Déjate alquilar

1

Por Mara Ricoy Olariaga

Llevo un par de años de duelo, duelo de un par de pérdidas personales, de una mudanza impuesta, la pandemia y también la pérdida de mi profesión, tengo una profesión que no existe en España y que es una carrera universitaria en Reino Unido, una especialidad llamada Antenatal Teaching, algo que yo llamo Educación Perinatal. En esta especialidad aprendemos una mezcla de conceptos básicos de matronería y obstetricia y además sobre cómo educar a adultos para ser madres y padres.

He dedicado más de una década a crear e impartir clases para parejas que esperaban su primer bebé, en grupos de dieciséis personas, una media de cuatro grupos a la semana, hagan cuentas. Hasta que llegó el día en el que descubrí a través de una compañera que era posible que nos mandaran a una pareja de hombres en nuestros grupos, yo no entendía muy bien la situación. Había tenido a parejas de lesbianas en mis clases, pero a dos hombres no. Me explicó que eran padres “por subrogación” que querían venir a nuestras clases.

Yo pregunté atónita ¿sin la madre? A lo que me respondieron que “claro, porque la gestante está en otro país”.

Tan pronto descubrí esta cuestión escribí a la organización para pedir una especie de objeción de conciencia que no entendieron. En cuestión de minutos una voluntaria con voz titubeante me llamaba en relación a mi email y lo que prosiguió fue una de las conversaciones más extrañas que he tenido nunca. Se me pidió no hablar de mis razones políticas, a lo que contesté que podíamos hablar de ciencia, de esa misma ciencia que becada, por la organización, había estudiado y promovido en mis clases. Con bastante arrogancia y en plan ametralladora recité todo cuanto sé sobre los mecanismos oxitócicos que se dan entre la madre y un bebé y su importancia neurobiológica; hablé de la magia del microquimerismo por la cual las células de cualquier bebé, sobreviva o no, permanecen durante más de veinte años en el cuerpo de la madre; argumenté de vuelta todo lo que me habían enseñado y demandando saber. ¿Con qué coherencia me debía dirigir a un par de explotadores que se iban a saltar todo eso a la torera? Al otro lado del teléfono sólo me repetían el mantra de siglo XXI de estamos aquí para todas las familias, a lo que yo replicaba ¿Y para esos bebés? ¿Y para esas madres?.

No sé si la mujer que me interrogaba con poco éxito estaba de acuerdo conmigo o la desarmé, el caso es que la cosa quedó en que querían que les confirmara qué iba a hacer si me tocaba en mis grupos una pareja de hombres sin embarazada. A lo que les dije que tenía que pensarlo. El caso es que perdí mi convicción, mi pasión y entrega por la falta de coherencia y finalmente, tras mudarnos a Escocia, dejé de dar clases. Y lo echo terriblemente de menos, pero con la perspectiva de cambiar el lenguaje para seguir el delirio colectivo de que los hombres paren, los pronombres y los hombres que compran bebés de importación, se me hace demasiado cuesta arriba la idea.

Cuento esto para que se entienda hasta dónde llega este asunto y hasta dónde nos afecta a muchas por nuestras convicciones. Y lo mucho que me importa.

Cuando en estos días se habla de la gestación subrogada, las palabras a subrayar son altruismo, amor y libertad.

LIBERTAD

Empiezo por la última, tras muchos años como feminista sé que, cuando grupos de hombres defienden apasionadamente la libertad de las mujeres, invariablemente es para algo que de alguna forma les puede beneficiar. Suelen promover la libertad de las mujeres para “prostituirse” o para gestar para otros. Y lo cierto es que la mirada que aplican es muy similar. Los casos de necesidad extrema. Por ejemplo, en prostitución se utiliza el ejemplo de hombres con discapacidad y en la explotación reproductiva al de las mujeres que lo han intentado todo y no pueden tener hijos.

Y creo que aquí ya se superponen varias capas de problemas y misoginias. Por una parte, la idea de que un hombre necesita sexo y una mujer hijos, hasta el punto que estos se convierten en un derecho. Y empiezo a ver cierta incapacidad o infantilización social a la hora de aceptar lo que viene siendo la vida. A saber: has nacido mujer u hombre, no puedes procrear porque eres gay, eres insufrible y no ligas… Me parece increíble que yo misma me parezca borde al decir que, por duros que estos hechos sean para sus sujetos, son simplemente hechos, y como digo a veces, de broma, la biología es así de fascista.

Pero al “jo, es que no puedo” la respuesta es siempre una mujer, una mujer libre, independiente, que en lo que yo creo que es ser feminista, me la chupe porque quiere.

La fantasía es digna de Oscar.

Las mujeres que, por supuesto, aún no somos sujetos de pleno derecho, pese a lo que nos digan las leyes, seguimos teniendo que pelear por nuestro consentimiento en lugar de desear, sufrimos violencia obstétrica porque seguimos sin ser respetadas en nuestros partos, y nos persigue aún la maldición de ser satélites en lugar de planetas.

Todo lo que nos ocurre es en relación o reacción a… el sujeto.

El sujeto puede, cómodamente, debatir qué hacer con nosotras, mientras nosotras, en la jaula, quedamos siempre como macacos que gritan y hacen ruido en lugar de doblegarse y aceptar que están en una jaula. La libertad de hacer con tu cuerpo lo que quieras cuando yo te lo pida. La libertad de chupármela, abrirte de piernas y embarazarte. La libertad a ritmo de reggaeton, de ir en bragas, donar tus óvulos, operarte las tetas, prostituirte, la libertad toda tuya para ser para otros.

¿Qué demonios de libertad es la que nos venden cuando nos dicen que les gestemos un bebé? Es absolutamente delirante. Y la doble trampa cuando dicen: hay mujeres que quieren hacerlo.

Sí claro, yo las he conocido. Llevamos años de propaganda que nos dice exactamente lo que tenemos que hacer, para lo que servimos y lo que no. Lo que se valora de nosotras y lo que se castiga.

EL AMOR

Las mujeres debemos amar, las mujeres debemos ser agentes del bien.

La mujer que no está a disposición del mundo es una mujer egoísta. La mujer que desoye los mandatos masculinos es una mujer difícil, la mujer que rechaza al patriarcado no es digna de amor. Si se pasean ustedes por tiendas de ropa infantil verán que todas las camisetas para las niñas tienen mensajes sobre el amor. Y como dijo la gran feminista Kate Millet: “Mientras nosotras amábamos, ellos gobernaban el mundo”. El amor de las mujeres se exige, desde la paella del domingo, a los cuidados que sostienen todo un país, al gestar para la hermana, la cuñada o un amigo. La mujer abierta al mundo cuyo cuarto propio no llega nunca. Nuestras capacidades y poderes, nuestra belleza y fertilidad, nuestra sabiduría e inteligencia, todo acaba usurpado, pisoteado y usado a conveniencia. Bondadosas, generosas y amorosas, listas para las necesidades ajenas. Así se nos quiere.

EL ALTRUISMO

Como lingüista, me encanta la etimología y altruismo viene del francés antiguo altrui: los otros.

La mal llamada “gestación subrogada” de “manera altruista” de la que tanto se habla estos días, lo que pretende es que las mujeres sigamos siendo seres serviles, carentes de autonomía, a los que seguir manipulando con ideas de libertad y amor, que son verdaderas aberraciones, cuando están creando un bebé según parámetros mercantilistas que, inevitablemente, objetifican a la mujer, exponiándola a riesgos para su salud y haciendo sufrir a una criatura inocente por capricho, reinventando una narrativa que dignifique a los explotadores que demandan este sacrificio.

Una sociedad que sugiere que las mujeres seamos contenedores de bebés y que lo hagamos por amor y libertad. Es una sociedad tan misoginia y monstruosa que ya ni es capaz de verlo.

Todos tenemos deseos, cosas que nos gustarían y parecen inalcanzables. A mí me gustaría poder salir sola por la noche. Así que propongo que por amor y en un acto de libertad los hombres se castren para que yo pueda salir sin miedo a la calle ¿por qué no? Habrá hombres a los que no le importe hacerlo. Eso sí, vamos a legalizarlo con garantías, para que no nos vaya a dar ahora por ir por ahí en plan salvaje con la catana… ¿Debatimos?

@Matriactivista

1 COMENTARIO

  1. Resulta que no hay tantas mujeres que estén dispuestas a gestar un hijo para terceros altruistamente, cuando se prohíbe cualquier tipo de pago y se establecen cláusulas que defiendan el derecho de la mujer gestante al arrepentimiento. Que si al proceso de gestación subrogada le quitas la compensación económica a la mujer gestante, resulta que ya no hay tantas mujeres dispuestas a serlo. Que la inmensa mayoría de mujeres no está dispuesta a pasar por el desgaste físico, psicológico y emocional que supone todo el proceso previo a la fecundación y los nueve meses de embarazo (con sus molestias habituales y con sus posibles complicaciones), para tras un parto o cesárea ver cómo se llevan al fruto de sus entrañas (y es fruto de sus entrañas porque ella lo ha gestado y lo ha parido). Que es dificilísimo que una mujer esté preparada para soportar el puerperio y los bajones anímicos que se producen en ese período sin la compañía de la personita que lo ha provocado.
    No, no creo que la mayoría de las mujeres, salvo que la situación económica les obligue, estén dispuestas a pasar por ello, y defender estos procesos en aras de la libertad de elección de las mujeres es como defender que cualquier persona tiene derecho a vender un riñón al mejor postor para salir de la miseria.
    Solo he tenido un embarazo y realmente creo que fue de las etapa más felices de mi vida, pero fue la esperanza de ver y el amor hacia lo que día a día iba creciendo en mi útero, lo que me hacía sentir pletórica a pesar del mes que tuve que estar en cama por riesgo de aborto; a pesar de que a los seis meses un herpes gestacional hizo que se me llenará el cuerpo de ampollas desde la tripa hasta la punta de los dedos de los pies, que no pudiera ponerme los zapatos y que durante mes y medio no me dejaran dormir el picor y la comezón; y a pesar de tener que pasar por una cesárea. Todo eso lo viví como natural y soportable porque sabía que todo pasaría, que el nacimiento de mi hija borraría cualquier mal recuerdo y, efectivamente, así fue. No me quiero ni imaginar si tras esos nueve meses no la hubiera podido tocar, oler, acariciar, abrazar, consolar, velar, proteger, cuidar, besar, alimentar…
    Creo que no hay dinero que pague pasar por la experiencia del embarazo y al mismo tiempo impida disfrutar de la maternidad. Solo una mujer muy necesitada lo haría, y aprovecharse de la necesidad de otros para ver cumplido un deseo propio es de los actos más egoístas que un ser humano puede cometer; y tratar de vendernos la gestación subrogada como un avance en derechos, una muestra más del narcisismo imperante en las sociedades occidentales.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.