No compres, adopta

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Estamos atrapados en una sociedad sentenciada a muerte por mor de un pensamiento neoliberal eugenésico que acuna entre sus brazos a un capitalismo atroz gracias al que cualquier cosa es susceptible de ser comprada, explotación de terceros mediante.

Por otro lado la visión actual de la maternidad (¿paternidad?). El debate sobre la misma desde una perspectiva feminista es urgente. La maternidad no es irse de compras. La maternidad ha de ser una elección consciente, responsable y deseada. No es un derecho propio ni de otros. No es una mandato social obligatorio para las mujeres (aunque algunos sigan empeñados en ello), no es un indicador de estatus para señores misóginos  y muchísimo menos una vía para solventar traumas. 

La combinación de la idea confusa de una maternidad imperativa con ese pensamiento neoliberal arroja un producto nauseabundo: los vientres de alquiler. Mujeres con pocos recursos alquiladas y sometidas a explotación reproductiva y la subsiguiente compra y tráfico de seres humanos. De menores. De bebés.

Arrancar a una criatura recién nacida del útero de su madre no convierte en madre o padre a nadie. De hecho, separar al bebé recién nacido de su madre sin una causa médica urgente que lo justifique supone un estrés enorme para ambos con consecuencias neurohormonales de gran importancia. Hay investigaciones que demuestran la importancia del contacto piel con piel postparto, que genera beneficios a largo plazo en la psique de madre y bebé generándose un apego seguro en el recién nacido cuyas consecuencias se verán durante el resto de su vida. La neurobiología determina que, para una criatura recién nacida, el hecho de ser separada de su madre genera una experiencia de abandono más o menos duradera puesto que el bebé no entiende  porqué no está con su madre. En los casos de vientres de alquiler, esa vivencia equivale a la muerte de la madre durante el parto.

Ana Obregón no ha sabido gestionar su duelo y, en lugar de pedir ayuda psicológica, ha decidido comprar una criatura. A una edad en la que la adopción ya no está permitida, puesto que la ley española marca una diferencia máxima de edad de 45 años entre adoptado y adoptante; a una edad en la que la naturaleza, que es sabia, hace mucho que le dijo que no podría gestar un hijo propio, Ana decide recurrir al alquiler de una mujer para superar la pérdida de un hijo, como si fuera un bolso. Como si sus heridas y una tragedia como la vivida por ella se fueran a evaporar con la adquisición de un sustituto, sustituta en este caso. Y la prensa le hace la ola; le llama valiente, le llama madre. ¿Alguien ha pensado en esa niña? El innegable sufrimiento padecido por Ana no le da derecho explotar a otra mujer ni a arrebatarle a su hijo. ¿Ha pensado en ello? Ella, que sufrió lo indecible por la muerte del suyo, ¿es consciente de que otra mujer va padecer por su capricho?  ¿Ha pensado en una niña que, con mucha suerte, a los 15 años, tendrá una madre con más de 80 años?

Desgraciadamente, Ana no ha sido la primera, ni será la última. Miguel Bosé, Javier Cámara, Torito, Roberto Enriquez, Kike Sarasola, Ricky Martin, Cristiano Ronaldo, Kiko Hernández, Javier Cantizano…  ¿Qué motivos les han llevado a recurrir a la compra de un bebé? En algunos casos, la manifiesta imposibilidad biológica para ser padres con sus parejas (dos hombres no pueden concebir de ninguna de las maneras) o en solitario; en otros, el capricho o el estatus; también la negativa a compartir paternidad con mujeres a causa de una misoginia atroz es un motivo. Todos descartando la adopción. Todos por la vía del alquiler de vientres y la compra del ser humano resultante. 

Un bebé comprado no es un bebé deseado. Comprar una criatura no es un síntoma de una maternidad o paternidad consciente y responsable. Y lo hemos visto en algunos casos, como el de la separación de Miguel Bosé y su pareja, Nacho Palau. Niños que se han criado como hermanos, han sido separados en función del donante del esperma que fecundó el ovulo de sus madres. Los míos y los tuyos. Niños reducidos a objetos y vínculos fraternales rotos porque esas criaturas son pertenencias. Son del uno o del otro.

No hay manera de hacer entender que ser padre o madre no es un derecho, que en esta historia de explotación y compra de seres humanos los únicos derechos que se socavan son los de las criaturas y los de las madres. Una (otra) esclavitud más, romantizada en el SXXI.

En España la «gestación subrogada» no está permitida por la Ley de Técnicas de Reproducción Asistida, pero es totalmente legal para una cuidadana o ciudadano españoles tener un hijo o hija por esta vía en un país donde sí esté regulada. Supongo que no por mucho tiempo. En este país, los principales impulsores de la legalización de los vientres de alquiler son colectivos LGTBI. Colectivos que están tras la redacción de la infame ley Trans que (también) les garantiza derechos sexuales y reproductivos. 

¿Sumamos dos más dos?

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