¿Pueden lactar los hombres?

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Por Mara Ricoy Olariaga

Recientemente fue muy comentada en redes la foto de un hombre que dice sentirse mujer quien, con un sacaleches en la mano, aseguraba que podía lactar. La pregunta que se suele hacer es para mí incorrecta o al menos innecesaria: ¿pueden lactar los hombres?

Y aquí se abren dos nuevas fantasías o pesadillas, según quien las mire. Por un lado encontramos ahora a las mujeres que se auto perciben o denominan hombres y que, en un proceso de deconstrucción física y metafísica que mi humilde cerebro no llega a comprender, rechazan su cuerpo pero eligen congelar sus óvulos para gestar, rechazan su cuerpo pero no se hacen la mastectomía porque quieren y cito: “sentir la experiencia de dar el pecho”. Dejan las hormonas para poder hacerlo, pero luego se las vuelven a tomar y hay quien, una vez lactado el bebé, se amputan ambos pechos para volver a alinearse con su sentir.

La masculinidad se queda así, según lo expuesto, para la barba y la camisa, la corbata quizá y sobre todo, el sentir. Eso es muy importante: el sentir ya no es rebatible ni cuestionable y va más allá de cualquier obsoleta realidad antes conocida. El sentir algo que, pese a ser muy personal, ahora hay que compartir y mucho, y todo el mundo tiene que prestar atención, y se impone de una manera que ni Colón dando origen a la palabra colonizar. 

Y a mí por mi sentir (que también siento) trayectoría personal y tendencias ideológicas, me gustaría mucho decir que allá cada cuál pero, como siempre, esto nos afecta a las mujeres. Porque el cuerpo que gesta y lacta lo puede hacer porque es un cuerpo de mujer.

Aquéllas que demandan aceptación sin aceptar nada, no contentas con el trato personalizado, sus derechos humanos respetados (faltaría más), la atención mediática, las pegatinas, banderas y chapas que les dan la bienvenida en todas partes demandan, además ,un lenguaje que no es que incluya a la minoría sino que borra a la mayoría. 

Gracias a la nueva tendencia de elegir trozos de la sexualidad y liarse mucho con el sexo y el género, tenemos protocolos y guías que hablan de “lactancia pectoral” y de progenitor lactante, persona que pare y un largo etcétera de términos absurdos y eufemísticamente idiotas que no hacen más que crear confusión, hipersexualizar y objetificar. La reputada revista médica Lancet llegó a escribir: “los cuerpos con vaginas” para luego decir que habían sido históricamente descuidados.

Desexualizar el lenguaje con aquello que se denomina “inclusivo”  tal y como muchas expertas en lactancia y gestación expresaron en un brillante artículo científico, dirigido por la Dra. Karleen Gribble, deshumaniza, confunde, incluye a quién no debería incluir, y pone en riesgo la diada madre y bebé y el apoyo a la lactancia. 

No obstante en ese caso, la que lacta lo hace porque es mujer y gracias a un cuerpo de mujer, sintiéndose como quiera. Yo también me sentía muchas cosas mientras amamantaba, pero curiosamente jamás me sentí mujer, porque simplemente lo soy. 

Pero por otro lado, más terrorífico, está la fantasía de quienes nacidos hombres quieren apropiarse de aquello que es femenino, sea por estereotipo según género social o sea por sexo. Es decir, estos no contentos con el maquillaje, el pelo, los implantes y el nombre de vedette de toda fantasía masculina que se precie, quieren experimentar procesos fisiológicos exclusivos de las mujeres, y ahora por desgracia en redes, vemos a quienes dicen sangrar y tener menstruaciones, y descubrimos que hay quienes se insertan bebés de silicona de diferentes tamaños por vía anal para “emular un parto” (sí, lo siento, pero es verdad, lo he comprobado) vendidos en sex shops porque son obviamente fetiches. Y ahora también los hay que usurpan a quienes tenemos la capacidad innata de lactar para intentar hacerlo ellos. Y aquí vuelvo a la pregunta inicial y para mí, equivocada: ¿pueden los hombres lactar? La cuestión es: ¿por qué o para qué querrían hacerlo?

Como profesional en estos temas tengo que decir que hay evidencia anecdótica de casos en los que algún hombre ha producido leche sin que sepamos exactamente la composición de esa leche o la duración de esa producción. Y por eso digo que lo más importante es el por qué. Los pocos casos conocidos hasta ahora eran de hombres en situaciones desesperadas como campos de concentración y similares, en los que habían conseguido estimular y producir algo. En el único estudio que encuentro sobre un hombre que se autodefine mujer y ha querido lactar con su pareja, lo que leo contesta a mis conjeturas. Todo el estudio va sobre él, olvidando por completo de lo que se trata el amamantamiento y de para quién es.

Y por otra parte el privilegio que destila es insultante. Es insultante para aquellas mujeres que hacen lo imposible por lactar y a menudo frente a instituciones y profesionales que las presionan con leche artificial; es insultante cuando conoces casos de madres amenazadas con llamar a los servicios sociales por pedir más tiempo para establecer la lactancia y negarse a darle biberón en un hospital. Y destila privilegio porque incluso conseguir una receta de Domperidon (galactogogo: que estimula la producción de leche materna) es algo complicado para muchas madres que no lo pueden obtener más que de forma privada, por no hablar de lo que cuesta una cita con una IBCLC (consultora de lactancia acreditada). 

Y ellos, convertidos ahora en el nuevo centro, una vez más usurpando todo aquello por lo que llevamos siglos luchando, pueden ser aplaudidos, después de toda la atención con la que pocas madres cuentan, por sacarse unas gotas de leche. 

Eso no es maternar, ni mucho menos lactar. Porque un bebé debería estar en el pecho de su madre tan pronto nace, y aquellos que no lo entienden ni entenderán nunca, creen que el lactar es para ellos es algo a demostrar, o un burdo truco, compiten con diosas y resultan patéticos. 

Lactar es una relación simbiótica absoluta que empieza desde antes de nacer la criatura y que hace que las mujeres tengamos una primera leche llamada calostro que se genera de las semanas 12 a la 18 durante la gestación. Los/las bebés recién nacidos, si se dejan sobre el pecho de la madre, se arrastran salivando y buscando el pezón (se cree que por eso se oscurecen durante el final del embarazo), y en esa interacción el cuerpo de la madre además reacciona ante los estímulos del bebé y cada vez que los puños del bebé tocan la piel de la madre, hay un pico de la hormona oxitocina en ella. Traduciendo del sistema hormonal, estamos hablamos de amor. Y así la glándula pituitaria se estimula y el bebé succionando provoca contracciones en el útero de la madre que ayudan a que pueda alumbrar a la placenta reduciendo la herida tras el desprendimiento de la misma y con ello la posibilidad de hemorragia. Y una vez establecida la lactancia, cada vez que el bebé succiona manda mensajes a través de la saliva para modificar la leche en función de sus necesidades y también para que contenga determinados anticuerpos si ha estado expuesto a alguna enfermedad. 

Por eso digo que por qué o para qué quiere amamantar un hombre. Es la pregunta cuando realmente no va a ser capaz de hacerlo y sobre todo cuando está robando y usurpando todo lo que no le pertenece ni le pertenecerá nunca por muchos sacaleches que utilice; que es una cuestión de salud para madre y bebé y que sólo a ellos les atañe.

Pero además es una cuestión política y feminista por la que muchas llevamos años luchando. No sé si sabréis que en muchos países hay un comercio ilegal de leche materna, con muchas mujeres siendo explotadas para su venta, siendo sus mayores compradores los llamados “vampiros blancos”, fetichistas de la lactancia materna; no olvidemos que ya tiene una categoría en el porno. 

La lactancia materna ha sufrido durante muchísimos años innumerables ataques por parte de compañías como Nestlé, que lleva décadas promoviendo prácticas agresivas en el marketing de la leche artificial y que por ello, en países en vías de desarrollo, se estima que 1.5 millón de bebés mueren por culpa de la desalmada promoción de leches artificiales a madres no tienen acceso a agua corriente. 

Porque la lactancia materna es algo que requiere de la estimulación de un bebé que la necesite para ser generada. Porque se trata de alimentar a un bebé y no de demostrar nada a nadie. Y la lactancia ha sido siempre objeto de persecución masculina desde muchos frentes. Ya sea desde la industria que consiguió dividir y enfrentar a las mujeres en este tema  pese a que nosotras históricamente lactamos los bebés de otras, o porque los maridos “implicados” controlan ahora con aplicaciones en el móvil el tiempo que debería dar la teta su mujer. No olvidemos que la teta es de ellos, tal y como una fatídica campaña de la seguridad social en Londres decidió ilustrar como promoción en un cartel en el que un cuerpo femenino sin cabeza dividía su cuerpo para el bebé y para el marido, porque lo crean o no ellos, pese a ser adultos que deberían dedicarse a paternar, aún dicen sentirse celosos o apartados cuando su mujer está lactando.

La experta internacional en oxitocina, Kerstin Uvnäs Moberg contó en una ponencia en la que participé, que si bien aparecía la ilustración de la producción de adrenalina en los libros de ciencia, el hombre con los puños en alto preparado para pelear o salir corriendo, no conseguía encontrar una imagen de la producción de oxitocina y la creación del vínculo humano, hasta que en un museo se dio cuenta que todos los innumerables cuadros de vírgenes y bebés representaban esa situación oxitócica materno filial. Y pese a eso a más de una nos han echado de esos museos precisamente por amamantar. Porque la teta sexualizada, bajo la mirada masculina vende pero la nuestra que amamanta incomoda. 

Así que por todo ello y mucho más, me ofende sobremanera todo este espectáculo circense, en el que incluso las lactancias inexistentes tienen más protagonismo que cualquiera de los cien mil problemas a los que las madres se enfrentan en el mundo por el hecho de ser mujeres. Y sí, digo espectáculo circense porque así es como se plantea, así los presentan una y otra vez embarazadas barbudas y lactantes, versus supuestas boxeadoras nadadoras y gimnastas, de dos metros de alto y enormes espaldas. Seres aplaudidos por nada meritorio, más allá de la mera aspiración patriarcal, y por una sociedad tan “puesta hasta las cejas” de género que le parece sorprendente y extraordinario, algo así como la bombilla a finales del siglo XIX . Y por cierto, lo que hay debajo de todo eso tiene muy poco de inclusivo y mucho de ofensivo.

Pero por supuesto, si en estos artículos, tweets y estudios se pusiera “hombre” en lugar de “progenitor no gestante” quizá la sociedad despertaría del hechizo y verían lo mismo que las usurpadas vemos, y sabemos: Estamos frente a una opresión de las mujeres y criaturas sin precedentes ante la que para muchas nos es imposible callar.

@matriactivista

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