el freno a la rueda de la historia.

La derecha, a pesar de su avance, lo tiene muy complicado para gobernar. Se ha escorado en exceso, expoleada por la ultraderecha, consiguiendo un aislamiento parlamentario que le dificulta actualmente mayorías parlamentarias. Otra cuestión que está sobre la mesa es la utilidad de la ultraderecha. Durante la crisis del PP (corrupción, políticas antisociales ante la crisis), la emergencia de VOX y Ciudadanos, cumplió el papel de evitar la migración del electorado de derechas. Una vez que las urnas han demostrado que la ciudadanía ha perdonado los deslices al PP, no queda tan clara la utilidad de la división del voto en el bloque de la derecha. Los medios de comunicación conservadores llevan un tiempo trabajando en este asunto.

A pesar de la victoria de la derecha, cuando los votos se traducen a número de escaños y estos escaños se proyectan en posibilidades de gobierno, la conclusión es que la derecha estatal no tiene posibilidades de gobernar, mientras a la izquierda se le abre esta puerta.  Estaríamos ante la pírrica victoria de la derecha. No desarrollaremos este aspecto.

Esto a la vez que el juego de las expectativas, o sea el hecho de esperar una victoria aplastante por parte del bloque de la derecha junto a una clara derrota del de la izquierda, han convertido este resultado en una aparente victoria izquierdista. La estrategia de la derecha mediática ha tenido mucho que ver, pues pretendían apuntalar la victoria mostrándose desde el principio como ganadores. Todo ello ha llevado a la izquierda a una sensación que va de la dulce derrota hasta la falsa victoria.

Pero no nos engañemos. Aún gobernando la izquierda, tendrá un escenario harto complicado. La derecha está muy fuerte electoralmente (mayoría absoluta en el senado, y una mayoría simple muy homogénea en el parlamento) frente a un fraccionamiento de la izquierda y el regionalismo. Además, la derecha gobierna la mayor parte de las comunidades autónomas y principales ciudades, así como sigue fuerte en las estructuras estatales (judicatura, monarquía, poder militar, policial, entre otros) así como el influyente bloque mediático conservador. Esto debe conducirnos a una reflexión más de fondo que la aritmética electoral.

Por esto, nos planteamos algunas cuestiones que animen a la reflexión en el ambiente de la izquierda.

La clase obrera no vota mayoritariamente a la izquierda. Es llamativo que el equilibrio entre izquierda y derecha, presupone que buena parte de la clase trabajadora vota a la derecha. Esta paradoja ya la discutimos en otro artículo. Es necesario seguir reflexionando sobre esto.

Tras una legislatura de gobierno de la izquierda coaligada, con unas políticas de lo más avanzado socialmente que se ha tenido en España (ley de vivienda, leyes de igualdad, ertes frente a la crisis, contrarreforma laboral, medidas antiinflacionistas, impuestos a energéticas y bancos, entre muchas otras), la ciudadanía no se ha alineado suficientemente con la izquierda obligando a su expresión parlamentaria a un juego de alianzas complicadas para poder gobernar y un marco institucional muy desfavorable como hemos visto.

La izquierda-derecha es una división útil, pero no agota los anhelos de transformación social que la humanidad necesita para el nuevo siglo. Demasiados asuntos pendientes que ponen de manifiesto la limitación del capitalismo de cara a proveer una organización social que satisfaga las necesidades de las personas: explotación, pobreza, marginación, degradación medioambiental, paz mundial, igualdad, entre tantos otros. La izquierda está en favor del avance social, de la organización social que ponga a su servicio el desarrollo de las fuerzas productivas, mientras la derecha se opone para preservar el dominio del capital. Esta dialéctica sigue pendiente.

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