La obsesión de Washington con Taiwán

0

En abril de 2023 el congresista estadounidense Michael McCaul generó controversia al sugerir que controlar la fabricación de microchips es la verdadera razón detrás de la obsesión de Washington con Taiwán.

En una entrevista televisada en el canal de noticias estadounidense MSNBC, El entrevistador le pidió a Michael McCaul, que explicara «por qué…..los estadounidenses deberían estar dispuestos a derramar sangre y tesoros estadounidenses para defender Taiwán«.

McCaul admitió que la empresa Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC) fabrica el 90% del suministro mundial de chips de semiconductores avanzados, que son esenciales para desarrollar equipos militares e informáticos de alta tecnología

El entrevistador señaló entonces que el razonamiento de McCaul «suena como el caso que [se] planteó en los años 60, 70 y 80 sobre por qué Estados Unidos gastaba tanto dinero y recursos militares en Oriente Medio [cuando] el petróleo era tan importante para la economía«. y luego preguntó si los chips semiconductores son ‘la versión del siglo XXI’ del petróleo, es decir, un factor clave de la política exterior de EE. UU. hacia China.

McCaul corrigió rápidamente y afirmó que proteger a Taiwán se trata en realidad de “democracia y libertad”, la retahíla consabida de la injerencia norteamericana. Y describió las visitas de delegaciones estadounidenses a Taipei como un medio para «disuadir a China» y dijo que el conflicto es siempre el último recurso. Esta declaración se produce después de que McCaul dijera que el Congreso de EEUU discutiría la autorización de una confrontación militar directa con China si Beijing lanzara un ataque contra Taiwán.

El 7 de marzo 2023, EEUU promulgó la Restric Act o «Ley de restricción de la aparición de amenazas de seguridad que ponen en riesgo la tecnología de la información y las comunicaciones de 2023″ presentada por el senador por Virginia, Mark Warner, el senador John Thune por Dakota del Sur, junto con otros 10 senadores ante el Senado norteamericano y afecta a una Agencia federal, el Departamento de Comercio de EEUU.

Proporciona 280 mil millones de dólares en fondos para impulsar la industria nacional de semiconductores de EE. UU. y reorientar la producción desde el este de Asia. El papel de Taiwán como centro de fabricación de la industria de semiconductores como una vulnerabilidad estratégica dada su proximidad a China continental está induciendo a TSMC a trasladar la producción a territorio norteamericano, Phoenix (Arizona).

Los chips semiconductores son los componentes básicos de las tecnologías más avanzadas del mundo (como la inteligencia artificial, las telecomunicaciones 5G y la supercomputación), así como de toda la electrónica moderna. Sin ellos, las computadoras, los teléfonos, los automóviles y los dispositivos que son esenciales para nuestra vida cotidiana dejarían de funcionar. Por lo general, se producen mediante el uso de luz ultravioleta para grabar patrones de circuitos microscópicos en capas delgadas de silicio, empaquetando miles de millones de interruptores eléctricos llamados transistores en una sola oblea del tamaño de una uña. Esta tecnología avanza a través de un proceso implacable de miniaturización: cuanto menor es la distancia entre los transistores, mayor es la densidad de transistores que se pueden empaquetar en un chip y más poder de cómputo se puede integrar en cada chip y en cada faceta de la vida moderna. Hoy en día, los chips más avanzados se producen con un proceso de tres nanómetros (nm) (como referencia, una hoja de papel tiene un grosor de aproximadamente 100 000 nm).

La cadena de suministro de semiconductores.

La industria comercial de semiconductores se desarrolló en Silicon Valley, California, a fines de la década de 1950, dominada por EEUU en todos los aspectos, desde la investigación y el diseño hasta la fabricación y las ventas. Desde el principio, esta industria tuvo una importancia geopolítica, ya que los primeros fabricantes vendieron más del 95 % de sus chips al Pentágono o al sector aeroespacial. Durante las décadas siguientes, EEUU transfirió selectivamente la mayor parte de su fabricación de chips a sus aliados de Asia oriental, primero a Japón, luego a Corea del Sur y Taiwán. Esto permitió a EE. UU. reducir sus costos de capital y mano de obra y estimular el desarrollo industrial de sus aliados mientras continuaba dominando la cadena de suministro. Aquí es clave la idea de H. Schwartz [1] sobre el peso de los derechos de propiedad intelectual en las cadenas de suministro modernas.

Hoy en día, las empresas estadounidenses mantienen una presencia dominante en el diseño de chips (Intel, AMD, Broadcom, Qualcomm y NVIDIA) y equipos de fabricación (Applied Materials, Lam Research y KLA).

La TSMC de Taiwán es el fabricante de semiconductores más grande del mundo, y representa una abrumadora participación del 56 % del mercado global y más del 90 % de la fabricación de chips avanzados en 2022, seguida por Samsung de Corea del Sur, que posee una participación del 15 % del mercado global. Además, la empresa holandesa ASML es un jugador fundamental, ya que tiene el monopolio de las máquinas de litografía ultravioleta extrema (EUV) necesarias para producir los chips más avanzados por debajo de 7 nm.

La mayor parte de la cadena de suministro de semiconductores fuera del control de los EEUU y sus aliados se encuentra en China, que se ha convertido en el centro mundial de fabricación de productos electrónicos y en una gran potencia tecnológica en las últimas cuatro décadas. La participación de China en la capacidad global de fabricación de chips ha aumentado de cero en 1990 a aproximadamente el 15 % en 2020. Sin embargo, a pesar de sus considerables avances en el desarrollo, las capacidades de producción de chips de China aún están rezagadas y dependen de las importaciones para los chips más avanzados (en 2020, China importó 378 mil millones de dólares en semiconductores, el 18% de sus importaciones totales). Mientras tanto, el mayor fabricante de semiconductores de China, SMIC, solo tiene una participación del 5% en el mercado global, palideciendo en comparación con TSMC.

La campaña de Estados Unidos contra China

En los últimos años, EE. UU. ha estado librando una campaña agresiva para detener el desarrollo tecnológico de China, que considera una seria amenaza a su dominio global. En palabras del Consejero de Seguridad Nacional Jake Sullivan, el objetivo de Washington es «mantener la mayor ventaja posible». Con este fin, EE. UU. ha identificado las capacidades de producción de semiconductores de China como una debilidad importante y está tratando de bloquear el acceso del país a chips avanzados y tecnología de fabricación de chips. Bajo las administraciones de Trump y Biden, EE. UU. colocó a cientos de empresas chinas en listas negras de comercio e inversión, incluido el principal fabricante de semiconductores del país, SMIC, y el gigante tecnológico Huawei. Estas restricciones han prohibido a cualquier empresa del mundo que utilice productos estadounidenses (a todos los diseñadores y fabricantes de chips) hacer negocios con empresas tecnológicas chinas.

Jake Sullivan, Consejero de Seguridad Nacional, pronunció un discurso al publicarse el informe «Special Competitive Studies Project» (SCSP) donde expuso que:

«Para Estados Unidos, se trata de utilizar su ventaja comparativa en términos de proximidad política a los grandes centros de innovación e industria avanzada (Unión Europea, Japón, Corea del Sur, etc.) para maximizar su influencia en la futura evolución del panorama tecnológico (coordinación en materia de normalización, control de las exportaciones y cooperación científica) y contrarrestar a China en este ámbito»

Estados Unidos también ha presionado a gobiernos y empresas de todo el mundo para que impongan restricciones similares. Desde 2018, Australia, Canadá, Nueva Zelanda y el Reino Unido se han unido a los EE. UU. para prohibir a Huawei en sus redes de telecomunicaciones 5G, mientras que varios países europeos han implementado prohibiciones parciales o restricciones.

Estas políticas no solo se dirigen a las empresas; también tienen un impacto directo a nivel profesional. En octubre de 2022, la administración de Biden restringió a las «personas estadounidenses«, incluidos ciudadanos, residentes y titulares de tarjetas verdes, de trabajar para empresas chinas de chips, lo que obligó a muchos a elegir entre su estatus migratorio y sus trabajos. El CSIS (Center for Strategic and International Studies) de Washington caracterizó la política de EEUU: “Estas acciones demuestran un grado sin precedentes de intervención del gobierno de los EE. UU. no solo para preservar el control de los cuellos de botella, sino también para comenzar una nueva política de los EE. UU. de estrangular activamente a grandes segmentos de la industria tecnológica china: estrangular con la intención de matar.

China ha respondido al desafío, ha intensificado los esfuerzos para promover su capacidad interna y hay signos de progreso a pesar de los obstáculos impuestos por los EE. UU. Por ejemplo, en 2022, SMIC de China supuestamente logró un avance tecnológico significativo, dando el salto de chips semiconductores de 14 nm a 7 nm, que está a la par de los líderes mundiales Intel, TSMC y Samsung.

Factor geoestratégico para el Sur Global

Washington teme que el desarrollo tecnológico de China conduzca, a través del comercio y la inversión (la Nueva Franja y la Ruta de la Seda), la desdolarización e intercambio en monedas nacionales, la ampliación de los BRICS, el desplazamiento económico mundial hacia el eje de Eurasia, provoque la dispersión de tecnologías avanzadas más ampliamente en todo el mundo, sería un golpe significativo al poder de los Estados Unidos sobre otros países. En 2020, el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de EE. UU. denunció que China estaba facilitando el «autoritarismo digital» porque «ha estado dispuesto a entrar en mercados más pequeños y desatendidos» y «ofrecer equipos más rentables que las empresas occidentales«, señalando a los países bajo sanciones estadounidenses como Venezuela y Zimbabue como ejemplos.

Para combatir los lazos entre las empresas tecnológicas chinas y los países sancionados, EE. UU. emprendió acciones legales severas, multando a la corporación china ZTE con 1.200 millones de dólares en 2017 por violar las sanciones de EE. UU. contra Irán y Corea del Norte. Estados Unidos también colaboró con Canadá para arrestar a la ejecutiva de Huawei Meng Wanzhou en 2018 por cargos de eludir las sanciones de Estados Unidos contra Irán.

En el II Congreso de toda Rusia de las organizaciones comunistas de los pueblos de Oriente, celebrado en noviembre de 1919, Lenin lo vislumbraba: «Tras el período de despertar de Oriente en la revolución contemporánea comenzará el período en que todos los pueblos de Oriente participarán en las decisiones acerca del destino del mundo entero: así dejarán de ser un mero objeto de enriquecimiento para los demás. Los pueblos de Oriente despiertan a la actividad práctica para, que cada pueblo decida sobre el problema del destino de toda la humanidad»»


[1] Schwartz, Herman Mark (2019) «American hegemony: intellectual property rights, dollar centrality, and infrastructural power«

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.