Euroescépticos y pro-Putin: algunos mitos sobre Fratelli d’Italia

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La victoria de Fratelli d’Italia en las elecciones del pasado domingo han supuesto un terremoto político en el corazón de la UE. Los medios y las redes se llevan las manos a la cabeza, entre atónitos e indignados, ante el hecho de que una fuerza integrada de manera hegemónica por un partido heredero del fascismo haya podido conquistar el voto en un país de la «Europa civilizada».

Las principales bestias que se azuzan sobre Fratelli d’Italia, aparte de su evidente retórica fascista (en un sentido bastante ajustado del término y no de su banalización) es el euroescepticismo. Otro punto importante son las relaciones que se han establecido (y se siguen estableciendo) entre Meloni y Putin. Ante esto, conviene consultar lo que Fd’I refleja en su programa y despejar los hechos de la inflamada retórica y, de paso, del torticero maniqueísmo mediático empeñado en configurar un mundo de villanos y superhéroes.

Si consultamos la página web de Fd’I en sus puntos programáticos para las elecciones podemos encontrar, en segunda posición, el apartado «uso eficiente de los recursos PNRR y los fondos europeos». El título es un buen indicativo de que, al menos de entrada, la intención de desprenderse de la UE no es muy contundente. Es más, los fondos PNRR (Plan nacional de recuperación y resiliencia) forman parte del plan Next Generation EU, el fondo de recuperación masivo aprobado por la Unión Europea.

Los fondos Next Generation son aquellos en virtud de los cuales se aprobó la reforma laboral del Gobierno de coalición (encabezada esta por Yolanda Díaz) y cuya tramitación era condición indispensable para la recepción de fondos por parte de España, quien debía responder y aplicar las reformas consideradas por la Comisión Europea.

También estos fondos, que exigían mantener la «flexibilidad» introducida por la reforma laboral de 2012 aprobada por el Partido Popular, son los que llevaron al gobierno a dejar de referirse a la nueva reforma como una derogación de la anterior y empezar a hablar de ella como una «corrección de los desequilibrios». Los fondos no sólo fueron el motor de la exigua reforma de Yolanda Díaz (de la UE a la sazón), sino que además traían aparejadas 102 reformas más para la recepción de los mismos. Para más inri, dichos fondos son financiados a través de bonos, en forma de deuda mutualizada, y cuando caduquen los bonos (de 5 a 30 años) el dinero deberá ser devuelto a los mercados financieros.

Así pues, nos encontramos que las reformas impuestas por Bruselas y ejecutadas en España a través del Gobierno de progreso, son las mismas a las que los nuevos miembros del ejecutivo fascista italiano se acogerán para la configuración de su Italia. Así hablan de estos recursos desde Fd’I:

El PNRR representa una gran oportunidad para la modernización de Italia y sus infraestructuras y para el reinicio económico de la nación. Por eso es fundamental hacer el mejor uso de os recursos, teniendo en cuenta el nuevo contexto surgido tras la guerra de Ucrania y la crisis energética.

Dentro del mismo programa encontramos el punto «Italia, protagonista en Europa y en el mundo», donde la introducción consiste en sacar pecho de su papel fundador en la UE y la Alianza Atlántica:

Cuna de la civilización occidental, poder económico y cultural, estado fundador de la Unión Europea y de la Alianza Atlántica: después de demasiados años de marginación bajo gobiernos de izquierda, Italia debe volver a ser protagonista en Europa, en el Mediterráneo y en el mundo internacional. 

De lo primero que se habla en este punto es del «pleno respeto a nuestras alianzas internacionales» y el «ajuste del presupuesto a lo acordado en la Alianza Atlántica», además de la permanencia «junto a nuestros aliados internacionales, al lado de Ucrania frente a la invasión rusa». También se hace hincapié en la promoción de políticas comunes de defensa de la Unión Europea y el establecimiento de una «columna europea» de la OTAN.

A modo de conclusión, podemos plantear algunas reflexiones interesantes. La primera de ellas, es la constatación de que la nueva ola de extrema derecha será tan incapaz de satisfacer las inquietudes de los trabajadores en Italia como cualquier tecnócrata o liberal que haya gobernado hasta ahora, pues su proyecto de retórica grandilocuente, pero acomodaticio en la práctica, tan sólo promoverá la conflictividad ante cuestiones sociales relativas a la inmigración y las libertades sociales y/o sexuales que se hayan ido conquistando en las últimas décadas, manteniendo intacta la estructura económica que realmente subyuga la dignidad de la clase trabajadora italiana (como de la española, la griega…).

Otra conclusión que podemos extraer es que, aunque aparentemente se sitúen en extremos opuestos, el capitalismo y los entes supranacionales a través de los cuales opera en los distintos Estados de la UE permiten, a su vez, la victoria de un movimiento abiertamente fascista con un discurso conservador centrado en acaparar el descontento generado por las propias imposiciones económicas de la UE y el recelo hacia el elitismo progresista que esta ha acabado generando y el triunfo (como en el caso de España) electoral de ese mismo elitismo

Si algo hay seguro es que el descontento y las condiciones de miseria que se imponen a la clase trabajadora en el seno de la UE seguirán sucediéndose mientras el juego consista en elegir blancas o negras y no en romper el tablero.

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