Segunda ronda

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Marta Sorlí i Fresquet, portavoz de Espai FIGA.

Los análisis electorales siempre son complejos y, en ocasiones, excesivamente superficiales y evidentes. También es cierto que un único eje de análisis nunca es suficiente para poder averiguar el porqué de unos resultados electorales. Sin embargo, yo que he estado vinculada de una forma u otra a varios análisis postelecciones, puedo afirmar que siempre he echado de menos entre los ejes de análisis uno: el feminismo. Permítanme, después de todo, estar poco esperanzada en que esta vez sea diferente.

Para el feminismo los resultados de estas elecciones locales y autonómicas (y los que se adivinan para las estatales) son nefastos. Pero el problema es que esta vez cualquier resultado era nefasto para el feminismo, porque todos y cada uno de los partidos autoproclamados feministas nos habían dejado a las mujeres a los pies de los caballos. Las últimas batallas libradas contra la agenda feminista y la exclusión orgullosa de las feministas de las estructuras de los partidos nos han vuelto a dejar claro que toda política que no hagamos las feministas, será hecha contra las mujeres.

La izquierda es responsable de las batallas que ha librado y de las que no, de las que ha intentado ganar y de las que ha decidido perder. Es responsable de haber establecido sus prioridades y de haber dejado de escuchar (al menos, escucharnos y considerarnos interlocutoras válidas) a las feministas. Aquel revulsivo del 2015 que nos animó a tantas y tantas a salir a la calle y hacer campaña abiertamente partidista se ha desvanecido. Una vez más hemos visto cómo todos los sentimientos y demandas han sido prioritarios a los derechos de las mujeres y esto ha pasado factura electoral.

Yo, que todavía soy demasiado joven para haber visto según qué cosas, nunca había visto votar con tanta conciencia feminista. Nunca había vivido un movimiento como #FeminismoNoVotaTraidores ni había recibido tantos mensajes ni consultas por querer votar nulo a regañadientes. Pero lo que es evidente es que, en parte, la estigmatización de las feministas, los ataques públicos, la censura y la negativa a hablar (por lo menos hablar) de los derechos de las mujeres ha tenido un impacto claro en los resultados de las elecciones. Sin mencionar partidos, cada uno ya sabe qué batallas ha decidido librar y contra quién.

Ahora toca reflexionar y recuperar los espacios que se han perdido entre la purpurina y los colores brillantes. Toca quitarse las plataformas para volver a tocar el suelo de nuevo y recuperar las prioridades políticas. El feminismo y las mujeres somos como la mancha de aceite en el agua, impermeable y aglutinadora. Por mucho que nos remuevan, nos juntemos y mantenemos firmes en nuestras convicciones. Vienen tiempos difíciles para todas y la política se hace con argumentos, no con sentimientos.

Ha quedado patente que el progresismo necesita también del feminismo y la responsabilidad es de quien nos ha bloqueado. Pero lejos de reproches, vienen otras elecciones y necesitamos recuperar los derechos de las mujeres hacia la centralidad política.

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