La guerra cognitiva

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«No es lo mismo estar desinformado que haber perdido la capacidad de pensar».
Fidel Castro

Paul Watzlawick[1] psicólogo de origen austriaco de la Escuela de Palo Alto (California) en la década de los 70 y 80 dentro de la literatura de estudios de la comunicación humana, combinaba los últimos hallazgos de la psicología social, el comportamiento y la pragmática social, con anécdotas históricas y culturales, de la 2ª GM para analizar cómo los humanos realizan el proceso de abstracción de una noticia y la codificación y decodificación de los mensajes recibidos.

Teniendo en cuenta que la tecnología de los medios audiovisuales modernos crea un desfase en la capacidad de análisis consciente del ser humano, gran parte del mensaje se percibe directamente desde un plano subconsciente (el hábito cotidiano de su contemplación, modifica nuestros estados perceptivos y por tanto nuestra relación con la realidad). McLuhan, Eco, estudiosos del fenómeno comunicativo lo calificaron como narcótico o hipnótico, genera respuestas de las que ni siquiera nos damos cuenta. Nos encontramos pues, ante una relación de sumisión con los medios que nos absorben y dominan, imponiéndonos una dictadura que exige la obediencia ante los parámetros creados por la realidad mediática teledirigida desde los centros manipuladores del poder.

Si analizamos la noticia sobre la autoría del sabotaje de los gasoductos Nord Stream 1 y 2 que denuncia el periodista norteamericano premio Pulitzer, Seymour Hersh y la repercusión y opacidad que tiene lugar en los medios occidentales se puede confirmar que estamos ante un tipo de acciones de inteligencia militar e ideológica conocido bajo el término de guerra psicológica o Guerra Cognitiva.

Como acertadamente tuitea Paco Arnau:

”Lo del gasoducto confirma que estamos en la fase superior de la batalla de la desinformación: la guerra cognitiva. Todos somos conscientes de que fue EEUU el autor del atentado; es más que evidente. Pero ya no se trata de que se crean las mentiras, sino de que sean asumidas. Esto va más allá de manipular la información, se trata de controlar el pensamiento. Ya no es importante que te mientan, la búsqueda de la verdad pasa a ser un factor prescindible, lo que importa es la hegemonía del relato oficial y hacerlo unánime«.

En mayo 2011 la OTAN publicó un texto llamado: “Countering cognitive warfare: awareness and resilience» (Contrarrestando la guerra cognitiva: conciencia y resiliencia), firmado  por miembros de la Johns Hopkins University y del Imperial College de Londres, donde describen los fundamentos de la guerra psicológica, ahora expandida desde y hacia las redes sociales (RRSS):

«En la guerra cognitiva, la mente humana se convierte en el campo de batalla. El objetivo es cambiar no solo lo que la gente piensa, sino también cómo piensa y actúa. Realizado con éxito, da forma e influye en las creencias y comportamientos individuales y grupales para favorecer los objetivos tácticos o estratégicos de un agresor. En su forma extrema, tiene el potencial de fracturar y fragmentar a toda una sociedad, de modo que ya no tenga la voluntad colectiva de resistir las intenciones de un adversario. Es concebible que un oponente pudiera someter a una sociedad sin recurrir a la fuerza o la coerción directas».

Y prosigue detallando que:

«Una campaña de mensajería social que inflama las pasiones de los influencers en línea puede hacer que las controversias se vuelvan virales. Los grupos de redes sociales pueden estar motivados para organizar manifestaciones y salir a la calle. Las negaciones oficiales o las respuestas públicas ambiguas en estas circunstancias pueden aumentar la confusión y la duda o afianzar narrativas conflictivas entre segmentos de la población».

Nego maiorem ergo nego consequentiam

Declaraciones públicas de cargos del gobierno norteamericano antes de la voladura en septiembre de 2022 marcaban la necesidad de acabar con los gasoductos rusos.

La oposición a Nord Stream 2 estalló en la víspera de la toma de posesión de Biden en enero de 2021, cuando los republicanos del Senado, encabezados por Ted Cruz, plantearon repetidamente la amenaza política del gas natural ruso barato durante la audiencia de confirmación de Blinken como Secretario de Estado. Para entonces, un Senado unificado había aprobado con éxito una ley que, como dijo Cruz a Blinken, «detuvo [el oleoducto] en seco».

Un mes antes del sabotaje, Victoria Nuland, la subsecretaria de estado para política exterior en enero de 2022, en una sesión informativa del Departamento de Estado, con poca cobertura de prensa mandó el mensaje «Quiero ser muy clara con ustedes hoy», dijo en respuesta a una pregunta. «Si Rusia invade Ucrania, de una forma u otra Nord Stream 2 no avanzará». Las palabras exactas del presidente norteamericano, pronunciadas días después en una rueda de prensa junto al canciller alemán Olaf Scholz, fueron: «Si Rusia invade Ucrania […] no habrá Nord Stream 2. Le pondremos fin”; cuando una periodista insistió en cómo lo haría, pues el gasoducto se encontraba bajo el control de Alemania, Biden reiteró: «Te prometo que seremos capaces de hacerlo».

Blinken por su parte dijo que no había discutido los detalles de las opiniones del presidente entrante: «Sé que nos haría usar todas las herramientas persuasivas que tenemos para convencer a nuestros amigos y socios, incluida Alemania, de que no sigan adelante».

Otras personalidades estadounidenses citadas asimismo por Hersh son el secretario de estado Anthony Blinken, que juzgó en septiembre 2022 de «tremenda oportunidad eliminar la dependencia [europea] de la energía rusa», y el senador republicano Ted Cruz, a quien se puede escuchar preguntarle a Blinken en esta sesión de confirmación al puesto su grado de compromiso para no permitir que se terminara el Nord Stream 2. Blinken describió el momento como potencialmente bueno: «Es una gran oportunidad para eliminar de una vez por todas la dependencia de la energía rusa y, por lo tanto, quitarle a Vladimir Putin el uso de armas como medio para avanzar en sus diseños imperiales. Eso es muy significativo y ofrece una gran oportunidad estratégica para los años venideros, pero mientras tanto estamos decididos a hacer todo lo posible para asegurarnos de que las consecuencias de todo esto no recaigan sobre los ciudadanos de nuestros países o, para el caso, alrededor del mundo».

En enero 2023 la comparecencia ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado la subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos, Victoria Nuland, expresó su satisfacción por la desaparición del gasoducto:

«Al igual que usted me complace mucho, y creo que a la Administración también, saber que el Nord Stream 2 es ahora un trozo de metal en el fondo del mar», le dijo una orgullosa Nuland al senador republicano Ted Cruz.

La periodista experta en Derechos Humanos Olga Rodríguez expone que: «No está de más reflexionar sobre qué margen de espacio se está dejando a la ciudadanía para que desarrolle análisis y pensamiento propio”. Una de las amenazas a tener en cuenta sería así a la capacidad crítica para discernir qué ha ocurrido, quién es responsable y cuáles son las consecuencias», a lo que habría que añadir el papel de la disidencia controlada de partidos de izquierda dentro de la UE que está siendo fundamental, así controlan y manejan hasta el supuesto contradiscurso, cerrando el círculo perseguido.

Como afirma el estudio de la OTAN:

«Las fuentes de noticias y los motores de búsqueda que ofrecen resultados que se alinean con nuestras preferencias aumentan el sesgo de confirmación, mediante el cual interpretamos nueva información para confirmar nuestras creencias preconcebidas. Las aplicaciones de mensajería social actualizan rápidamente a los usuarios con nueva información, lo que induce un sesgo de actualidad, por lo que sobrevaloramos la importancia de los eventos recientes sobre los del pasado. Los sitios de redes sociales inducen a la prueba social, en la que imitamos y afirmamos las acciones y creencias de los demás para encajar en nuestros grupos sociales, que se convierten en cámaras de eco del conformismo y el pensamiento grupal.»


[1] Watzlawick, Paul (1981): «¿Es real la realidad?. Confusión, desinformación, comunicación» Ed. Herder

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