Pringados de clase

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Centrados ya en el supuesto efecto de vuelco electoral de Alberto Núñez Feijóo y en el entusiasmo que —según nos dice el aparato mediático—, ha suscitado en toda la sociedad, algunos han olvidado cómo llegó a su puesto. En el enfrentamiento entre la infausta presidenta de la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso y el trepa a la vez que incapaz Pablo Casado, uno de los episodios más espeluznantes se produjo cuando al día siguiente de saberse de las posibles y aún no aclaradas comisiones que su hermano cobró por conseguir mascarillas fraudulentas en lo más duro de la pandemia, miles de esos fans que los madrileños conocemos bien se concentraron ante la sede del Partido Popular para defenderla.

Lo que muchos creímos una muestra de poder y capacidad de organización en un momento puntual del aparato mediático de esa trama que se ha adueñado de nuestra comunidad, demostró con el tiempo no ser más que el principio de un salto cualitativo en la impunidad que desde hace tiempo viene existiendo entre ciertas capas políticas, empresariales y sociales de nuestro país: ahora ya a los «presuntos» —hay que entrecomillar esta palabra, pues en muchos casos los hechos que se les suponen están más que probados, como veremos— delincuentes de robos a gran escala del erario público no les basta con irse de rositas. Ahora encima se exhiben, se enorgullecen, ostentan su desvergüenza y demasiada gente, una cantidad que excede ampliamente sus palmeros mediáticos y empresariales, va a reírles la gracia y vitorearlos.

Ya al poco de la demostración de poder de la posible, casi segura responsable de la muerte de miles de ancianos en las residencias madrileñas y prevaricadora en contratos de emergencia, se produjo un nuevo episodio cuando los asistentes a uno de sus actos supuestamente a favor de la agricultura no permitieron hacer según qué preguntas a los periodistas que cubrían el acto.

Pero esta semana se han desbordado todos los límites cuando el Rey Emérito volvió después de dos años a pisar tierra española. Recordemos que en contra de lo que quieren vendernos, ninguna investigación lo ha exonerado de los turbios negocios que se le atribuían. No, lo que ha ocurrido es que parte de ellos han prescrito y otros no se investigan sencillamente por ser él. De hecho, la fiscalía acreditó comportamientos irregulares. Pues bien, sorprendentemente la pata mediática del régimen monárquico se dedica a hacerle panegíricos y acuden personas a aclamarlo. En el colmo de tamaño despropósito el antaño «Rey Campechano» ha respondido entre risas que de qué va a dar explicaciones cuando un periodista ha logrado acercarse lo suficiente para preguntarle al respecto.

En otro episodio, a la hora en que escribo este artículo, Macarena Olona, la que iba a ser candidata a presidenta de la Junta de Andalucía por parte del partido fascista Vox, ha obtenido autorización para presentarse como cabeza de lista a pesar de que ella misma y el concejal de Salobreña propietario de la casa donde se registró han reconocido que no vive la mayor parte del año en el municipio y que por tanto su empadronamiento es fraudulento. Es curioso como la horda de mostrencos votantes del partido de extrema derecha está ahora en twitter vitoreándola y pasando una especie de factura por el hecho de que su representante haya burlado la ley. Sorna que se incrementa en el resto del territorio cuando resulta que esta diputada lleva cobrando dietas por desplazamientos todo el tiempo que ha estado en el congreso.

En cierto modo es algo análogo a lo que todos recordamos del «pringado de clase». Ya saben, aquel pobre chaval de su colegio o instituto que por causas que podían ir desde un apellido inusual a cierta torpeza en los partidos del recreo sufría burlas y bromas pesadas de sus compañeros. ¿Cuántas veces podemos recordar a aquel menor de edad intentando agradar precisamente a los chulitos de la clase que en los casos más extremos llegaban a quitarle los cromos o el bocadillo? O la connivencia con el maltrato del resto de la clase bien por no ser conscientes de lo difícil de esa situación o por preferir que se metan con él antes que con ellos. O los que fingían apoyar a la víctima del maltrato, pero a la hora de la verdad se echaban para atrás, figura que en el asunto que nos ocupa correspondería a tantos republicanos de palo que no exigen que Juan Carlos pague sus cuentas, sino que «dé explicaciones» con el resultado comentado más arriba. En un caso o en otro, el efecto es que el chulo se pavonea más aún y se siente fuerte.

Si esta conducta es difícil de tratar y no hay fórmula para erradicarla entre los menores de edad, es desesperante verla en gente adulta, que sigue siendo pringada de clase no académica, sino social. Para tratar el problema de los abusos escolares ha habido que empezar por involucrar a los adultos y mover ciertos resortes. ¿Pero a quién se puede acudir cuando son los adultos que trabajan y que sostienen el país los palmeros que ríen al chulito por cobardía o impotencia y los pringados con la autoestima tan baja que siguen intentando jalear a quienes los abusan?

Lo único cierto es que para este villano de Madrid lo ocurrido con Juan Carlos le ha supuesto un shock, ya que creía que se iría de rositas tras pasar sus últimos años viviendo a cuerpo de rey, nunca mejor dicho en los Emiratos Árabes. Resulta que ni siquiera ha tenido que exiliarse del todo. La situación es aún peor de lo que se imaginaba el villano.

Tweet de las «razones» por los que algunos vitorean a quien les ha robado durante años.

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