Capitalistas cigarra

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Como si fueran un conjuro mágico, determinadas palabras o expresiones tienen el poder de irritarme sobremanera. Algunas veces les he hablado aquí del efecto que despierta en mí la fórmula fetiche «pensar diferente» cuando se utiliza para amparar el racismo, clasismo, fascismo o conductas similares. También ponen mi sangre a hervir varias estupideces de resonancias anglosajonas como «coliving», «nesting» y otras aberraciones con las que se pretende encubrir la pobreza. Los diferentes nombres que se da a las partidas de dinero según para qué estén destinadas también me sugieren impulsos violentos: «presupuesto», si son para la casa real, «estímulo» para la banca o «gasto» si es en programas sociales. Por desgracia el sistema neolingüístico del capital no para, y si hace poco decidió que «resiliencia» era más aceptable que «resignación», últimamente ha puesto de moda otro giro que empieza a hacer fortuna en la propaganda de la economía liberal: los «gastos hormiga». De esta última genialidad vengo a hablarles.

Los «gastos hormiga» son una feliz ocurrencia del aparato mediático, según la cual, existen pequeños gastos a los que no damos importancia, pero que por continuos e insistentes, al estilo del pequeño y trabajador insecto, acaban llevándose parte de nuestros preciosos ahorros. Así que ya lo sabe, si usted no llega a fin de mes no es que los alquileres estén caros —adquirir una vivienda en núcleo urbano parece que ya pasó al terreno de las utopías—, que las grandes superficies hayan inflado de forma obscena los precios —pobrecitos, el malvado Putin los obligó a esa medida, ellos no querían— o que pese a las subidas del salario mínimo el trabajador medio siga cobrando poco y mal, que va. Es que usted, derrochón vividor, se toma un café en el descanso del trabajo —conque abandonando su tarea, ¿eh? Luego llorará—, que ha quedado a tomar una cerveza con sus amigos, o que echa las quinielas —parece esta la opción más realista de comer caliente algún día—.

También con la constancia de una hormiga, pero con muchos más medios y a escala mucho mayor, están logrando vender esta ocurrencia por todos lados. Hará como una semana vi por primera vez la mencionada expresión por un post de un usuario de las redes sociales. El día antes de escribir este artículo ya vi en La Sexta un sesudo análisis de este artefacto. Es de esperar que en los próximos meses los «gastos hormiga» se hagan tan populares como otras grandes creaciones capitalistas lo fueron en su día. ¿Recuerdan los años en los que la prima de riesgo era el tema monográfico de todos los informativos?

Pues miren, a la neolengua podemos jugar todos. Yo voy a ver si encuentro otra expresión similar. Estirando la fábula más conocida que hay sobre las hormigas, ¿qué tal si empezamos a nombrar a los «capitalistas cigarra»? Los «capitalistas cigarra» son todos esos economistas liberales como Juanma López Zafra, el director de economía de Ayuso, que conocíamos de hace años todos los usuarios de twitter por ser continuamente humillado por abogados, meteorólogos, médicos o cualquier usuario con algo de formación en los temas en los que acostumbraba a meterse sin tener ni idea, hábito este muy propio de los economistas liberales, para insultar y descalificar a cualquier beneficiario de una paga pública, y que ahora cobra un sueldo nada despreciable incrustado en el aparato mafioso del Partido Popular madrileño. O todos esos hijos de papá que viven sin dar palo al agua de los negocios que su progenitor les regala por su cumpleaños y afirman que ellos son los que arriesgan. O esos banqueros y constructores como Florentino Pérez a los que por algún extraño motivo se decide que todos debemos pagarles si algún proyecto suyo se estrella.

El caso es que esta gentuza solo asoma la cabeza para molestar al que trabaja y viven cómodamente sentados en sus tumbonas pontificando de cualquier tema. Si la cigarra de la fábula se pasaba el día cantando alegremente al pasajero, esta tropa lo más habitual es que se lo pase twitteando chistes y chulerías muy del gusto de niños rata que se creen millonarios en potencia y de hijos de progenitores ricos a los que su papá les da todos los caprichos. Pero hay una diferencia muy clara: si la cigarra, al final de la fábula, se encontraba con que cuando venía el invierno no tenía provisiones para pasarlo, los «capitalistas cigarra» mes tras mes acumulan varias veces más de lo que se gaste usted en cafés, quinielas y ocio, y sus opiniones son elevadas a dogma de fe por un aparato vendido y manipulado a sus intereses.

Recordemos por último que en la fábula no son los simples acontecimientos los que dan y quitan razones: la hormiga niega a la cigarra la comida que ella se esforzó por guardar y su holgazana contraparte no. Lo suyo sería obligar a la banca a devolver lo que cobraron el rescate y expropiar de sus negocios a múltiples terratenientes y capitalistas. Pero me temo que para llegar a eso queda un camino muy largo que recorrer. Quizás estos capitalistas son, más que cigarras, sanguijuelas. O quizás directamente vampiros, ya que parecen igual de indestructibles que estas criaturas.

De todas maneras, el Villano de Madrid, convertido para el caso en doctor Van Helsing, les da una primera receta: no consientan más el uso de estas expresiones. Dependiendo del medio en que las oigan pueden optar por replicar al vocero capitalista o en su defecto por apagar el canal de televisión o You Tube por el que suelta sus sandeces. Ese será el primer paso para clavar la estaca a estas criaturas.

La fábula de Esopo sobre la cigarra y la hormiga en una tira.

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Yago Pérez Varela
Yago Pérez Varela (Madrid). Aunque en cierta época se fijó en las ciencias, acabó notando que la historia era su pasión y lo que le gustaba. La historia le ha permitido ejercer labores gratificantes en documentación e investigación, pero al ser un villano también ha conocido empleos precarios. Quiere a su villa natal de Madrid, aunque le preocupa ver que a veces paga el precio de ser capital de un país, y como tal, refugio de oligarcas.

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