¿Un pacto con el diablo?

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Es conocida la obra de Goethe, y recogida en la vida del Doctor Fausto, el curioso personaje que resolvió vender su alma al diablo, con quien finalmente pactó, en su empeño por conocer la felicidad absoluta. Dicho acuerdo le generó un muy alto cúmulo de desventuras, que convirtieron su vida en un infierno.

Pues bien, pareciera que en días recientes el Presidente peruano resolvió hacer lo mismo: vendió su alma al diablo y emprendió un derrotero que implica, realmente, un salto al vacío. Quizá si el preludio a esa aventura, fue su anuncio de reunirse con Jair Bolsonaro, una suerte de emisario de Satanás en nuestro continente.

Pero quizá la expresión final de ese “acuerdo”, fue el encuentro con Hernando de Soto, una suerte de Mefistófeles criollo, quien sin trinche ni traje rojo, lo abordó cumpliendo el colofón del ritual que Goethe bien pudiera haber usado para concluir su obra.

Sin duda la designación del Gabinete Valer, más que un “giro a la derecha”, como lo interpretan algunos, ha implicado un salto al vacío. En otras palabras, Pedro Castillo ha buscado agarrarse de un garfio para no caer, pero éste lucía roto, de modo que no le habrá de servir. Más bien, acelerará su descenso no sólo en el estimado ciudadano, sino también en el peso de su política.

Bien puede decirse que al Maestro rural, le pasaron la factura antes de tiempo. Tres Gabinetes, en apenas seis meses de gestión gubernativa, con 3 ministros del Interior y tres de Educación y una campaña de demolición brutal orquestada desde los “Medios”, hace que hoy luzca por demás precaria e inestable la administración actual, y ella genera dudas respecto, incluso, a su supervivencia como lo asegura el siempre derrotista Cesar Hildebrandt.

Por lo pronto infunde desánimo y escepticismo, sobre todo en las nuevas generaciones de peruanos, aquellas que no perciben la magnitud de la crisis que corroe las bases de  nuestra sociedad; y que, en todo caso, han acumulado apenas frustraciones y desengaños.

Recordemos que desde mediados de diciembre se hablaba ya de un “nuevo Gabinete”; y se aludía al creciente distanciamiento registrado entre Mirtha Vásquez y el Presidente Castillo como un modo de entender la falta de iniciativas en la gestión de gobierno. En corrillos oficiales, y ante los errores registrados, se buscaba una suerte de “chivo expiatorio”, es decir, alguien que, finalmente, pague los platos rotos.

Hoy se sabe que en todo este tiempo, estuvo macerando  el nombre de Héctor Valer, como el Jefe del nuevo equipo de gobierno. Los promotores de esa opción, sin embargo, no percibieron la magnitud del descalabro que generaría su designación, ante los ojos de los peruanos. No solo por la escasa formación política del “escogido” sino, sobre todo, por la sobredosis de locura que su comportamiento entrañaba.

Hoy se puede responsabilizar, -y con toda razón- a Pedro Castillo por haber elevado a la categoría de Presidente del Consejo de Ministros a este extraño ejemplar de colección; pero no hay que olvidar que las acciones que se le incriminan no fueron de reciente ejecutoria. Fueron consumadas en los últimos años, pero no impidieron que sus socios “de antes” lo ungieran como Padre de la Patria alentado por Rafael López Aliaga.

Cuando éste lo ofreció al electorado como su “mercancía selecta”, Héctor Valer ya había pateado a su hija y a su esposa, y a la psicóloga que le hizo una encuesta empresarial;  ya había militado en el APRA desde el 2008 y vivido a la sombra de Mauricio Mulder, Nava, Zumaeta y otros, y había trabajado para Alan García; pero además había hecho gala del primitivismo mental que hoy asombra.

En el 2016, había hecho acto de fe de su anticomunismo para desopilante, de su odio visceral a la izquierda y de su ignorancia supina referida a la igualdad de sexos y a los derechos cívicos y a la propiedad asociativa de las Comunidades Campesinas. Ya en ese entonces asomaba como lo que es hoy, cuando se conoce su prontuario, que lo califica como un ciudadano de opereta.

Pero es claro que Valer no es la única “perla” en este collar de joyas que Castillo obsequiara a la ciudadanía el pasado martes. También hay que sumar a Alfonso Chávarry, con denuncias por Narcotráfico; a Alessandra Herrera Jara, vinculada a consorcios mineros; a Wilbert Supo, que no tiene idea del portafolio que asume; a Alejandro Salas, que cree que hacer cultura es sembrar anticomunismo; pero también a Caty Ugarte, la congresista cusqueña de Perú Libre, enemiga de la vacunación, de la igualdad de género y de los derechos de la mujer, y designada para “cautelarlos”.

En definitiva, entonces, un Gabinete objetable por donde se le mire, y que ha iniciado “su gestión” con una torpe medida en favor de Repsol, el consorcio español responsable del derrame de casi 12 mil barriles de petróleo en nuestras costas.

Los encuentros de Castillo con Hernando de Soto y Jair Bolsonaro, no constituyeron entonces una excepción en materia de dislates. Pareciera que el hilo religioso y ultra conservador de ciertas sectas cristianas tejió esta extraña tela que diera al traste con el Proceso Peruano; mirado con sorpresa pero también con simpatía, en diversos confines del planeta.

El hecho coloca a la Izquierda ante un escenario inédito: Unirse y organizarse en un solo frente para afrontar el reto. ¿Será capaz de hacerlo, o persistirá en su ambiguo proyecto a espaldas de las masas?

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