Beethoven (2020)

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Imagino que a ustedes, como a mí, les gustará tumbarse en el sofá, tras una jornada laboral cada vez más larga y menos rentable, y ver alguna película que les distraiga y a ser posible interesante.

Supongo también que pierden bastante tiempo en decidir qué ver, la oferta es amplia para los que aún puedan permitirse varias plataformas de streaming. Por suerte nuestros políticos consideran cuestión de Estado el manifestarnos sus gustos, incluso sobre Eurovisión, de manera que gozamos de las recomendaciones de personas tan preparadas.

Modestamente les ofrezco aquí otra recomendación, que quizás no sea muy llamativa, pero que trata uno de los asuntos recientemente polémicos: la relación entre la música y los símbolos revolucionarios del romanticismo como las pinturas de Delacroix.

Beethoven, del director Niki Stein, es una película de producción alemana estrenada a finales del 2020, con motivo del 250 aniversario del nacimiento del genial compositor.

Está disponible en Filmin. La película es un biopic creado para la televisión. Pese a ello, en mi opinión su imagen no desmerecería en la pantalla grande, está muy bien ambientada y presenta una producción muy ambiciosa para un telefilme. Los actores realizan también en su conjunto un trabajo muy serio. En su forma también es original, pues desde el hilo de la madurez del músico se hilvana una historia con escenas retrospectivas de su niñez y juventud, de una manera aparentemente desordenada pero que logra componer un retrato eficaz en su mensaje.

Sin embargo, tras ver la película fui a buscar críticas y encontré un buen número de comentarios desaprobadores, incluso despectivos.

No comprendía las razones de estas críticas negativas (puede que no ayude mucho que el actor principal, el Beethoven maduro, Tobías Moretti, sea conocido por ser el protagonista de una serie alemana sobre un perro policía, pero como digo las actuaciones son magníficas). Entendí que había un motivo muy claro: la semblanza que la película presenta no es la que uno espera de semejante coloso de la música clásica. No es un panegírico con sinfonías de fondo, tampoco el relato de un ser atormentado e incomprendido que finalmente recibe el aplauso.

Nada de eso. El Beethoven de Niki Stein es demasiado humano y centra su argumento en las relaciones entre clases sociales.

Una de los aspectos más interesantes del cine es que puede transportarnos a otras épocas y hacernos sentir en otros lugares o en otros momentos, de manera que podamos entenderlos mejor. Es esta la característica que más me atrae de esta película, que nos enseña el lado más prosaico y material de la vida de Beethoven (también de Mozart, que tiene un momento importante en el film).

Para acudir al inevitable biopic referido al drama atormentado y el mal carácter del autor (que al parecer padecía de personalidad bipolar, añadido a una salud desgraciada y a su conocida sordera), el lector dispone de Copying Beethoven (2006) con Ed Harris o Amor inmortal (1994) con Gary Oldman.

También hay una versión televisiva creada para la BBC, Eroica (2003), con Ian Hart, bastante curiosa en la que durante la interpretación a tiempo real de la 3ª sinfonía, Heroica, asistimos a un Beethoven más cercano a su realidad, teniendo que batallar con las opiniones -desdén amoroso incluido- de la aristocracia de su época.

En esta versión de la BBC encontramos un guiño a la diferencia entre clases sociales y se aprecia el interés que Beethoven manifestó hacia los movimientos revolucionarios característicos de este periodo y hacia los ideales igualitarios que llegaban como un eco de los sucesos históricos en Francia. No en vano esta su tercera sinfonía fue inspirada en el personaje de Napoleón, a quien el compositor veía como un héroe del pueblo, si bien posteriormente se desdijo ante la proclamación como emperador.

¿Sintió odio de clase el genio de Bonn hacia la aristocracia que le tocó soportar? En la versión que nos ocupa se representa un escenario en el que esta posibilidad resulta bastante creíble.

En los saltos que la película realiza sobre las diferentes etapas de su vida, encontramos a un Beethoven infantil (interpretado por Colin Pütz, niño pianista que ejecuta realmente las apabullantes demostraciones de virtuosismo que vemos en la pantalla) que es llevado por su padre a realizar demostraciones ante los personajes adinerados de Bonn.

Así como ocurriera con el otro inmenso genio, Mozart, era común que los padres relacionados con el mundo cultural de la época educasen a sus hijos para postular a protegidos de algún mecenas, de manera que sacase a la familia de la pobreza.

El padre de Beethoven fue tenor de la corte de su ciudad. Actuaba para el entretenimiento de los príncipes electores (miembro del colegio electoral que tenía la función de elegir a los emperadores del Sacro Imperio) o arzobispos de turno.

En una escena muy significativa del periodo de niñez, el padre actúa para un grupo de aristócratas, entre el que se encuentra el arzobispo dormido, y apenas puede sostenerse en pie, pues ese mismo día acababa de enterrar a uno de sus hijos pequeños, hermano de Ludwig, sin que ello provoque ninguna compasión en los ilustres espectadores, que asisten a la representación como nosotros podemos hoy observar la televisión mientras cambiamos de un canal a otro.

La escena que más me llama la atención es aquella en la que se produce un diálogo con Mozart. Se cree que Beethoven, tras trasladarse a vivir a Viena, fue presentado al que fuese ídolo de su infancia, pero este no le prestó atención. En la película, el joven Ludwig (Anselm Bresgott) interpela a Mozart y le recrimina que pierda su tiempo complaciendo los gustos de los ricos, y este le contesta con un desesperanzador pragmatismo: «los músicos siempre vamos a depender del favor de los príncipes».

El Beethoven maduro (Moretti) es un hombre de carácter irascible pero frágil, en ocasiones ignorado por los que le rodean y obligado a comunicarse a través de un engorroso cuaderno de notas, que vive en soledad recordando amores de juventud que no pudo disfrutar por ser de inferior clase.

Pese a que gozaron de fama y sus obras fueron reconocidas, tanto a Beethoven como a Mozart la vida les reservó un triste final, siendo dependientes de la racanería de aristócratas miserables que no supieron valorar su grandeza, y ambos vivieron con las estrecheces económicas de un burgués de pocas posibilidades. Sabemos que Mozart fue enterrado en un sepulcro muy humilde. En el caso de Beethoven su delicada salud empeoró por una pulmonía, causada tras verse obligado a mudarse de la casa de su hermano, que le había acogido por apuros de dinero, usando un carromato descubierto en lugar de un coche cerrado.

En definitiva, una interesante película que tenemos a nuestra disposición en la nueva forma de entretenimiento de moda, dado que las economías familiares apenas alcanzan para ir a espectáculos o al cine, mucho menos comprar libros. Muy recomendable.

También es interesante para movernos a reflexionar sobre el paralelismo con el mundo de la cultura de nuestros días, en el que los intelectuales y artistas, si quieren ser reconocidos, deben tomar parte en alguna de las trincheras de la lucha de clases del Congreso, y enrolarse como trovador de las hazañas de algún político principal, para conseguir el mecenazgo de sus favores mediáticos.

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