La marginalidad sigue en los márgenes

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Por Mara Ricoy Olariaga

“Seja marginal seja herói” 

(Sea marginal, sea un héroe) 

Así reza una de mis obras de arte protesta favoritas, la del artista brasileño Helio Oiticica, de 1965. 

En ella, la foto del cadáver de un delincuente de las favelas al que la policía corrupta y en venganza disparó cien balas, en la que aparece expuesto como una especie de crucifijo invertido. El estandarte hecho póster y camiseta se volvieron una manera de pronunciarse contra la dictadura militar- Esa camiseta costó el exilio de los cantantes Caetano Veloso y Gilberto Gil por los años sesenta.

Y leo ahora que esa camiseta hizo también que una profesora de historia perdiera su trabajo en 2023 en Brasil.

La protesta incomoda, interroga y suele permanecer así, contundente y desafiante bastante tiempo, porque tiende a confrontar y mirar de frente cuando la mayoría anda distraída o embelesada. 

La marginalidad con sus antihéroes. como decía Oiticica, es una cuestión anónima.

Yo, que siempre fui la rara y la inadaptada, cuyas amistades adultas compartían precisamente eso, preferí siempre y ellos también, me consta, la imposibilidad de etiquetarme. Rechacé y fui rechazada socialmente por mi toma de decisiones y mi manera de vestir, y más tarde por nuestra inadaptación familiar a los cánones más comunes y esperables. 

Detesté y nunca caí en el encasillamiento o el resultar fácilmente legible para la sociedad convencional que se mantenía contenta y acomodada en la norma. 

Como tantas otras crecidas en los ochenta, viví y observé, junto con otros muchos seres marginales, las dificultades que suponía no aceptar las reglas, no querer un trabajo de 9 a 5, no saber tragarse la sensibilidad o simplemente ser una misma por encima de todas las cosas y aún a costa de perder más a menudo que el resto. 

Somos aquellas que desde que empezamos a tomar decisiones nos preguntamos si los demás tendrán algún manual que les explica cómo vivir, y que a nosotras no se nos dio y luego nos damos cuenta de que no, que simplemente, las decisiones tomadas nos llevaron siempre contra corriente para acabar una y otra vez en los márgenes con lo bueno y lo malo de nuestros naufragios. Lo he escogido a pesar de.

Que se entienda que hablo de una marginalidad política y existencial y desde ella se me hace imposible contemplar ninguna rebelión que sea anunciada por la megafonía de los supermercados, que empapele las paredes de los hospitales, o que se anuncie en los pronombres del profesorado en las puertas de los colegios e institutos y cuyas banderas ondeen en calles, monumentos y tiendas. 

Y esto importa porque apesta. Las fuerzas del orden, las instituciones y el marketing no han sido ni serán nunca transgresoras. 

Tener que ofrecerte en múltiples etiquetas para los demás no tiene nada de rebeldía. 

Sentir ofensa porque no se sepa exactamente lo que sientes y piensas es absurdo, y demandar que se te atienda y reciba en todos los contextos según tu sentir es, además, petulante y narcisista.

En 2018 yo también me vi involucrada en una cuestión de camisetas, siendo ponente en una conferencia con una amiga que llevaba una que decía “Mujer: hembra humana adulta” (en inglés). Se nos tachó de peligrosas, se llamó a seguridad, se pidió que nos echaran. 

Las canceladas y censuradas son las mismas personas de siempre, las que no se someten, las que cuestionan y las que ven más allá del decorado y el discurso. 

Y es que la marginalidad sigue estando en los márgenes, sigue molestando, sigue resultando una verdad insoportable para quienes la quieren esconder  para controlar y someter. 

Mientras que en la cumbre de la pirámide, siguen afianzadas la misoginia, la propaganda y el capitalismo, esta vez con un nuevo envoltorio multicolor pero apestando como siempre e intentando llevarse por delante a cualquiera que tenga la osadía de nadar contracorriente. 

@matriactivista

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