APUNTES CULTURALES SOBRE LA CANCELACIÓN, LA ESTUPIDEZ, LA MISOGINIA Y LA RUSOFOBIA

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   Malos tiempos para la lírica y para la cultura en general. Pero también malos tiempos para las mujeres, su inclusión social, su prestigio y su lucha por la igualdad. Tenemos muchas razones para estar asustados ante el auge de la estupidez humana. 

   Para empezar, la polémica ante la revisión de los libros infantiles del autor británico Roald Dahl. La división infantil de Penguin Random House en Reino Unido, junto con sus herederos, tomaron la decisión de retocar todas las palabras que el autor dejó en sus obras relacionadas con el peso, la salud mental, la violencia, el género y la raza. En aras a una corrección política mal entendida se ha adueñado de la cultura el mismo esquema mental que en la llamada cultura de la cancelación. Es decir, ese fenómeno de retirar el apoyo, ya sea moral, financiero, digital o social como consecuencia de determinados comentarios o acciones que se consideran inadmisibles por alguna razón. Aunque esa razón no sea compartida por todos y se obvie el contexto histórico, la personalidad del autor o incluso su propia libertad de expresión. La sociedad, representada por unos individuos en concreto, se considera con el derecho y el deber de acallar ciertas voces que molestan, disienten o no se pliegan a las convenciones socialmente aceptadas. En este caso, un autor fallecido en 1990, cuyo contexto histórico queda fuera de los pensamientos posmodernos y que siempre ha gozado de muy buena prensa y éxito en el público infantil. Huelga decir que la polémica desatada no ha tenido la misma repercusión en todo el mundo ya que las ediciones en español y en francés no sufrirán ningún cambio porque las respectivas editoriales que venden sus libros en España, Alfaguara y Santillana; y en Francia, Gallimard, no han querido entrar en esa polémica. Es algo, en realidad muy sencillo, si la obra de un autor te resulta ofensiva, no la leas. No seas como los ucranianos que han quemado ya once millones de libros porque estaban en ruso. Si seguimos esa dinámica, por algún motivo todos y cada uno de los libros escritos a lo largo de los últimos cinco mil años debería ser retocado o usado como melena de campana. La cultura perecería en ese mismo instante.

   Por otra parte, del 22 al 26 de febrero se desarrollará la 42 edición de ARCO, la feria de arte contemporáneo más grande de nuestro país. La polémica viene porque la organización ha estimado que este año no habrá un espacio específico dedicado a las mujeres. Durante las dos últimas ediciones se desarrolló un espacio llamado “Proyectos de Artista”, una serie de espacios distribuidos por la feria en la que las galerías dedicaban un proyecto especial a las mujeres. La explicación de esto la da la directora de ARCO, Maribel López, que dice que, a su juicio, las galerías ya han tomado nota y han introducido más mujeres, y, además, le parecía que era muy “reductor” porque lo convertía todo en un “mujeres contra hombres”, y, también, muy binario. Así que los datos de la feria de 2018, donde solo el 19% de los artistas eran mujeres, deben de ser muy reductores. Que el hecho de que las graduadas en Bellas Artes sean el 70% del total y que en una feria como ARCO no se llegue ni al 20% de mujeres debe de ser muy reductor. Y muy binario, no sea que le vayan a acusar de transfobia o algo así. Sin participar activamente en la igualdad de género, no se van a cambiar estos datos. El hecho de que las obras realizadas por mujeres sean más baratas que las realizadas por hombres debe de ser también muy reductor. La desigualdad en el arte es un tema tratado desde hace tiempo. Las Guerrilla Girls ya lo trataron en 1985 llegando a las mismas conclusiones que cuarenta años después. Conclusión: no se ha avanzado nada. Es más, hay una reacción contra lo femenino, hasta la misma palabra MUJER parece herir subjetividades e identidades. La reacción se muestra con una cara amable que dice “reductor” cuando quiere decir, “me molesta tu presencia”; que apuesta por lo “no binario” cuando quiere decir que “detesta todo lo relativo a las mujeres”. Esta reacción brilli brilli es el resultado del acoso al feminismo, a las mujeres y a su dignidad, a su historia y a su lucha. Y por ello hay que seguir apoyando espacios seguros para las mujeres, tanto en la vida como en el arte. Espacios de representación conquistada que acaben para siempre con el machismo rosa y azul y con el concepto puramente economicista, amiguista y superfluo de las galerías de arte donde reina la misma suciedad y el mismo desamparo que en la calle. Un arte femenino y feminista para conquistar la igualdad y para replantearnos el mundo porque solo así podremos avanzar.

   En otro nivel, se sitúa el cartel del festival de Poesía Vociferio de Valencia, que se celebra entre el 16 de febrero y el 5 de marzo. La ilustración muestra a una mujer desnuda y maniatada, elevada sobre el aire. La asociación Dones Progressistes y otras 30 asociaciones más de toda la comunidad autónoma se han unido en su repulsa por “considerar que el cartel contiene una carga simbólica evidente de dominación masculina, de sometimiento y cosificación de las mujeres”. Y yo, que soy poeta, me pregunto, ¿qué tiene que ver ese cartel con la poesía? ¿Es, acaso, un festival de poesía sado? ¿A quién le ha parecido buena idea poner ese cartel? ¿Es que no bastan las miles de denuncias de acoso, violación, asesinato, violencia extrema sobre las mujeres para que a nadie se le ocurra semejante disparate? ¿Por qué razón a alguien le pareció buena idea que un festival de poesía se asocie a esa imagen? La respuesta a estas y otras preguntas nos da una idea de porqué razón a alguien le pareció bien. Porque las mujeres siguen siendo consideradas sujeto de acoso. Cosas que conquistar, objetos puramente decorativos. Carecen de sujeto, son solo carne. No hay en el imaginario colectivo del machista una representación igualitaria del sujeto femenino. Eso también debemos hacérnoslo mirar los poetas. Nuestras “mujeres” han sido musas, inalcanzables, divinizadas y elevadas a la categoría de diosas. Y si no resultaban de nuestro agrado se las sometía e insultaba, o eran símbolos de pureza o auténticas meretrices sin alma. Esa imagen de la mujer solo está en la mente del hombre que nunca ha esperado de ellas más que belleza y resignación, es decir, no se la esperaba por sí misma, sino por lo que significaba para el hombre. La representación y cosificación fueron, en cierto modo, culpa nuestra. Los poetas debemos pedir por ello disculpas sinceras y esperar de las mujeres de las que nos enamoramos y para las que escribimos poesía una dura reprimenda por nuestros pecados. Solo una poesía que fomente un diálogo y que vea más allá de la belleza superficial podrá ser considerada como tal por parte del público femenino. 

   Por último me gustaría hacer mención a la rusofobia como prueba del declive cultural de occidente. La Embajada de Francia en la República Centroafricana, con motivo de unas conferencias sobre arte, intentó hacer pasar por francés al gran poeta ruso de origen africano, Alexander Pushkin, presentándolo como una “figura afrofrancesa”. Este absurdo no es más que la última gota del vaso rusófobo europeo que desborda constantemente. Museos que se niegan a devolver obras prestadas por colecciones rusas, compañías de ballet que dejan de representar a autores rusos, actores, bailarinas y artistas rusos cancelados por doquier, cartas de asociaciones ucranianas contra la enseñanza del idioma ruso por toda Europa. Un despropósito. Nunca vi ninguna cancelación contra USA cuando se supo que lo de las armas de destrucción masiva de Irak fue un embuste; nunca vi una cancelación de lo británico cuando se decidió que el Reino Unido saliera de la UE; nunca hubo boicot alguno contra las obras o autores franceses cuando su país decidió hacer estallar una bomba atómica en el atolón de Mururoa o cuando sus fuerzas especiales asaltaron el barco de Greenpeace, Rainbow Warrior, y así hasta el infinito. ¿Qué está pasando? ¿Por qué razón el mundo occidental considera perniciosa la cultura rusa? ¿Son las diferentes visiones del mundo un problema para el globalismo norteamericano? ¿Es la censura posible en un mundo tecnológico como el nuestro? Si algo debe tener la cultura es ese punto de comunicación que lo incardina todo. Uno de los  múltiples significados de cultura es el conjunto de saberes, creencias y pautas de conducta de un grupo social, incluidos los medios materiales que usan sus miembros para comunicarse entre sí y resolver necesidades de todo tipo. La cultura une y te pone en el lugar de otro, nos hace humanos a los ojos de los desconocidos. Nos iguala y nos considera por igual a pesar, o incluso, de nuestras diferencias. El uso de la cultura como arma para desunir puede resultar de utilidad en determinadas ocasiones pero si lo que propone es destruir otra cultura no puede ser considerado sino como un intento de genocidio cultural, infame, degradante y descorazonador. Lo dicho, malos tiempos para la cultura.

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