Ese repugnante cóctel de llanto y chantaje (I)

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Por Pilar Aguilar Carrasco

Todos los días y por todas las redes, me llegan mensajes que intentan apelar a mi compasión, mi miedo, mi mala conciencia judeocristiana (llevo toda la vida luchando contra esa educación, pero siempre queda algo y más siendo mujer) …

Los “simpatizantes-con-el-feminismo-tendencia-socialista” nos dicen que sí, que puede que el PSOE no haya hecho “todo lo que debería” por las mujeres, pero no es por su culpa, es que no les quedó más remedio que pactar con Podemos. ¿No comprendemos que, para gobernar, hay que pactar? 

En efecto, en política hay que pactar, pero, si las mujeres les importásemos, hubieran pactado el Ministerio del Ejército, el de Agricultura, Pesca y Alimentación, Sanidad, Interior, Exteriores, Transportes… En fin… había un variado lote donde elegir. Pero, qué casualidad que reediten el clásico y patriarcal pacto entre varones: ellos son los sujetos del pacto y nosotras el objeto pactado.  

A estos “feministas socialistas” cabe preguntarles (simple curiosidad, sin mala intención) si, durante estos años, viendo cómo actuaba el gobierno, las leyes que promulgaba y las que no, se han dedicado a mandarle a su partido mensajes llorones-amenazantes-catastróficos-chantajistas del tipo de los que nos envían a nosotras. O sea, si incansablemente, noche y día, les han estado advirtiendo: “Vais a perder las elecciones porque las feministas no os van a votar”, “Escuchad a las feministas”, “Si queréis gobernar otros cuatro años tendréis que ganaros el voto femenino” … 

O si, por el contrario, se han dedicado a mirar para otro lado, cuando no a hacerse los locos… Pues nada, solo les pedimos que ahora hagan lo mismo con nosotras.

Como los fans de Podemos están de capa caída, dan menos tabarra, aunque siguen repitiendo que Irene Montero ha sido la mejor ministra y la más feminista de la Historia de la Humanidad (con mayúsculas). Aserto difícil de contradecir desde sus presupuestos, dado que para Podemos todo es feminismo: ¿No te acuerdas de que existen las mujeres salvo si no son portadoras de vagina? ¿te dedicas en cuerpo y alma a promocionar el transactivismo utilizando incluso los fondos del Pacto de Estado contra la violencia machista? ¿promueves obsesivamente los protocolos trans pero abandonas la coeducación?  ¿No actúas contra la explotación sexual y reproductiva? y etc. etc. No importa: eres feminista ¿por qué? porque para les modernes el feminismo no es una agenda de derechos que mejoran la vida de las mujeres. Es –al igual que ser mujer- un sentimiento, una autopercepción o, todo lo más, un blablablá. Cada cual tiene su propio feminismo. Y el de Irene Montero es el non plus ultra porque para eso es (ya por poco tiempo) la ministra. 

Claro que, si, según el Ministerio del Feminismo Sentido y Esotérico (tal es el nombre que verdaderamente lo define, aunque oficialmente se llame de Igualdad) hay 40 y tantos millones de feminismos en España, o sea, uno por cabeza, tampoco podemos negarles a Rajoy ni a Abascal el suyo. ¿Quién soy yo para decirles a Rajoy o a Abascal cómo han de autopercibirse? Si no puedo decirle a Álex, ni a Emma, ni a Javier Sanz, ni a Samantha Hudson, ni a Elsa Ruíz, ni a Cambrollé, ni a Antonelli, ni a Roma Gallardo, etc. etc. lo que es una mujer sin que me multen y sancionen ¿cómo voy a decirle yo a nadie si es o no feminista, teniendo en cuenta, además, que el feminismo ni siquiera está en los genes? 

Yolanda Díaz comulga completamente con esta postmodernez y defiende que el feminismo “pierde cuando se coloca en las trincheras”.

O sea, que el problema no es que, por ejemplo, en estos años, hayan aumentado las violaciones o la violencia misógina en general, ni que siga habiendo miles de mujeres a quienes cualquier hombre puede manosear, babear o penetrar a cambio de dinero. El problema reside en que las feministas somos muy cerriles y nos empeñamos en que solo es feminista quien exige medidas concretas que palien todos esos horrores.

Y, para empezar, exigimos que dejen de afirmar que ser mujer es un sentimiento elegible y que el género es una identidad. 

Que cada cual se sienta cómo le dé la gana, por supuesto, pero la ley no puede dar derechos (y menos aún privilegios) basándose en los sentimientos. O si se emperran, que lo hagan con todo: con la edad, la nacionalidad, el nivel económico… ¡Con lo bien que les vendría a algunos poder entrar en una piscina privada de Pozuelo porque la sienten como suya! ¡y con lo bien que les vendría a otros que se legalizara su sentimiento de tener ya la edad de la jubilación! ¡Por no hablar de lo estupendo que sería que se les reconociera a miles de subsaharianos su sentimiento de ser franceses, suecos, alemanes!

La incongruencia del postmodernismo es asombrosa, la verdad.

@pilaraguilarca

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