Cómo se ha hundido Izquierda Unida

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Lidia Falcón, Presidenta del Partido Feminista de España.

“Estas, que fueron pompa y alegría despertando al albor de la mañana, a la tarde serán lástima vana durmiendo en brazos de la noche fría» (Calderón de la Barca)

¡Ay, los clásicos!

Las elecciones en Castilla León, cuando IU ha desaparecido de la Asamblea castellano-leonesa, han aclarado aún más las consecuencias que han traído la estrecha alianza que estableció Izquierda Unida con Podemos. De aquel momento, entre 2015 y 2016, recuerdo la satisfacción con que Adolfo Barrena, entonces Secretario de Organización de IU, me anunció que esa alianza lograría un grupo parlamentario fuerte que sería determinante para las decisiones legislativas de la Cámara, y pronto ejecutivas del gobierno.

Y ciertamente así pareció al principio, en el breve espacio de un año, en que Unidos Podemos –entonces era masculino- logró 71 diputados, cifra nunca alcanzada por la izquierda en el Congreso.

Porque en la siguiente elección el número de diputados descendió bruscamente a la cifra de 52 y en la tercera se ha quedado en 35. Eso sí, con dos ministros, Alberto Garzón y Yolanda Díaz, que sobre todo ésta, acaparan portadas de medios de comunicación con sus diversas ocurrencias y bravatas. Galicia, Madrid, Castilla León se han quedado sin representación de IU, y Podemos está ausente de Galicia, mantiene una figuración testimonial en Madrid y un procurador en Castilla. Este es el balance de 7 años de actividad. Poco productivo, ciertamente.

De los tiempos de pompa y alegría en el albor de la mañana estamos ya tiritando en brazos de la noche fría. A la deriva ideológica de la formación podemita que presume de no ser de izquierda ni de derecha, de imitar el peronismo, de primero atacar cruelmente al PSOE a después afirmarse como socialdemócratas y acabar pactando con Pedro Sánchez un gobierno de coalición, se une la frivolidad, ignorancia política e ineptitud para la acción política de sus cuadros y afiliados. Todo ello trufado de las expulsiones y abandonos de la cúpula de Podemos que han provocado en el seno de IU agrias discusiones, abandonos y críticas, y hasta expulsiones como el del Partido Feminista, por criticar la llamada ley Trans,  que  la Asamblea de IU ratificó el 22 de febrero de 2020, cuando la mayoría de los participantes confesaron que ignoraban el contenido de la ley.

Quizá la optimista Yolanda Díaz crea que su proyecto, sin nombre, de atraer a las amplias masas a su programa, que no es de izquierda ni de derecha –nuevamente como Podemos-, va a ser el ganador de las próximas elecciones. Pero eso es una entelequia, porque imitando la fórmula podemita: transversal, sin ideología en un remedo del centro en el que todos los partidos ahora se amontonan, está repitiendo el experimento de Iglesias. Y como no ha leído a los clásicos, no sabe que ya Cervantes en El Quijote sentenció que “segundas partes nunca fueron buenas”.

Izquierda Unida se ha suicidado muy contenta. Desde los tiempos del ilustre Julio Anguita, que acuñó aquella definición de “las dos orillas”, donde situaba al PP y al PSOE en la misma orilla mientras IU permanecía en la contraria, que le llevó también al delirio del “sorpasso” al PSOE y a endeudar a su formación en las campañas electorales hasta la ruina, sin que consiguiera más que 22 diputados en el Congreso, hasta hoy, las sucesivas equivocadas decisiones que ha tomado la han conducido al desastre.

Cuando en 2014 IU logró 6 diputados en el Parlamento Europeo, Podemos obtuvo 5 y este modesto resultado desesperó a los dirigentes de Izquierda Unida. Como si fueran a hundirse sin el apoyo de los recién llegados a la arena política,  comenzaron las maniobras para que les dejaran participar de su coalición, aunque fuese con la pérdida de su identidad e ideología. Las alianzas ya hemos comprobado qué resultado han proporcionado a IU, y aquellos que formábamos parte de ella y nos opusimos, hemos sido insultados, perseguidos y en último término expulsados. Muchos otros dirigentes y militantes se fueron, y es patético que en diciembre de 2019 se liquidara el Área de la Mujer después de 30 años de entusiasmo y trabajo de sus integrantes.

A esto le ha seguido el lento hundimiento de Podemos, la pérdida de escaños y visibilidad de la alianza Unidas Podemos, la salida de miles de afiliados y simpatizantes de Izquierda Unida. Lo más infame está siendo el apoyo que los dirigentes, incluso con presencia en el gobierno, Alberto Garzón y Enrique de Santiago, están prestando a la estrategia de la OTAN de acosar a Rusia. Las declaraciones de estos últimos afirmando que si España forma parte de la OTAN debe cumplir sus decisiones y que las bases americanas crean empleo en la zona constituyen la traición más descarada a los principios que impulsaron la creación de Izquierda Unida.

El oportunismo de Yolanda Díaz en su ambición de convertirse en Presidenta del gobierno, ¡ay, esta pompa y alegría!, la ha llevado a hacer declaraciones apasionadas de apoyo a la OTAN, esa organización del complejo internacional militar-industrial que ha causado más guerras, invasiones, devastación y muerte que ninguna otra. Yolanda se cree, como los dirigentes de IU, que es la salvación de esa izquierda, ya desnortada y desprestigiada.

Para los que hemos militado duramente en el Partido Comunista en tiempos heroicos primero y en Izquierda Unida después, con la tenacidad y resistencia necesarias para enfrentarse frontalmente a la dictadura, a pesar de la persecución feroz de la policía político-social, y después a esta farsa de democracia que introdujo el pacto de la Transición de los franquistas con los servidores del capitalismo, muchos arrimados en el último momento desde el PCE, la situación actual de Izquierda Unida nos produce una tristeza y decepción enormes.

No consuela el haber tenido razón cuando nos opusimos a la alianza con Podemos, y después a que IU participara del gobierno con el PSOE, que con toda evidencia iba a ser estrujada por el abrazo del oso. Es una ley que la formación más potente destroza a la más débil. Y ello con la pérdida de la ideología y los valores que siempre había defendido la izquierda. Hasta el punto de que esos “izquierdistas” se han entregado convencidos a los designios del lobby trans, para defender la desaparición de la mujer, el destrozo físico y químico y las cirugías castradoras y deformantes de los menores.

El lento desaparecer de IU, que va desangrándose poco a poco en las sucesivas elecciones, les permite fingir a los dirigentes y a los cargos que han obtenido la sinecura de una Secretaría de Estado, cada vez más insignificantes e incapaces, que no pasa nada mientras ocupen los sillones y puedan seguir lapidando a sus críticos. La crisis en el PP, que tanto ayuda al PSOE, también distrae de la agonía de IU. Pero, que reaccionen las clases trabajadoras y las mujeres pronto para cubrir el vacío que ha dejado esa izquierda, porque cuando se vea la irrelevancia del proyecto Díaz y el definitivo entierro de IU tendrán que perder toda esperanza. Sólo les quedará dormir en brazos de la noche fría.

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