Últimamente están de moda los ataques a embarcaciones por parte de orcas en las costas españolas. Han llegado a dañar piezas de barcos, usualmente los timones, e, incluso, hundido algún bote. Hace ya algún tiempo que los aficionados a los barcos de recreo dieron la alarma en Galicia y, más recientemente, ha aparecido una manada de estos cetáceos en el estrecho de Gibraltar, la cuál ataca veleros y otros barcos de forma organizada, comandada por una hembra adulta a la cuál los científicos que se ocupan en este caso han bautizado como Gladis. Esta ballena asesina, usando el más truculento nombre por el que suele conocerse a su especie, ha reunido una pequeña manada, lo que, de acuerdo con los conocimientos de este villano de Madrid, que se reducen a lo visto en algún documental de la 2 o el National Geographic, es algo normal entre las orcas, que suelen vivir en grupos donde el individuo alfa es siempre una hembra madura. Además, está comprobadísimo que enseñan comportamientos a sus descendientes y compañeros de manada. El caso es que Gladis y los suyos se están ganando la simpatía de no poca gente porque están plantando más cara a los pijos y señoritos que invaden con sus veleros de recreo su territorio de la que plantan muchos humanos cuando esta gentuza aparca su vehículo de tierra, el cual suele ser de esos que consumen como una ciudad entera, en plena acera o se saltan los semáforos de circulación. O cuando deciden hacerse un chalet donde les plazca violando toda normativa. O cuando deciden que en sus negocios no se aplica ninguna ley laboral, de seguridad e higiene en el trabajo o similar. ¿Será posible que los únicos con conciencia de clase sean una manada de cetáceos?
Esto es, obviamente, una pregunta retórica. Creo que todos estamos de acuerdo en que, si bien se han obtenido pruebas de que las orcas son animales muy inteligentes, no llegan a tanto como para comprender el concepto de la lucha de clases. En opinión de este villano de Madrid, que, repito, no es un biólogo marino ni se puede considerar una voz cualificada más allá de lo que ha visto en reportajes y documentales de Jacques Cousteau y similares, Gladis y su tropa confunden los veleros con algún animal que puedan cazar —porque todo el que haya visto algo sobre estos mamíferos marinos sabe que cazan en manada ballenas de gran porte, por ejemplo—, o bien, según varios científicos que estudian el caso, es probable que Gladis sufriera alguna experiencia desagradable con una embarcación de recreo —la comprendo, si snobs y cayetanos son capaces de arruinarte un día o incluso la vida en su elemento en tierra, imaginen cómo de molestos pueden ser en un elemento extraño— y ahora prefiere prevenir. Pero dado el cariz que está tomando la situación política en nuestro país el villano de Madrid les va a describir un futuro previsible que, de momento, sólo es puro humor.
Imagínense que se confirma la victoria de la coalición PP/Vox en las elecciones del 23 j. Desde luego estos han dado muestras de saber para quien trabajan. Entonces en cuanto dos de los horteras con pasta que destrozan nuestro litoral con sus barquitos sufran las acometidas de una orca y vayan a lloriquear a los prebostes de los partidos de su cuerda, esta especie pasará a ser… ¡ENEMIGA DE ESPAÑAAAAAAAAAARRRRRRRRRR! Me estoy imaginando ya a Abascal, Espinosa de los Monteros o cualquier otro de esos vagos hijos de su papá dando ruedas de prensa sobre que las orcas nos cuestan a los españoles no sé qué burrada de porcentaje del PIB y ahuyentan la inversión en el litoral. Entonces el ministerio de Interior y el de Industria, Comercio, Turismo y Medio Ambiente, previsible creación de Feijóo y sus adláteres dada su tendencia a someter el cuidado de la naturaleza y los asuntos sociales al expolio y abuso económico, harán una nota conjunta en la cual se nos explicará que las orcas son ETA, y que la inacción del gobierno socialista en colaboración con sus socios de Bildu ha permitido que estos cetáceos proliferen como nunca.
Presumiblemente se creará algún chiringuito donde un holgazán infame, nieto de un militar franquista, con una carrera de derecho cursada —y comprada— en universidad privada y sin ningún oficio previo conocido, cobrará un sueldo público nada despreciable. Imagino que el nombre de este archipampanato será algo rimbombante, parecido a «Comisión nacional para la atención y reparación de las víctimas de las orcas». El papanatas que pongan ahí tendrá una agencia de eventos fake con señores de asociaciones fantasma de esas que se refocilan en crear los políticos de derechas.
También se sustituirían el SEPRONA y todos los organismos dedicados al cuidado de la naturaleza por una brigada marítima antiorcas de nueva creación.
El ministerio de cultura entraría al trapo: siguiendo la línea de lo que ya ha ocurrido con algunas obras en municipios donde estos partidos se han hecho con el poder, toda la serie de películas de Liberad a Willy, por ejemplo, se proscribiría en España y quien distribuyera estos filmes sería acusado de enaltecimiento del terrorismo y humillación a las víctimas de las orcas, lo que permitiría cerrar varias instituciones culturales y divulgativas molestas. Se promocionarían camisetas y merchandising del Capitán Ahab de Moby Dick, que pasaría a ser el nuevo héroe de la ultraderecha. En mi visión más audaz se inventaría un nuevo espectáculo o deporte nacional consistente en sacar una orca de su medioambiente y ponerla en algún cercado con agua, o incluso sin ella, a que los mozos más cazurros de los municipios más cerriles del litoral las maten a navajazos. Y nos venderán de algún modo que eso era una tradición perdida que la campaña de la izquierda contra la cultura española habría hecho caer en el olvido.
Todo esto vendría acompañado por una campaña mediática donde aparecerían de golpe un montón de tertulias en las que biólogos y veterinarios paniaguados, periodistas de la cuerda que ustedes saben, alguna figura del corazón y la farándula como Tamara Falcó y varios economistas liberales, que estos opinan siempre de lo que quieran, nos pondrían una foto de Gladis u otro ejemplar de su especie lo más distorsionada posible para que el animal tenga un aspecto muy feroz, casi demoníaco, y nos hablarían de que Txapote habría visto alguna vez una orca desde el litoral vasco, o de que la cúpula de ETA, que aún existe, había adiestrado a estas ballenas para atacar la economía española. Ríanse, pero llevan mucho tiempo vendiendo con éxito disparates de este calibre.
Finalmente los organismos encargados de la lucha contra las orcas o los paletos de los que hablábamos más arriba capturarían y matarían de la forma más inhumana y sangrienta posible a Gladis, y en esos informativos nos lo venderían con titulares del tipo: «Golpe policial a la cúpula de las orcas. Gladis, alias la Feroz, cae en una operación de las fuerzas del orden». Ignoro si llegarían a extinguir de todo a las orcas de nuestro litoral —la de ballenas asesinas españolas es ya de por sí una población amenazada—, pero aun así les serviría para muchos años años de proclamar que se han visto más orcas que nunca y que debemos defendernos de ellas.
Con algo de tiempo, programas supuestamente del corazón y entretenimiento dirán utilizando muñequitos de trapo a los gañanes que malviven en una ciudad dormitorio del interior que un trabajador de Madrid, Toledo, Valladolid, o cualquier otra ciudad con el mismo número de kilómetros de litoral en su término municipal corre el mismo riesgo de sufrir un ataque de orcas que un cayetano del litoral con su velero contaminante e inútil. Lo cual llevará, por último, a la creación del merchadising: pólizas de seguro antiorcas, que se venderán como rosquillas en Madrid, camisetas, posters y estandartes con la bandera rojigualda y el Capitán Ahab incitando a la matanza de cetáceos, arpones en las tiendas esas de parafernalia militar y de supervivencia para tarados que ya vamos viendo por las ciudades, etc.
El punto culminante será elevar el problema de las orcas a asunto central del debate político, que tratará hasta algún representante de esa izquierda que siempre se empeña en jugar en el campo que proponga la derecha.
Bueno, todo esto es una gracia veraniega que este villano de Madrid se permite en su columna, pero debemos reconocer una cosa: de momento quienes han hecho pegatinas y otros carteles y productos sobre Gladis son varios sectores de la izquierda. Paradójicamente, esto es lo que más peligro corre de convertir mi broma en realidad. Si queremos plantar cara a la derecha, deberemos empezar por no dejar la lucha de clases a una manada de cetáceos. Si aspiramos a evitar que nuestra política acabe sumida en debates sobre problemas irreales mientras se reprime a ciertos colectivos y se roba a toda la sociedad, tendremos que empezar presentando batalla en nuestros trabajos, casas y ciudades. Porque señoritos y oligarcas sí que tienen la determinación que últimamente falta en la clase obrera y la claridad de la que carecen las orcas para saber lo que quieren, por qué lo quieren y cómo lograrlo.