Sin Antonio Gala el mundo será más inhóspito

Mi nombre y tú ya estáis a salvo en el jardín:fuera del tiempo, su maleficio no os perturbará

Cita que encabeza El manuscrito carmesí

Si ustedes me permiten voy a utilizar esta reseña para llorar la ausencia de Antonio Gala, que falleció este domingo 28 de mayo a los 92 años. Necesitamos llorarle porque estimamos que con su falta, este mundo que torpemente habitamos será aún más inhóspito, gris y vulgar.

La personalidad de Antonio Gala,- refinada, caballerosa, de un andalucismo enigmático y deslumbrante-, superaba con mucho a su propia obra literaria. Dramaturgo, poeta, novelista, incluso ensayista, su corpus literario tocó prácticamente todos los géneros, de todos son conocidas sus Charlas con Troylo, su Manuscrito Carmesí, su Antología poética, su Pasión Turca o su Anillos para una dama, entre muchas otras.

Encierta ocasión, el periodista onubense Jesús Quintero le preguntó cuál era lo más inteligente que un hombre podía hacer en esta vida, y él, con su habitual elegancia y, por qué no decirlo, teatralidad, le contestó que lo más inteligente sería dejarlo todo y retirarse del mundo a lo Fray Luis de León, abandonar las ínfulas mundanas, sus ridículas tentaciones y romper la rueda de samsara de la esclavitud tanto intelectual como física. En esa mítica entrevista ya mostró al mundo su gran intuición, un sexto sentido que le reveló la inutilidad de los gestos y costumbres cotidianos, memorizados e interiorizados hasta la exasperación.

«Cuántas veces me habrán preguntado por qué escribo. Sería más fácil decir por qué no escribo. No escribo para que me quieran, como dicen algunos compañeros mártires. No escribo como procedimiento de ser conocido o famoso o de despertar admiraciones. No escribo ni siquiera para que mi experiencia le sirva a alguien, porque no me sirve ni a mí. No escribo, en último término, ni para ser leído, cosa que puede no suceder con más frecuencia de la que se cree y a más gente de la que nos imaginamos. Creo que escribo porque lo necesito para sentirme vivo. Si se me impidiese hacerlo, moriría: de alguna forma no previsible, pero moriría. A mí no se me ha dado otra opción. No es una vocación para mí, sino un destino. Y debo cumplirlo con un rotulador en la mano: porque, para más inri, escribo todo a mano:
mi salto tecnológico más grande ha sido pasar de la pluma estilográfica al rotulador, y me ha dejado exhausto y con una cierta sensación de adulterio».

Antonio Gala nació con un gran bagaje de ansiedad, la que le provocaba su íntima necesidad de ser fiel a sí mismo, de guardar celebración o luto por la vida, según se dieran las circunstancias. En mi opinión, es el escritor más utópico de finales del siglo XX y principios del XXI, al menos, en lo que a utopía amorosa se refiere. Gran parte de su obra gira sobre este nudo, sobre el gozne que probablemente sostenga a todo el universo, el «ἀγάπη«, terminó que sirve para designar un tipo de amor incondicional y reflexivo, al que aspiró toda su vida Gala.

Parafraseando a alguno de los artículos que el día de su muerte fueron publicados en la prensa nacional, si pudiéramos describir a Antonio Gala diríamos que es elegante, locuaz y reservado, tabernario y aristocrático, directo y elegante y afilado, cálido y distante, locuaz y reservado, tabernario y aristocrático, difuso, popular y desconocido, arrogante y pulcro, permanentemente melancólico. Se identificaba con la izquierda ideológica,- aunque sin llegar a militar expresamente en ningún partido u organización-, decantándose, en su momento, contra la entrada de España en la OTAN y abogando por un andalucismo social y avanzado. Al igual que mi querido paisano Miguel Delibes, elegía y buscaba la soledad voluntaria, como intentando apartarse del ruido y del cuatrerismo moral de una sociedad en claro declive.

Alargaba la mano y te tocaba.
Te tocaba: rozaba tu frontera,
el suave sitio donde tú terminas,
sólo míos el aire y mi ternura.
Tú moras en lugares indecibles,
indescifrable mar, lejana luz
que no puede apresarse.
Te me escapabas, de cristal y aroma,
por el aire, que entraba y que salía,
dueño de ti por dentro. Y yo quedaba fuera,
en el dintel de siempre, prisionero
de la celda exterior.

Definitivamente, su muerte nos ha golpeado, sino por su ausencia física, si por su ausencia intelectual y espiritual. Antonio Gala era más que un simple literato, Antonio Gala se significaba como el corazón, un ancho plexo solar de donde, de vez en cuando, comíamos y bebíamos todos los carentes de afecto y reconocimiento que en el mundo somos, todos y cada uno de los anhelantes.

En su Manuscrito carmesí nos describe a un Boabdil refinado y culto, pero esto no le servirá para las tareas de gobierno, su actitud lírica será aniquilada en el fragor de la vida y le condenará a la soledad hasta que sólo algunas ráfagas de sabiduría, esperanza, amor y espiritualidad le asistan en el camino de un casi total aislamiento. Es posible, que el personaje de Boabdil en el Manuscrito carmesí nos represente en la ficción a todos los que mantenemos una actitud lírica ante la existencia; es muy posible, también, que el personaje de Boabdil se asemeje demasiado a una persona tan lírica e ingobernable como lo era Antonio Gala.

No nos cabe ninguna duda de que el mundo será mucho más inhóspito sin él.

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